domingo, 9 de septiembre de 2018

Pasión y disciplina


Muchas personas poseen talento y energía. Pero esas mismas personas con frecuencia corren un riesgo: que su enorme capacidad creativa se desborde, se disperse y no llegue a realizarse como podría. A veces sucede que la persona es muy dotada, pero carece de disciplina y constancia. Otras veces no puede establecer límites razonables y el potencial creativo se desparrama como una riada sin cauce. Si no tomamos las riendas, nuestra vida se desborda.

Entre el control represivo y la absoluta falta de límites hay un punto medio de armonía que nos permite crecer. En el caso de las personas creativas y con empuje, el control ayuda. La disciplina puede encauzar nuestra energía y nuestro talento.

Los expertos en desarrollo personal y empresarial señalan que, incluso más que el talento, son el orden y la disciplina los que llevan al éxito. El orden y seguir un método canalizan el talento y lo hacen fructificar.

Talento y obligación


En la vida todos hemos de afrontar deberes y obligaciones. No son imposiciones, sino consecuencias de nuestra vida en sociedad, en una familia, en un grupo. Como seres sociales que somos no podemos vivir pensando sólo en nosotros y en nuestros deseos y necesidades. Somos con los demás, y una parte de nuestro tiempo debemos dedicarla a las otras personas, ya sea nuestro trabajo, ya sea una parte de nuestro ocio.

El tiempo es limitado, el día tiene veinticuatro horas y en ese espacio hemos de colocar nuestras obligaciones y también nuestras pasiones. Necesitamos tiempo para hacer lo que nos gusta y lo que nos toca hacer.

Las personas con capacidades artísticas y creativas necesitan compaginar ambas cosas: talento y obligación. Todo debe hacerse con talento: haz tan bien el encargo como aquello que te deleita. Lo que «toca» debe formar parte de tu ser y de tu identidad. En lenguaje de santa Teresa, es importante casar la obligación con la devoción.

Hay que encontrar un equilibrio entre el talento y la obligación. Que no se disparen ni el uno ni el otro. No podemos hacer sólo lo que nos gusta, pero tampoco podemos vivir siempre a golpe de disciplina.

El tiempo y los límites


Hay un tiempo para todo, como sabiamente señala el Eclesiastés. Pero sólo tenemos ocho horas para trabajar, este es un periodo razonable. Es verdad que el mundo laboral es complicado hoy y muchas personas deben trabajar más para poder sostener a su familia. Pero aparte del trabajo, el resto del día debería ser para la convivencia, el ocio y el descanso.

Tenemos ocho horas para el talento y la responsabilidad. Dentro de este tiempo, hay que priorizar lo más importante en cada área. Podemos preguntarnos: ¿cuál es la prioridad a la hora de desplegar mi potencial? ¿Cuál es la prioridad en el campo de mis responsabilidades?

Mucha gente talentosa se pierde en el bosque de su creatividad por falta de disciplina. Otra gente se pierde en el pantano de la apatía.

El hombre prudente sabe que tiene un talento y sabe que tiene sus límites. El hombre responsable también reconoce estos límites. Ignorarlos es querer hacerlo todo y abarcarlo todo, y eso es imposible. No somos dioses ni omnipotentes.

Hay un tiempo para todo


La Iglesia conoce el valor del tiempo y por eso, tradicionalmente, ha marcado el ritmo de trabajo con las campanadas. Así se vive en los monasterios: los monjes estructuran el día ordenando el tiempo y dando valor a cada cosa en su momento.

En última instancia, nada es absoluto, salvo Dios. Ni el talento es absoluto ni la responsabilidad lo es.
Cuando se absolutiza el talento o la responsabilidad, la gente entra en un frenesí. No canaliza bien ni el uno ni la otra. El talento se desborda o se dispersa; la responsabilidad aplasta y tiraniza.

Hay un tiempo para el talento, y un tiempo para la responsabilidad. Pero recordemos siempre: el tiempo es limitado.

Pasión y estrategia


No se puede correr si se quiere obtener una obra preciosa, con arte. El trabajo también tiene que ser un arte. El artista no tiene prisa para crear. Necesita tiempo para acabar bien su obra.

Pero, por otra parte, hay que poner algún plazo y una meta a nuestra acción, pues de lo contrario divagaríamos, empezaríamos mil cosas y no terminaríamos nada. Por eso es importante tener un ritmo, un horario y un método de trabajo. Se trata de conjugar pasión y estrategia. Sin este equilibrio no podremos culminar nada.

El arte tiene que ver con la inspiración. El trabajo, con el realismo —como decía un consultor amigo mío, hay que poner «patitas» a las ideas—. Hacer un trabajo bien hecho también pide creatividad. Como decía el poeta Joan Maragall, estima la feina que fas, ama tu trabajo, tu vocación, aquello para lo que sirves y aquello que te hace único; esfuérzate en tu quehacer como si de ello dependiera la salvación de la humanidad. «El mundo se arreglaría muy bien solo si todo el mundo cumpliera su deber con amor, en su casa.»

El arte surge del alma, es la pasión. La responsabilidad se rige por la razón. No podemos separarlas: pasión y razón, sentimiento y estrategia han de hermanarse. Sólo así uno se realiza y se siente bien, viviendo en plenitud.

3 comentarios:

  1. Joaquín, tu escrito me ha invitado a la reflexión y seguro que me va a ser de gran ayuda.
    Gracias.
    Un abrazo.

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  2. La teoria es sencilla, muy buena ...el problema viene a la hora de poner en practica. No són 8 horas de trabajo, son más, siempre demostrando que eres válido. A pesar de todos los hincapié debo ser capaz de buscar tiempo para todo: obligaciones, ocio, silencio, oración. ... gracias

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  3. Estamos en ello Joaquín, gracias por poner palabras donde por momentos se amontonan sueños mientras trabajamos.

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