Todos ansiamos amar y ser amados. Este es nuestro anhelo más profundo: vivir amando. Forma parte de nuestra naturaleza humana. De no ser así, la vida se precipita hacia el abismo. La soledad, la falta de vínculos, vivir desconectado fragmenta al hombre. El amor es consustancial al ser humano. Pero también es cierto que, para vivir esta experiencia que colma todo deseo, es necesario estar preparado para esta gran aventura.
Desprenderse del egoísmo
Lanzarse al mar de la existencia con sentido y esperanza
requiere de todo un aprendizaje para desengancharnos de una serie de capas que
nos envuelven. Para empezar, hay que deshacerse de todo lo que no es propio,
para descubrir en nuestro interior lo que nos constituye como persona. Cada uno
de nosotros es un ser único, y desde nuestra peculiaridad estamos llamados a la
vocación del amor, porque difícilmente podremos dar lo mejor de nosotros mismos
si no saldamos las hipotecas emocionales de nuestro pasado.
Sobre todo, hay que desprenderse del egoísmo cultural y
psicológico que nos impide abrirnos a los demás, ya sea por miedo, por
incapacidad de confiar o porque no nos atrevemos a compartir con alguien
aquello que somos, más allá de lo que tenemos y hacemos.
Es verdad que las malas experiencias nos llevan a blindarnos,
como una defensa, cerrando muchas veces las puertas a nuevas personas y
vivencias. Esto se ha podido dar porque no siempre decidimos correctamente a la
hora de unirnos a una persona. Esto ocasiona muchos errores, que se pagan
durante años y que finalmente llevan a la ruptura y, como consecuencia, al
sufrimiento y a la soledad.
Tendríamos que plantearnos los verdaderos motivos por los
que hemos decidido algo tan importante. A veces elegimos dar el paso de manera
irresponsable, incluso frívola, sin prever las consecuencias. Incluso podemos
tener algún interés escondido que no nos atrevemos a expresar. Construir un
proyecto serio requiere de mucha madurez, discernimiento, entrega y, sobre
todo, aparcar todo egoísmo.
Un fundamento sólido
Levantar una relación entre dos personas que se quieren debe
hacerse sobre una base firme y sólida, inquebrantable, ya que los vaivenes de
la vida pueden hacer tambalear cualquier edificio bien construido. Se hace
necesario que las relaciones se mantengan fuertes para evitar las grietas que
pueden ir debilitando los cimientos del amor de esas personas que se han
comprometido. Sin tener esto claro, el paso del tiempo, la apatía y el
cansancio, harán que el edificio se vaya fracturando y el proyecto que empezó
con tanta ilusión acabe desplomándose. Por eso no hay que dejar de alimentar el
fuego del amor. No puede faltar el combustible, a diario.
Muchas veces me pregunto cómo puede apagarse el amor, que
empezó con tanto ardor. La lógica del amor es crecer siempre, florecer,
expandirse, fructificar y llegar a cumbres de plenitud. Cuando el amor es
auténtico y sincero, cuando se da el paso de la unión, asumiendo todos los
riesgos, es porque hay algo encendido en el corazón de ambas personas. Ese
fuego los lleva a mirar lejos, a orillar nuevos horizontes, a emprender todo
tipo de hazañas y a sentir una profunda felicidad mutua. Dos que se aman están
dispuestos a todo, hasta dar la vida por la persona con la que se decide
compartirlo todo.
Pero, al cabo de un tiempo, esa fuerza arrebatadora que los
impulsó a ir lejos en su aventura, se va apagando poco a poco. Con el paso de
los días la vida se vuelve insoportable, pesada y angustiosa.
¿Por qué se apaga el amor?
Y me pregunto. ¿Qué ha pasado? ¿A dónde fue a parar ese
huracán interior que os empujaba a vivir con intensidad? ¿Qué fue de ese volcán
de fuego que llenaba vuestros corazones?
¿Fue algo auténtico, o fue una realidad virtual? ¿Teníais
miedo de quedaros solos? ¿Os cansasteis y dejasteis de echar combustible a la
hoguera de vuestro amor? ¿Por qué lo dejasteis? ¿Os dio vértigo seguir remando
juntos, ante las grandes olas que envolvían vuestra barca y azotaban vuestra
existencia? ¿Os vino grande afrontar las dificultades de la convivencia?
En la vida hay momentos de calma, en que todo se desliza de
manera suave. Los amaneceres son bellos en alta mar, disfrutáis de la
contemplación. Pero también hay momentos de fuertes sacudidas, que pueden
llevar a volcar al barco. A veces surgen imprevistos ante los que no sabemos
cómo reaccionar. Hemos de estar preparados para este viaje y saber, y prever,
que toda existencia humana es un misterio. Nos topamos con la limitación del
otro y con la nuestra. ¿Por dónde tenemos que ir?
La ciencia del amor
Yo os digo que, cuando todo lo que se proyecta está bien
fundamentado, sobre una base sólida de amor, se está preparado para cualquier
situación inesperada. Pero para esto se ha de amar mucho. Se ha de conocer
mucho al otro y se ha de estar dispuesto a hacerlo todo por la otra persona. La
ciencia del amor nos capacita para cualquier batalla, para tener el combustible
a punto y activar todo ingenio y creatividad, para sortear las olas, girar a
tiempo el timón y nunca enfrentarse a ellas, sino más bien navegar cruzándolas.
Para esto se necesita temple, capacidad de reacción y, sobre todo, saber
manejar la embarcación, mucha inteligencia y ser proactivo. Todo esto se puede
aplicar a la vida, a las relaciones humanas y a dos personas que han decidido
vivir juntas para siempre.
Se requiere de un buen equipaje para iniciar esta aventura
llena de misterio y sorpresas. Para ello, siempre hay que mantener encendida la
lámpara, y esto requiere prever la energía necesaria para que nuestra
existencia sea luminosa y bella. De no ser así, la vida será un naufragio, los
corazones rotos serán cuerpos sin vida flotando entre las olas, a la deriva.
Será cuando la vida se vuelva nauseabunda, y nos sentiremos castigados a vivir
sin vivir, deslizándonos hacia el abismo, hacia el sinsentido, hacia la
hipocresía. Sólo lo puramente fisiológico mantiene ese hilo que está a punto de
romperse. Qué vida tan gris, tan pobre.
Si eres capaz de dejar de pensar sólo en ti mismo y de
recrearte en tus errores harás posible que, de momento, el hielo se derrita.
Poco a poco, sanarás y se irán cerrando las grietas del corazón, para volver a
encender la pasión. Cuando el ego se empequeñece estarás preparado para que, de
las cenizas, reaparezca la brasa incandescente que, con un soplo, puede volver
a arder. Así renacerá la pasión que hizo posible que una gran llamarada
envolviera tu vida. Sólo necesitas desearlo, quererlo, y una fuerte voluntad
para superar todos los fantasmas que os han convertido en «zombies». También
una gran dosis de paciencia y dulzura. Solo de esta manera se producirá el
milagro: volver a sentir aquello que sentíais cuando estabais profundamente
enamorados, esas emociones que os llevarán a vivir como si estuvierais en el
cielo.