jueves, 31 de julio de 2025

Sinfonía del alba


Avanzado el verano, viajo a la comarca de la Noguera para disfrutar de unos días de retiro a los pies del Montsec. Me esperan jornadas de oración, silencio y deleite en paisajes agrestes: montañas escarpadas, lagos y arboledas bañadas por el sol, mientras respiro el aire seco de la Terra Ferma.

En este entorno tan sano, el corazón se desacelera, el ritmo interior cambia y la serenidad me invade. Mi velocidad interna desciende hasta alcanzar una calma envolvente. Del ruido intenso de la ciudad paso al sonido melódico del campo, rico en tonos y matices. En Barcelona, busco el sosiego caminando hacia el mar cada mañana; aquí lo encuentro paseando entre robles y cruzando riachuelos que murmuran entre la frescura de los cañizales.

Al igual que en la ciudad, madrugo y salgo a caminar. También aquí voy en busca del sol. No lo veré sobre el mar, sino emergiendo tras la montaña, siempre anunciado por sus primeros destellos, hasta surgir como un diamante dorado que se eleva con fuerza.

Con la claridad del alba, los pájaros rompen a cantar. Saltando de rama en rama, revoloteando entre las copas de los árboles, cada uno entona su trino.

Si los colores de los sembrados y los bosques, bajo un cielo de azul puro, son un regalo para la vista, el canto de los pájaros es un deleite para los oídos. En medio de esta música, se despierta en mí la conciencia del silencio interior y de la escucha. Callar es abrirse, y solo entonces puede percibirse la sinfonía del bosque. En los campos de cebada, a punto para la siega, sopla una brisa matinal que mece las espigas, agitándolas como un inmenso manto amarillo entre los sotos de robles.

Cada mañana soy testigo de un derroche de luz, sonido y color. El cielo despejado y el aire, fresco y perfumado, ensanchan mis pulmones. A medida que el sol asciende, la luz se desliza hasta los valles más profundos y las zonas umbrías del camino. Respiro, paso a paso, sorbo a sorbo, alimentándome de paz.

Dios se recrea, y la creación entera es un canto a Dios. Envuelto en la belleza, una inmensa gratitud llena mi alma, no solo por contemplar lo que veo, sino por ser consciente de ello y poder saborearlo. Es una experiencia que trasciende el intelecto y la mente, sin dejar de pisar la tierra: estoy entrando en el campo de la mística. El impacto estético salta por encima de la razón y se experimenta con el corazón. No hace falta hablar, basta dejarse llenar por el milagro matinal que solo pide ser contemplado. Cuando la mente calla, el silencio habla y el corazón florece.

En el ámbito vocacional hablamos de la respuesta del hombre a Dios. Pero la Creación, vestida con sus mejores galas, es una respuesta de Dios al hombre, anterior a toda llamada. En el libro de la naturaleza, Dios se manifiesta y nos muestra un rostro bello que no grita, sino que susurra; no manda, sino que enamora.

A través de la belleza, nos convierte en aliados y custodios de su obra, otorgándonos creatividad para que podamos alcanzar la cumbre y dialogar con Él en profunda complicidad.

En el Génesis, Dios pasea con Adán en el paraíso. Como dos amigos, caminan al atardecer, hombro con hombro, deleitándose en el jardín. Paseando entre campos y senderos, siento la mano de Dios posarse suavemente sobre mi espalda, regalándome estos cinco días de retiro, de silencio y de compañía, de regalo para mis ojos.

¡Gracias, Dios mío, por tanto don!

5 comentarios:

  1. Gracias Padre Celestial. Gracias Padre Joaquín por compartir éste deleite de escrito que envuelve mi alma.
    Me he gozado y me he sumergido en esa grandiosa creación, por vía de éste regalo de relato.
    Estuve inmersa allí.
    Gloria a Dios!

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  2. Precioso y poético relato muy cercano a la mística.

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  3. ¡La respuesta de Dios al hombre! El sí que nos da a todos, incluso antes de llamarnos... Esto me impactó y así lo creo.

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  4. Hermosa descripción llena de vida. Gracias

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