domingo, 17 de junio de 2018

Las herencias, ¿una maldición o una oportunidad?


La herencia es de una importancia vital en las sociedades humanas. Es una cuestión recurrente en círculos de familiares, amigos y conocidos. Las herencias provocan grandes debates, tanto en los hogares como en los medios de comunicación. Es un tema que no deja a nadie indiferente.

La herencia muchas veces es fuente de conflictos entre familiares. Una institución tan sólida como la familia puede verse gravemente amenazada por las luchas intestinas por conseguir la mejor parte de la herencia. Por esta causa, muchas familias han vivido rupturas irreparables entre hermanos y parientes. Lamentablemente, conozco unos cuantos casos.

Hoy se habla mucho de la crisis de la institución familiar. Pero pienso que quizás no son tanto las ideologías las que pueden fragmentarla, sino los valores y las creencias que se están cultivando dentro de ella. ¿Qué están enseñando los padres a sus hijos en cuestión de dinero, propiedad y uso de los recursos? Una mala educación en estos aspectos puede ser tan letal como una bomba.

Aunque las herencias estén legisladas y se establezca una parte que debe ir a los hijos, la legítima, esto no impide que entre los miembros de una familia se produzcan tensiones y hasta denuncias para conseguir más. El largo proceso judicial que esto conlleva no hace más que intensificar el conflicto.

¿Querían esto los padres que han gestionado sus recursos para poder dejar un legado a sus hijos? ¿Podían prever la lucha feroz de estos por quedarse con todo lo que puedan, sin importarles el esfuerzo de sus progenitores, sus sacrificios, sus luchas? La herencia se convierte en el detonante de una lucha sin cuartel entre hermanos.

El tema requiere una profunda reflexión, así como la necesidad de actuar con criterios éticos y sensatos para evitar la fragmentación del grupo familiar.

Algunas cuestiones que los padres deberían tener en cuenta


¿Qué valor damos al dinero? ¿Es un medio para crecer, para solidarizarnos con los pobres, para generar iniciativas orientadas al bien común? ¿O es un recurso a acumular para beneficio exclusivamente propio? ¿Es el dinero un medio para reafirmarnos ante los demás y presumir de nuestras capacidades? ¿O es un medio ingenioso y creativo para contribuir a la mejora de la sociedad? ¿Lo utilizamos para potenciar nuestras capacidades y compartir nuestros talentos? ¿O queremos amasar una fortuna atendiendo sólo a nuestros deseos? ¿Qué estamos enseñando los padres a los hijos sobre el dinero?

No olvidemos que la capacidad de generar recursos está íntimamente ligada a la realización personal, así como al derecho de gozar de una vida digna, próspera y con calidad. Más allá de estos anhelos totalmente legítimos, una cosa es obtener beneficios y otra cosa es que el beneficio económico se convierta en el único motor del trabajo. ¿Por qué hacemos lo que hacemos y tomamos las decisiones que tomamos?

Nuestra jerarquía de valores va a marcar los criterios educativos que se inculcan en familia. Si para los padres el dinero y el patrimonio son lo más importante y los hijos ven que sacrifican su tiempo y sus energías por acumular bienes, están heredando una cierta mentalidad, que sitúa el culto al dinero por encima de la misma persona y del bien común.

Si los hijos ven que el dinero es lo más importante para los padres, su ambición irá creciendo. Muchas veces los padres no son conscientes de que están alimentando en sus propios hijos la codicia y el afán por tener más. Están gestando una guerra entre hermanos.

No sólo esto. Cuando uno de los dos cónyuges fallece, si los hijos no están de acuerdo con el testamento pueden iniciar un calvario para el viudo o la viuda, presionándolo y rompiendo los lazos afectivos. Es importante, pues, educar en estos aspectos a los hijos, para evitar el desmoronamiento familiar. Y se educa no sólo con palabras, sino con el ejemplo diario.

La gestión de los recursos y las propiedades tiene una fuerte implicación moral. Quizás sea necesario apuntar nuevos planteos en la distribución de las herencias.

El testamento debería tener unas consideraciones que contemplasen no sólo a la familia, sino el entorno y la sociedad, en especial los más débiles y necesitados. Ya no sólo desde un punto de vista religioso: debería considerarse la ayuda al prójimo como un imperativo ético. Es justo devolver a la sociedad una parte de lo que nos ha dado.

Y por un criterio educativo, también estaría bien plantearse si es bueno solucionar la vida de los herederos por anticipado. Si el hijo sabe que va a heredar una fortuna ¿no le faltará la motivación y la madurez para trabajar, crecer y aprender a construir su futuro, pues ya lo tiene todo?

Es una pregunta que lanzo al aire. Quizás con la mejor intención del mundo, los padres están incapacitando a sus hijos para luchar y abrirse camino en la vida. Les están ahorrando el esfuerzo, pero también los están volviendo muy frágiles y vulnerables.

Por otra parte, si el hijo dilapida la herencia por no saber gestionarla, los padres no habrán contribuido a asegurarle nada, más bien al contrario, habrán propiciado, sin querer, su ruina.

Hay otro aspecto en el sentido de la propiedad familiar: es la posesión, no sólo de bienes sino de los hijos. Muchos padres sienten que los hijos son propiedad suya, tanto como los inmuebles y el dinero. Por tanto, todo queda en casa. Disponen de sus posesiones igual que disponen de la vida de sus hijos, más allá de su muerte. ¿Tienen derecho los padres a cargar con ese peso a sus descendientes?

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