sábado, 7 de mayo de 2016

La soledad, huida o anclaje

La aventura de conocernos


El hombre, en la búsqueda de sentido último de su existencia, necesita un espacio vital entre la realidad y lo que vive. Todos necesitamos poner distancia entre el yo y el mundo exterior para saber si estamos bien centrados en el eje de nuestra existencia. Afrontar la realidad del propio yo requiere un fuerte grado de sinceridad y autoconocimiento, porque a menudo significa un cambio de rumbo en la vida. Pero no todos estamos dispuesto a asumir las consecuencias.

Estamos tan instalados en nuestros patrones mentales que preferimos vivir una aventura ficticia o virtual, asumiendo un personaje que nos hemos ido fabricando para subsistir en medio del mundo. Pero la llamada a vivir la vida como una vocación es más que supervivencia. Exige de nosotros una disponibilidad para cambiar muchas cosas, y replantearnos incluso un giro radical que nos puede llevar a tierras desconocidas. El gran continente inexplorado es nuestro mundo interior.

Este cambio asusta a muchos. Nos da miedo descubrir la parcela misteriosa que se oculta en nuestro corazón. Pero nadie está concebido para vivir instalado en el tedio, en la mediocridad, el «ir haciendo». Asumir el reto de viajar al yo más profundo necesita de un tiempo de silencio y soledad. La soledad nos llevará de la mano para iniciar la gran hazaña de nuestra vida: saber quién soy, qué quiero y a dónde voy.

Miedo a la realidad


Si no ponemos distancia con todo aquello que nos rodea y nos envuelve en ruido no podremos cambiar y daremos tumbos, de un sitio a otro, sin rumbo ni horizonte. La vida, entonces, se escapa como el agua entre las manos. Y, poco a poco, sentiremos un gran vacío interior. Para soportarlo buscaremos todo tipo de paliativos, sicológicos, emocionales, afectivos y materiales. Hay quienes se refugian en el sexo, en la comida o en la adicción al trabajo. Otros caen en la dependencia a los dispositivos tecnológicos. Otros se enredan en relaciones enfermizas que los esclavizan y les impiden tomar decisiones con libertad.

La búsqueda de sentido entraña una exigencia tan fuerte que muchos prefieren anestesiarse o aturdirse en la vorágine del trabajo, un ritmo trepidante de diversiones o un sinfín de obligaciones familiares. La persona que se sumerge en este caos poco a poco va reduciendo su campo vital y el eje de su vida se centra en una realidad virtual que se fabrica en torno a su ficción. Ya no ve las cosas con objetividad, pierde la noción de la realidad y vive sin vivir.

Para vivir de verdad y abrazar la propia realidad es necesario ser libre, y para esto hacen falta agallas y valentía. El primer paso es hacer una tregua entre lo que somos y lo que estamos haciendo. Hay que cortar esta bipolaridad que nos puede llegar a enfermar. A menudo dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a actividades que no concuerdan con nuestros deseos y nuestro ser más genuino. Perdemos la noción de nosotros mismos. Nos fabricamos un mundo irreal porque el real nos exige humildad, capacidad de asumir nuestras propias contradicciones y aceptación, de uno mismo y de los demás y del mundo en que vivimos. También pide generosidad, compasión y aprender a amar todo lo que te rodea. Sólo así podremos superar los patrones mentales fabricados por el miedo para iniciar una andadura que dé sentido a nuestra vida.

La soledad como huida


Cuando estamos perdidos en el laberinto de nuestro ego necesitamos tomar distancia y apartarnos para ver con objetividad e iniciar un camino de retorno. Pero cuánta gente, en vez de buscar una soledad sanadora para renacer interiormente, se escapa o se aísla. A estas personas les da vértigo encontrarse cara a cara con su realidad llena de límites y prefieren refugiarse en su guarida. Se niegan a abrazar el pasado y a aceptar sus errores. Les da pánico verse desnudos. Cuanto más se esconden en su hoyo, más se alejan del mundo real, de los demás y de sí mismos. Cortan con la familia, con los amigos, se les hace insoportable convivir y llegan a un autismo sicológico, una lenta muerte social y espiritual que los va desconectando del mundo. Metidos en su agujero, viven en un letargo.

Podríamos hablar de automarginación. La persona va cortando sus raíces y se va secando poco a poco hasta verse fuera de la vida, arrastrada como una hoja marchita. Nada tiene ya sentido para ella. De la soledad sicológica y emocional pasa a una soledad vacía de sentido. Caminar, respirar, mirar a los ojos se le hace pesado. El mundo ya no es real, su única realidad desencarnada es ese mundo paralelo que se forja entorno a su ego. Vive un espejismo que la hace incapaz de comunicarse verbal y emocionalmente. Su mirada está perdida.

El aislamiento de un corazón blindado lleva a esta persona a una angustiosa soledad: pierde hasta su propia identidad y comienza a fabular. El mundo está contra mí, todos conspiran, todos son mis enemigos. La desconfianza va agrietando las pocas relaciones que mantiene: los demás se convierten en culpables de su drama. El victimismo es un salvavidas sicológico que les permite nadar sobre la propia miseria.

Cuando aparece el orgullo en un pobre es demoledor. Se vuelve exigente, mal educado y acaba convirtiéndose en un tirano. Cree que todos le deben algo, el mundo gira a su alrededor y no sólo exige con violencia, sino que es incapaz de agradecer a quienes más les ayudan. Pierde la dignidad y se hace dependiente, hipotecando la vida de otros. Ya no sólo se destruye a sí mismo, sino que compromete a los demás.

La soledad sanadora


Me pregunto por qué ciertas personas son capaces de superar fracasos, límites y sentimientos de abandono, situaciones trágicas y pérdidas, y han salido airosas de rupturas, traiciones y engaños. No se han escondido tras una pared, no se han dejado atrapar por el victimismo que las llevaba directo al pozo. Han tenido el coraje de asumir con paz y serenidad su situación y no se han aislado. Han buscado espacios de soledad para reflexionar sobre su estado y reiniciar un camino hacia su libertad interior. En estos casos podemos hablar de soledad terapéutica y sanadora.

Es la soledad que nos permite iniciar un diálogo con nosotros mismos. En el lenguaje de los místicos, es introducirte en tu castillo interior y descubrir todo tu potencial humano y espiritual hasta llegar al núcleo de tu realidad más profunda. Allí descubres el ser más hermoso que hay dentro de ti, criatura divina creada por el Amor.

Desde esta certeza tan íntima podremos sentirnos amados. La soledad se convierte en mar de aguas cristalinas donde el Ser, Dios, te mece mientras tu corazón habla con el suyo. Ya no estás perdido, ya no necesitas un agujero donde esconderte, ya te has salvado del abismo. Sabes y has descubierto que tienes la potencia infinita de tu alma que te lleva una única verdad. Nada ni nadie te alejará de ti, ni de los demás, ni de Dios, cuando empieces a gustar ese tiempo de soledad y silencio que te ayudará a afrontar cualquier tipo de dificultad.

El viaje más apasionante


Desde la cima de tu silencio, conectando con la Realidad en mayúscula, tendrás una claridad tan intensa que ningún rincón de tu alma quedará en la penumbra. Esta lucidez te ayudará a tomar las decisiones acertadas en cada momento.

Deslizarse por la soledad lleva al camino de la madurez plena. No habrá sombra que oscurezca tu corazón, ni abismo, ni altura, ni profundidad, que te saquen de tu eje. Si sabes conectar contigo mismo y con Dios, serás capaz de las mayores proezas.

Quizás parezca poco viajar hacia el universo interior de nuestra alma. ¡Es mucho más que explorar con un submarino el fondo del mar o que embarcarse en un transbordador hacia otro planeta! La conquista de tu corazón es una exploración mucho más apasionante. En tu interior hay una luz más potente y luminosa que todos los soles del universo. El ser humano arde de pasión.

No lo olvides: el gran espacio a conquistar es tu corazón. La gasolina y el cohete son la soledad y el silencio. Con ellos podrás dirigir tu rumbo hacia ese planeta misterioso e insondable que hay en ti. Recuerda: tu existencia vale más que todas las estrellas y galaxias del universo.

2 comentarios:

  1. Hermoso escrito, es un blasamo para el alma.

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  2. ¡Que gran conocimiento del ser humano hay en su escrito!
    Es una excelente reflexión para poder replantearse,una vez más, el sentido y el camino a seguir en nuestra existencia.

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