Música que eleva
La música forma parte intrínseca del ser humano. Nuestra
capacidad cerebral nos permite crear melodías. En la inmensa complejidad
neuronal, debe haber áreas específicas donde se generan conexiones y señales que
nos permiten emitir sonidos armoniosos. Somos homo musicus por
naturaleza. Esto lo vemos en todas las culturas del mundo: todas ellas tienen
sus canciones, danzas, instrumentos y sonidos típicos. El sonido armonioso
forma una verdadera sinfonía de notas, desde la tonada más simple hasta llegar
a las partituras de los grandes maestros, donde el sonido se plasma en su
propio abecedario musical.
Con la música, el hombre se expande, medita, se relaja o se
entusiasma. Se predispone a una apertura emocional y espiritual; de aquí la
tendencia a escuchar música o a crearla. Hay músicas que son auténticas obras
de arte. En la música sacra encontramos el canto gregoriano y las magníficas
composiciones religiosas del barroco. En la música profana, la creatividad de
compositores y virtuosos se ha desplegado hasta lo sublime. Sus obras expresan
la realidad del hombre, su experiencia vital, sus emociones y sus sueños, así
como la poesía del paisaje y la naturaleza.
La música revela también la capacidad del hombre de comunicarse
con los demás. Especialmente a través de las canciones de todo género, desde la
zarzuela, el bolero o las rancheras hasta el Gospel, el country o la música
pop. Por ser creación humana, tiene una profunda dimensión ética y filosófica. Detrás
de cada letra hay una visión del mundo o del hombre. La música expresa lo que
late en el corazón humano y el flujo variante de sus emociones. Por eso hay
quienes afirman que a través de la música se expresa la bipolaridad de la
persona: un día está feliz y compondrá canciones alegres y exultantes, llenas
de poesía; otros días estará abatido, o furioso, y su música expresará
resentimiento, odio o soledad. El hombre se desnuda en su creación artística,
ya sea literaria, musical o plástica. Su voz le sale de lo más profundo de las
entrañas.
¿Qué tipo de música ayuda a armonizar a la persona? La
musicología ha estudiado mucho este tema fascinante, incluso realizando
experimentos que demuestran el efecto de ciertas músicas en las personas y
hasta en las plantas. Lamentablemente, no toda la música tiene un efecto sano y
terapéutico.
Música alienante
La dependencia a cierto tipo de música ya es reveladora: la
música tecno, el rock, la electrónica... Esta música que se emite a gran
volumen en discotecas y salas de baile puede estar afectando de forma
importante la salud mental de la persona. El ritmo y el machaqueo constante,
las notas, el tono, todo esto afecta al cerebro provocando una reacción
hipnótica o de aturdimiento. Es un ruido que ya deja de ser música para convertirse
en un sonido opresivo que literalmente atrapa, alejándose de la auténtica
armonía.
La psicología tiene mucho a estudiar sobre el efecto de
estas músicas en los jóvenes que se ven expuestos a ellas durante horas, cada
semana e incluso cada día. En una sala abarrotada, todos bailan, contagiándose
el frenesí, repitiendo movimientos estereotipados hasta el agotamiento. Dan la
impresión de estar abducidos por el sonido, y el estado de alteración aumenta
cuando el alcohol y las drogas entran en escena. En algunos casos se llega al
desvarío y a la pérdida de consciencia, como sucedía en los conciertos de rock
de los años 60 y 70. Hay una serie de géneros musicales vinculados a este mundo
autodestructivo: alcohol, droga, sexo y rebeldía contra el mundo y contra
todos. Pienso que esto es la antimúsica.
Recientemente me contaba una amiga que había vivido un
tiempo en Colombia. En cierto barrio, unos vecinos solían celebrar fiestas
continuamente, poniendo música estridente a altas horas de la noche. Resultaba
insoportable e imposible descansar. Otro vecino que vivía cerca salió de su
casa para pedirles, por favor, que bajaran el volumen, e hizo unas fotos de la
concurrencia. Al día siguiente, fueron a su domicilio, le forzaron la puerta y
lo apalearon de tal manera que a consecuencia de los golpes se quedó ciego. Destrozaron
su vida.
A partir de esta experiencia, ella hacía una profunda
reflexión. ¿Cómo puede la música hacer esto en las personas? ¿Cómo puede
enajenarlas hasta el punto de atentar contra la vida y la salud? Es gravísimo
que este tipo de música se emita en ciertos ambientes sin ningún tipo de
control y sin respeto hacia el resto de la comunidad. Sí, podemos decir que algunas
músicas enferman a la persona y la empujan a un estado sicopático.
El antídoto: el silencio
Nuestra cultura está enferma por falta de silencio. Pero hay
músicas que son una huida de la realidad humana. Cuánto mal hace la música que
embriaga e induce a las personas a huir de sí mismas. El antídoto de esta
patología musical está en cultivar el silencio. El silencio armoniza nuestra
vida ayudándonos a encontrar dirección y sentido, equilibrando las emociones. A
partir de aquí, se pueden recibir otros sonidos: armónicos, creativos,
poéticos, que conviertan la experiencia musical en un momento gratificante que
ayuda a elevar el ser.
A veces me pregunto si el fomento de este tipo de música no formará parte de un plan para destruir al ser humano arrebatándole el alma. Las experiencias oscuras y extrañas que animalizan al hombre, inducidas por el consumo de drogas o por la adicción a la pornografía, son preocupantes y reclaman una reflexión por parte de las familias, los políticos, los religiosos y todos los grupos sociales. Tenemos una sociedad enferma y urge buscar soluciones. Médicos y psicólogos deben plantear la necesidad de una actuación urgente ante la pérdida progresiva de identidad y de propósito vital. No podemos perder la libertad, que es la que nos hace más humanos. Cuántas personas están cayendo por ese abismo sin fondo hacia la nada, enfermos mental y físicamente, con el coste que esto supone para la sanidad pública. Con leyes en la mano, y con un plan de acciones efectivas, se podría hacer algo. Mientras tanto, extendamos el silencio a nuestro alrededor, y promovamos el pensamiento y la belleza. No dejemos que los jóvenes caigan en el infierno de lo absurdo y del sin sentido. Ojalá, con la fuerza de muchos silencios, podamos neutralizar el poder de autodestrucción masiva que está fagotizando a las generaciones jóvenes. Todos necesitamos la calma de un lago interior, mientras que las olas de un mar embravecido hacen naufragar a mucha gente, hundiéndola en la oscuridad que volatiliza al ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario