domingo, 7 de mayo de 2023

Mutismo, ¿defensa o prisión?

Aunque el ser humano desea tener unas relaciones armoniosas y plenas con los demás, en la realidad vemos que, a pesar de este anhelo, muchas personas quedan atrapadas en lo que se llaman relaciones tóxicas. Sin saber cómo, se encuentran metidas en situaciones complejas y difíciles que no saben manejar. Esto produce tensión, desconcierto e inseguridad.

En la vida humana se dan muchas veces cambios inesperados que hacen virar las relaciones. Se inicia un proceso de distanciamiento que quizás al principio no se percibe, pero poco a poco se va acentuando.

Estos cambios psicológicos se dan por alguna razón, primero en el nivel inconsciente y después en el consciente. Hay algo que no se puede controlar y tampoco se manifiesta. De ahí los periodos intermitentes de mutismo acompañado de una fuerte gestualidad que revela que se está cociendo algo serio.

El silencio se puede mantener durante un tiempo hasta que, de pronto, la persona estalla, ya no puede contener más el nudo emocional y se expresa con violencia.

Esto suele suceder cuando la realidad no encaja con sus ideas y visión del mundo. Se resiste a aceptar lo que ve a su alrededor. Lo que ve, oye y percibe se sale de sus esquemas mentales y no concibe que el otro piense y actúe de forma diferente.

Su discurso se aleja del mundo real y puede apelar a valores religiosos y morales que forman parte de su bagaje: su formación, su visión de las cosas, su perspectiva unilateral. Esto puede llevarle a un bloqueo con los demás y a una actitud pugilista en defensa de lo que sabe o cree, a veces con tal vehemencia que puede limitar o cortar su conexión con los demás.

Desde esta perspectiva, y con la pretensión de poseer la verdad, está levantando un muro que hace inviable una comunicación fluida y provechosa. Es entonces cuando empieza a replegarse sobre sí mismo silenciosa, progresivamente, hasta romper las relaciones humanas y entrar en una fase totalmente estéril.

Esta distancia nos lleva a separarnos, desaprovechando una gran oportunidad para saber crecer en la adversidad.

¿Cómo encontrar una salida?

Para una persona que se encuentra bloqueada, cerrada en sus esquemas y cada vez más aislada de los demás, el primer paso para salir es aceptar la realidad tal como es y las personas como son, no como quisiera que fueran.

El otro es un misterio inagotable: no podemos etiquetarlo ni clasificarlo como un objeto. Aceptar esta dimensión nos enseña a valorar a los demás por lo que son, únicos y valiosos, igual que nosotros.

El siguiente paso es conectar desde la humildad con los demás: nunca imponiendo criterios ni sintiéndose superior, sino escuchando y aprendiendo a dialogar. Se crece en la adversidad y se madura en las diferencias. El diálogo es más que un intercambio de ideas: es acogida, es apertura, recepción y contacto humano. Dos personas pueden llegar a quererse sin necesidad de estar de acuerdo en todo y sin compartir las mismas ideas. Sólo así dejaremos la puerta abierta para iniciar un diálogo más profundo, a un nivel que supera las diferencias y nos lleva a una auténtica comunión.

Realismo y humildad. Como decía el papa Benedicto XVI, la verdad absoluta no la posee nadie; en todo caso, es la verdad quien posee a quien la busca sinceramente.