domingo, 22 de mayo de 2016

Plantada en el corazón de Dios

Con ocho años, Vittoria, una niña italiana, vive con intensidad su infancia. Su mirada azul y penetrante, mezcla de bondad e ingenuidad, revela la hondura de una niña a quien la vida ha estirado, a veces con sufrimiento. Es tanto lo que ama que está acelerando su crecimiento.

Sus inquietudes y anhelos no son los de una niña pequeña, sino los de una adulta en potencia. Su corazón estalla, su mente está aprendiendo lo nuclear de la vida: el valor de la familia y de los amigos, su origen. Con una mirada amplia, también sueña su futura vocación.

Vittoria es de aquellos niños que tienen la enorme capacidad de vivir con intensidad el presente, sin perder la conexión con su pasado y su futuro. Esto hace de ella una niña muy especial. Sus amigas, el deporte, la música, el juego… todo esto va desvelando una inteligencia emocional y espiritual extraordinaria.

A su temprana edad se cuestiona cosas propias de un adulto. Sus circunstancias la están llevando a tener que tomar decisiones complejas. Con una lucidez propia del adulto, sabe escuchar y esperar el momento oportuno para hablar. Aunque a veces parece tímida, sabe muy bien lo que quiere. Le atraen la belleza, la armonía, el amor, la compañía. Como todos los niños, busca un entorno cálido, acogedor, un espacio donde crecer con valores y referencia. Le encanta correr, jugar, hacer deporte, tener amigos. Vivaracha, se sumerge en el devenir cotidiano con pasión. Creativa y soñadora, sabe generar fuertes vínculos más allá de su familia.

Su inagotable curiosidad la ha llevado a preguntarse si las personas venimos de las estrellas… Sus interrogantes sobre nuestro origen, más allá de lo biológico, revelan una profunda inquietud intelectual y espiritual. A su edad se cuestiona temas trascendentes: el cielo, la eternidad, los ángeles, el sentido de la existencia, Dios… son cuestiones teológicas que ella se plantea. Su mente no para y su mirada quiere penetrar el universo y su significado.

Sin duda le aguarda un futuro apasionante, no sin sufrimiento, aunque este siempre puede convertirse en una experiencia de crecimiento vital. Pero su inquietud le hará descubrir la auténtica textura de la realidad y le ayudará a gestionar el ayer, el hoy y el mañana, fortaleciendo su musculatura espiritual.

Vittoria, por decisión propia, decidió bautizarse. La pregunta por el cielo la ha llevado a conocer al autor de la belleza de la creación, el universo, la tierra, la vida. Ha querido conocer a Jesús, su obra y su mensaje de amor, y al Espíritu de Dios, origen de la Iglesia de la que quiere formar parte. Su inteligencia espiritual la ha llevado, pese a su corta edad, a tomar esta resolución, que es vivir según el modelo de Jesús. Ha descubierto que Dios es el origen y el fundamento de la existencia y de su vida. En este día, fiesta de la Santísima Trinidad, es acogida por la Iglesia y abrazada por Dios en una comunidad donde ha de vivir su auténtica identidad cristiana, que es el servicio a los demás. Aquí está el sentido último, la razón de ser del paso que ha dado: caminar con firmeza hacia un profundo conocimiento de Dios y de la Iglesia, como familia, donde está llamada a vivir con pasión el encuentro personal con Jesús y con todos aquellos que han decidido tomar a Jesús como referente en sus vidas. La fraternidad universal de todos los seguidores de Jesús es una familia de elección que une tanto o más que los lazos biológicos. Cristo es un vínculo tan fuerte como el de la sangre y su presencia en la Iglesia es la continuación de su amor al mundo.

Vittoria es consciente de que a partir de hoy es hija predilecta y que su vida cristiana se convierte en un modelo atractivo para que otras niñas se enamoren de Jesús, como ella.

Vittoria, que el Dios de Jesús, que has descubierto, te ayude a entrar en el bello paisaje de tu alma, ese castillo interior donde tus ojos revelan el tesoro luminoso que hay en tu corazón. Que él guíe tu inteligencia, tu voluntad y tu libertad para que vuelen más allá de las estrellas y un día te encuentres cara a cara con aquel que, desde el vientre de tu madre, te susurró, te miró, te meció con sus manos amorosas para que tu vida fuera un estallido de plenitud y de amor. Sólo amando como Dios te convertirás en un torrente de agua divina y manantial fresco para apagar la sed de muchos. Le pido a Dios que tu corazón sea el hogar de aquel que hoy te ha hecho reina, el Señor Jesús, Rey de reyes.
Hoy, Vittoria, has sido plantada como una flor en el jardín de Dios, su Iglesia.

¡Felicidades!

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