La sociedad cada vez más nos empuja a dejar de ser nosotros
mismos. Esta batalla por abrirse camino y lograr un hueco importante se cobra
su precio: puede llevar a la persona a renunciar a sus valores, su talante y su
forma de ser. Los cánones impuestos por la moda exigen no sólo un cierto aspecto
físico, sino capacidad de empatizar con los demás y fluidez comunicativa. El
cine, los medios, la televisión, con programas de contenidos vacíos y
moralmente muy discutibles, tienden a destruir la intimidad de las personas. Por
un lado, exaltan el culto al cuerpo con un tipo de vestuario insinuante. Por
otro lado, prima un periodismo amarillo que se complace en ensuciar la fama y
desvelar la vida privada de las gentes. La situación es grave, pues lejos de
valorar a la persona como tal, fomenta un narcisismo enfermizo, que sólo busca
recrearse en el culto al yo, cayendo en la frivolidad más exagerada.
Cuántas adolescentes viven excesivamente preocupadas por su
cuerpo. Se ven poco atractivas y son capaces de cometer auténticas barbaridades
con tal de cumplir con los cánones de belleza que marcan modelos anoréxicas de
una delgadez extrema. Estando en su peso, se creen gordas. Todo gira en torno a
su físico. Necesitan gustar, ser aceptadas y acogidas, aunque esto les cueste sufrimiento
y adoptar conductas patológicas en cuanto a la comida: los trastornos
alimentarios como la anorexia y la bulimia se están convirtiendo en una
pandemia entre el colectivo juvenil.
La obsesión por gustar
El problema de fondo es este: si no eres guapo o guapa, simpático
y popular, no eres nadie. Ser alguien pasa por la aprobación de los jueces de
tu entorno: amigos, familiares, compañeros de trabajo… La fragilidad psíquica
de un adolescente le puede empujar a cometer graves errores. Urge apearse de
esta cultura de la apariencia. Tener un cierto físico no puede ser el medio
para conseguir lo que se quiere. Nadie tiene que decir a otro lo que tiene que
ser, obligándole a renunciar a su propia identidad. La fama, alcanzar la cumbre
mediática, presumir de reconocimiento y talentos puede llevar a vaciarse por
dentro.
Los centros de medicina estética asisten a esta locura
colectiva. Cada vez son más las jóvenes, incluso menores de edad, que quieren
cambiar su cuerpo sometiéndose a cirugías agresivas que pueden tener consecuencias
graves en su salud. Y lo peor de todo es que a veces lo hacen con total
consentimiento e incluso alentadas por sus padres.
Este comportamiento está fomentado por muchos artistas,
actores, actrices, modelos y famosos que se convierten en referentes para los
jóvenes. Quieren imitarlos y copiar su imagen, sin pensar que todo lo que sea alterar
su naturaleza mediante la cirugía va a dejar huellas irreparables en su cuerpo.
¿Quién no ha visto flamantes artistas, con un físico impresionante que, a
medida que envejecen, han ido deformando sus rostros de tal manera que, al
final, dejan de ser ellos mismos? Ver esos rostros tan retocados sobrecoge.
¿Cómo es posible cometer tales atrocidades con el propio cuerpo, con la propia
vida? Algunos, en su obsesión, acaban enfermos o dementes.
Ser tú mismo
Quisiera que los jóvenes pudieran leer esto como un aviso,
para que no se queden en su envoltorio. Las personas somos algo más que un
aspecto. Más allá de la piel o de la belleza física, hay una belleza interior
que nadie te puede arrebatar. Y esa belleza se refleja en tu rostro y en tu
cuerpo, tal como es. Tú puedes crecer y lograr lo que quieras sin renunciar a
ser tú mismo. No ambiciones nada que signifique diseccionar, descarnar, mutilar
tu rostro o tu cuerpo. Tu vida vale más que eso. No dejes que otros hagan de ti
una imagen que no eres tú, y una vida que no es la tuya. No dejes que te
empujen a hacer algo que está en contra de tus valores, de lo que anhelas en el
fondo de tu corazón.
Es verdad que esta obsesión por el éxito, el dinero y la
fama puede ser muy atractiva, pero ¡cuidado! Porque te puede llevar por un
camino que, mientras lo recorres, te atrapa con su falsa luminosidad y puedes
llegar a perderte en un laberinto de donde te será difícil salir. El
deslumbramiento puede ser tal que te haga vivir en una burbuja, apartándote de
tu propia realidad y tus necesidades. Cuando se tiene lo que uno quiere, es
fácil olvidar que eres un mortal, como todos. Toda esa parafernalia ha sido un
continuo engaño que te ha llevado a sentirte invencible, olvidando que no sólo
tienes un cuerpo bello por fuera, sino un organismo maravilloso que funciona
armónicamente para que vivas bien y sano. Cuando lo maltratas con bebida,
droga, un ritmo frenético, poco sueño y un cansancio continuo, tu energía irá
mermando poco a poco. Una vida enloquecida sin control ni equilibrio puede
llevarte a la muerte. El éxito nos embriaga y creemos que podemos estirar el
tiempo, pero nuestro ritmo biológico sigue su paso. Cuando forzamos el ritmo
vital la decadencia acecha y sobreviene antes de tiempo. Entonces es cuando la
cirugía estética se convierte en el remedio rápido, pero sólo consigue
convertirnos en pequeños “Frankestein”, deformes y grotescos. Esto les sucede a
todos aquellos que se dejaron llevar por la fama efímera y acabaron perdiendo
su belleza natural, la que les dio la naturaleza, para terminar hundidos en el
vacío, en el absurdo y en una triste imagen de lo que fueron.
Madurar con belleza
La naturaleza es muy sabia. Cuida de ella, mima tu cuerpo,
aliméntalo bien, descansa, haz deporte, elige bien tus amigos, estudia, haz lo
que te gusta… ¡ama la vida! Ama a tus familiares, a tus amigos, a ti mismo, a
Dios. Y acepta la muerte.
Cultiva el silencio, abraza tu realidad, mírate al espejo y
piensa: soy una maravilla para el Creador, él no cambiaría nada de lo que soy.
Tienes un cuerpo bello, sea como sea. Es un regalo, no lo modifiques. Una
belleza sofisticada no es natural. No caigas en la trampa de dejarte engañar por
las promesas falsas, por lo efímero. Tu cuerpo no tiene precio, no lo truques
ni creas en una falsa inmortalidad. Tu cuerpo es tu casa, donde moras. Cuídalo
porque, si lo haces, él cuidará de ti. Si vives arraigado en unos valores y
principios, todo tú estarás armonizado. También tu cuerpo y tu piel.
Vive de manera sana y, cuando envejezcas, porque eso será lo
natural, no necesariamente enfermarás. El desgaste se ralentizará porque
estarás oxigenando tu cuerpo y le estarás dando vida. Podemos llegar a ser
ancianos bellos y con salud. Esta es la meta de toda persona: mantener bella su
alma para mantener bello su cuerpo hasta el último día de su vida. ¡Qué paz morir
con un corazón que ha amado mucho, que ha sabido cuidarse para servir sanamente
a los demás!
Esta es la auténtica elegancia y belleza. La de saber que la
vida tiene sentido sólo cuando descubres tu auténtica misión. La piel envejece,
pero el corazón siempre se mantiene joven, porque sólo así puede amar, y el
amor siempre rejuvenece. No importa la edad: vivir siendo quien soy es la mejor
respuesta al don que se me ha dado.
Realmente precioso e interesante este escrito, hace falta leer o escuchar este tipo de mensaje. Gracias. Padre Joaquín por compartirlo es un regalo precioso
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