La libertad nos impulsa
La libertad forma parte de la realidad intrínseca del ser
humano. El hombre está concebido para expandirse, crecer, madurar y sacar
afuera todas sus capacidades y talentos. La libertad le permite desarrollar su
creatividad, de aquí que esta se convierta en la raíz más profunda que
constituye su ser.
Es verdad que por miedo o por huida a menudo nos
autolimitamos y renunciamos a nuestras enormes capacidades. Pero, ¿cómo hacer
uso de este gran potencial que nos lanza al desarrollo humano, intelectual,
social y creativo?
El uso de la auténtica libertad nos lleva a conseguir metas
asombrosas, atreviéndonos a hacer realidad lo que para muchos es imposible. La
libertad verdadera nos empuja a trascender las estructuras, las ideologías y
las doctrinas, llevándonos a vivir en tierra de nadie, en la frontera, donde la
soledad, el miedo y la incerteza no nos impiden avanzar. Cuanto más avanzamos,
los retos son mayores, pero más crecemos.
¿Lanzarse al vacío o ahondar hasta lo más íntimo de nuestro
castillo interior? Será lo que nos ayudará a saber quién somos y para qué estamos
en este mundo.
Ser persona es ser libre
La libertad nos llevará a concentrarnos en lo que somos, y
descubriremos lo que ni siquiera podíamos imaginar en nosotros mismos: un alma
con una enorme capacidad de volar, sin temer a los vientos interiores. Esta es
la gran hazaña del hombre: ser libre, en su totalidad, sin hipotecas
educativas, culturales, familiares o sicológicas.
El despliegue como persona nos pedirá superar los temores
más íntimos, causados por la presión social y los patrones emocionales. Seremos
más libres cuanto más conscientes seamos. Un hombre que no es libre no es
hombre, porque lo que le hace persona es la libertad. Todo lo que anhelamos en
lo más profundo de nuestro ser forma parte de nosotros. De la misma manera que
decimos que el cuerpo es 70 % agua, y que ésta forma parte de nuestra
naturaleza, lo mismo diremos de la libertad: no es un accidente ni una opción,
es algo esencial en nuestra naturaleza. Todos nacemos libres, aunque esto sea
una cualidad que debamos desarrollar y acrecentar.
Liberarse de cadenas
Pero ¡cuánto cuesta ser libre! Conseguirlo tiene su precio y
sus riesgos. El pasado pesa, pesan los errores, los miedos y las inseguridades,
el qué dirán los demás. Los padres marcan mucho, y los amigos también. Pero hay
una hipoteca mayor, que es uno mismo. Cuesta deshacerse de los propios lastres,
de la imagen que queremos ofrecer a los demás; nos da pánico mostrarnos tal
como somos. Vigilamos cuidadosamente de dar una buena imagen, y nos da vértigo
afrontar el abismo más profundo de nuestra psicología. El inconsciente nos da
pavor. Vivimos en una burbuja porque nos da miedo erosionarnos con la realidad
y que esta nos haga descubrir quiénes somos.
¿Quién se atreve a salir de sus propias esclavitudes para
cortar sus cadenas? ¿Quién se atreve a abrazar y asumir sus propios agujeros
para llegar al fondo del abismo de su ser? ¿Quién se atreve a salir de sus
murallas, de su cárcel interior? Preferimos una cárcel de oro antes que la
inhóspita intemperie, donde sabemos que no hay nada seguro, hace frío o hace
calor, sopla el viento, sentimos soledad e impotencia ante la inmensidad de lo
que hay afuera. Cortar la soga de nuestras seguridades y lanzarnos a lo
desconocido, tanto de adentro como de afuera, es una gran epopeya que nos
ayudará a vivir plenamente, hasta descubrir las consecuencias últimas de la
libertad. ¿Estamos dispuestos a desengancharnos de nosotros mismos para ser uno
con los demás y generar nuevos vínculos, que nos espoleen a descubrir la propia
identidad?
Para conseguir la perla de la libertad tenemos que dejar
todas las comodidades y dejar de autoidolatrarnos. Hemos de conseguir que se
armonicen la voluntad, los deseos, las emociones y la inteligencia: si somos
capaces de hacerlo habremos iniciado un viaje hacia la total felicidad, que es
algo más que un estado emocional, es una manera de vivir y de ser. Valdrá la
pena dejar muchas cosas atrás.
Es maravilloso ser humano, sin miedo a las ráfagas del
viento que sacude la inmensidad del cielo. Cuando uno se libera de sus cadenas
alcanza la libertad total, el éxtasis de su plenitud.
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