lunes, 30 de abril de 2012

Una rosa ante el sagrario

Este domingo, en misa, una docena de niños de la catequesis se agolpaban alrededor del altar. Llegó el momento de darse la paz y, espontáneamente, en vez de seguir el gesto tradicional de darse la mano, comenzaron a abrazarse.
Era hermoso verlos, formando una bella flor humana ante el sagrario, como una rosa de muchos pétalos, desplegándose llena de frescura. Sus ojos brillaban, se podía respirar la complicidad mientras se abrazaban. A Jesús sacramentado le llegó el perfume, la música y la calidez de esos abrazos sinceros. ¿Qué mejor ofrenda podía recibir?
Poco antes, estos niños habían renovado las promesas del bautismo. Acompañados de sus catequistas y sus padres, confirmaron su adhesión a ese regalo que recibieron de muy pequeños, el don de la fe. Ante toda la familia de seguidores de Cristo, dieron un paso hacia delante, una toma de conciencia más plena de su adhesión a Jesús. A una sola voz, firme y melodiosa, los niños dijeron sí al amor de Dios creador, el Padre; a Jesús, su Hijo, que murió y resucitó para quedarse siempre entre nosotros, en la eucaristía; y un sí al Espíritu Santo, el fuego vibrante de su amor. El sol entraba por la claraboya, bañando de luz ese momento tan crucial. Entre el altar y el sagrario, la vida de estos niños aleteaba con olor a trascendencia. Quizás ellos no fueron muy conscientes, pero en ese momento se creó un auténtico espacio de cielo. Sí, podía tocarse el cielo rozando con sus manos el sagrario.
Los niños son así. Convierten un momento aparentemente irrelevante, un gesto casi rutinario, en un estallido de alegría. Los niños quieren saber y aprender; quieren ver, oír, tocar, sentir de cerca el misterio de un hombre que se entregó por amor y que, resucitado, decidió quedarse para siempre con nosotros. Y con ellos, especialmente, cuando reciban su primera comunión.
¡Los niños nos enseñan tanto! De ellos aprendemos a superar los males, las tristezas, las amarguras. Incluso nos enseñan cómo ha de ser nuestra relación con Dios: espontánea, sincera, confiada. Nos enseñan a salir de nuestros estereotipos religiosos y a establecer una relación con Dios en la que no pesan tanto las formas ni el qué dirán, sino el trato de tú a tú. Los niños son, realmente, maestros. La certeza de la presencia de Dios es tan viva en su corazón que rompe esquemas. Su vivencia está muy lejos de una religiosidad anquilosada y endogámica.
Es verdad que la fuerza espiritual irá creciendo según la edad y su anhelo de búsqueda de la verdad. Pero la auténtica oración es la que sale de lo más hondo del alma, y los niños saben muy bien cómo rezar así, porque carecen de prejuicios y son capaces de hablar a Dios como lo harían con un amigo.
Solo a un amigo le abres el corazón. Y hacerlo amplía tu vida y tus sentimientos, ensancha el horizonte de tu intimidad, la hace profunda y penetrante. Los niños saben que los padres son muy importantes para ellos, y así comprenden la paternidad de Dios. La viven como realmente es: Dios es un padre, amigo, cercano, con el que se sienten bien. La psicología religiosa del niño revela un grado intenso de esta experiencia de proximidad afectiva. Sienten que Dios forma parte de su vida. Hoy, ese abrazo fraternal entre ellos, teniendo a Cristo como testigo, ha sido el preludio de algo hermoso que está a punto de comenzar. Ojala los adultos sepamos canalizar su deseo de amistad y búsqueda de Aquel que los hace felices. Y ojala les ayudemos a irse encontrando con Él, sin dejar que se apaguen sus ganas de saber y de amar. Ese abrazo ante el sagrario ha sido un paso importante. La semana que viene, sus gráciles dedos tocarán el cuerpo sagrado de Cristo, que ha decidido unirse a su aventura para siempre.

2 comentarios:

  1. Decía Jesus, "Dejad que los niiños se acerquen a mí ..... así debe ser, ellos están llenos de bondad, de dulzura, de tanto amor .... debemos procurar que vivan la infancia como lo que son, niños que después de harán hombres y mujeres agradecidos a Dios por la vida y todo lo que los rodea.
    Un abrazo.
    A.G.M.

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  2. "Los niños formaban una bella flor humana ante el sagrario" como una frase puede ser tan hermosa y tener tanto contenido!
    La presencia de los niños abrazandose delante del sagrario te remueve el alma,seres puros llenos de inocencia que empiezan su andadura en la vida y que muestran sus comienzos de vida interior donde tienen ansias de conocer a Jesus... su gran amigo que les acompañará ya para siempre!
    Ana Mª Campoy

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