Vivimos en una sociedad compleja y contradictoria. La
integridad, como valor ético y social, tendría que formar parte de nuestra
realidad humana. Pero a menudo nos fabricamos una imagen de los demás que no
siempre responde a la realidad, ya sea porque nos engañan o porque no tenemos
capacidad de análisis y crítica constructiva.
Apariencias engañosas
Hay personas tan sutiles y sibilinas que harán cualquier
cosa para que creamos en ellas, aunque no sean de fiar. Son camaleónicas, se
comportan en función de lo que les interesa y van cambiando de actitud para
sacar el máximo partido de cada situación. Su ambivalencia llega a ser
patológica; no les importa decir lo mismo o lo contrario, con tal de conseguir
algo. Cambian de traje constantemente. ¿Por qué?
Somos así por naturaleza. Inventar algo que no es verdad nos
hace superar la mediocridad de una vida sin sentido. Aparentar lo que no somos
puede ser fruto del miedo, de una personalidad insegura, de la inmadurez, de la
falta de realismo o de coraje para gestionar nuestras contradicciones. Tenemos
miedo a la realidad y nos cuesta enfrentarnos a nosotros mismos. Y empleamos
nuestra capacidad para inventar relatos más o menos verosímiles que nos permiten
esconder nuestras carencias, convencer a los demás o, simplemente,
sobrevivir. Pero cuando la conciencia
salta, uno se da cuenta de qué es lo que realmente está haciendo.
¿Por qué nos metemos en un papel que no es el nuestro? ¿Por
qué vivimos la vida como si fuera un teatro, alimentado de imaginaciones que
nos hacen vivir una realidad paralela? ¿Tanto cuesta ser lo que somos, tal como
somos, sin apariencias ni engaños? ¿Tanto nos cuesta tener humildad?
Chocar con la realidad
La necesidad de aparentar no sólo afecta a nuestro carácter,
sino a las cosas que decidimos hacer, aunque no salgan propiamente de nosotros.
No se puede vivir siempre así. Con el tiempo, a medida que
renunciamos a lo que somos, esta duplicidad se convertirá en una patología
bipolar, que nos alejará de nuestra esencia. Llegará el día en que nos
miraremos ante el espejo y no nos reconoceremos a nosotros mismos. Esto
terminará en una profunda crisis de identidad que tal vez precise de una
psicoterapia.
He conocido a personas con este perfil. Viven en un entorno
conflictivo, siempre chocando con la realidad, hasta que todo les parece
insoportable y reaccionan con actitudes agresivas, rompiendo lazos con los
demás y perdiendo amistades, en algunos casos, irrecuperables.
Será la realidad la que nos llevará a vivir situaciones
límites que quizás nos harán despertar. Una cosa es lo que fabrica nuestra
mente y otra cosa es lo que realmente es. No nos importe reconocer lo que
somos. No necesitamos inventarnos un personaje de nosotros mismos. Ser como
somos es nuestra mayor dignidad. Tampoco necesitamos hacer algo diferente para
que los demás nos reconozcan y aprueben. No necesitamos vivir en función de lo
que piensen o digan los otros. No podemos renunciar a lo que propiamente somos,
ni condicionar nuestra vida en función de los demás. Estaríamos contribuyendo a
la pérdida de nuestra identidad.
No necesitamos demostrar nada para ser aceptados en nuestro
núcleo más inmediato.
Sé lo que eres
Tú, como persona, con tus grandezas y defectos, eres tú y
nadie más. Esto tiene un valor intrínseco. Lo llevas en tu código genético, es
parte de tu hecho diferencial. Eres único, no necesitas clonar a alguien que no
eres tú.
Eres una joya, de incalculable valor, con una luminosidad
diferente, ni mejor, ni peor; ni más malo ni más bueno. No importan tus rasgos.
Eres, y eso basta para encontrar
sentido y enfocar tu vida de una manera plena. Cuanto más seamos lo que somos y
lo que estamos llamados a ser en esta vida, más felices seremos, aunque
tengamos que retarnos ante los propios límites.
No podemos engañarnos. La vida es extraordinaria. Si tu
proyecto vital te lleva a una infelicidad insoportable, replantéate si estás
siguiendo el camino adecuado, pero no te engañes a ti mismo ni asumas una
figura que no eres tú.
Sé valiente y empieza de nuevo. No te apartes de lo que eres
para convertirte en alguien que no eres. Busca dentro de ti con ahínco, pero
serena y lúcidamente. Es más soportable abrazar lo que eres, en tu proceso de
maduración, que vivir en una permanente contradicción. Esta es una de las metas
más difíciles para el ser humano, pero si la consigues, nadie podrá detenerte,
ni siquiera tu vulnerabilidad, porque estarás anclado en tu ser.
Cada uno de nosotros es un Himalaya de existencia. Ser
consciente de ello nos produce una gran liberación. La libertad es la meta de
todos nuestros sueños.