domingo, 2 de octubre de 2016

La distorsión de la realidad

A partir de mi experiencia, sufriendo un problema visual similar a la degeneración macular, he hecho esta reflexión sobre la capacidad que tenemos las personas de distorsionar nuestra visión de la realidad.

Hay patologías oculares que deforman la visión. Sobre todo la degeneración macular húmeda, que por las fugas de líquido o hemorragias internas en la retina provoca que la persona vea los objetos deformados y las líneas rectas se vean torcidas u onduladas.

Nuestros ojos están en contacto con la realidad para disfrutar de la belleza que nos rodea. La luz penetra en la retina y su claridad se traduce en una fiesta de colores e imágenes. Ver te hace sentirte vivo. Los ojos son realmente ventanas abiertas al mundo, a la vida, a los demás. Los ojos sanos también te ayudan a tener una vida contemplativa, porque con ellos admiras la hermosura de la creación, puedes mirar con dulzura al otro y aceptar la realidad como un don.

Una pequeña apertura, del tamaño de una cabeza de alfiler, se ocupa de filmar todo cuanto vemos y nos permite saborear la visión del mundo. Es un auténtico milagro cómo algo tan diminuto puede alcanzar a ver hasta las estrellas lejanas del cielo. Pequeñas neuronas nos proporcionan una gran visión. Precisamente por la fragilidad de estas células hay un riesgo de deterioro que puede comprometer seriamente el precioso sentido de la vista. 

Cuando se sufre degeneración macular, todo lo armónico y lo bello se afea. Perder la visión y ver el mundo deformado causa sufrimiento e inseguridad. La tristeza al no poder ver bien es muy profunda, similar al duelo por una pérdida. Quien sufre de estas patologías no deja de recordar y añorar cómo se ve el mundo cuando el sistema ocular está sano y pueden percibirse las formas con su natural belleza y armonía.

Distorsión del alma


Pero si hacemos un paralelo con el plano espiritual de la persona, hay una patología aún peor. Es la que nos hace ver la realidad deformada, no por un problema ocular, sino por un mecanismo de la psique que nos impide aceptar las cosas tal como son.

Hay una degeneración espiritual que distorsiona nuestra visión del mundo y de las personas. Es entonces cuando vemos en el otro a un enemigo o a un extraño del que debemos desconfiar. Es cuando sólo apreciamos lo negativo, o incluso vemos mala intención o maldad imaginarias que no son tales en las personas. Es cuando vemos el mundo con tintes simplistas: o demasiado rosa, cayendo en un buenismo ideal, o demasiado negro, cayendo en catastrofismos pesimistas.

Hay muchos factores que deforman nuestra visión del alma. Tenemos las ideologías que nos modelan la mente y nos hacen intolerantes con los que piensan distinto a nosotros. El miedo agranda y exagera los problemas, y nos hace crear monstruos y amenazas inexistentes. La arrogancia nos hace ver todo en función de nuestros intereses. La apatía es como una niebla, que difumina las formas y los contornos, haciéndonos perder el contacto con la realidad. El egocentrismo es especialmente deformante, pues lo vemos todo a través de la lupa de nuestro ego. Todo lo que nos afecta se hace enorme, y lo que no nos interesa se hace pequeño o desaparece de nuestro campo visual. La depresión nos hace ver todo de un color triste y gris, sin esperanza, sin luz.

Cómo sanar y recobrar la lucidez


¿Cómo recuperar una visión clara de la realidad? Muchos diréis: bueno, es que cada persona tiene su visión, no hay dos maneras iguales de ver las cosas. Es cierto, pero también es verdad que la realidad está ahí y hay hechos objetivos que no podemos negar. De cómo los veamos dependerá nuestra actitud vital, nuestra reacción y también nuestras relaciones con los demás.

Cuando hay degeneración macular, el paciente tiene que descansar y no forzar la vista. Yo diría que para las distorsiones de la visión del alma también necesitamos reposo. El descanso espiritual es necesario, y es ese tiempo de silencio, de oración y de confianza en Dios que todos necesitamos a diario. El silencio y la contemplación aclaran la visión. En brazos de Dios, acurrucados en su presencia silenciosa, podemos contemplar la realidad desde una atalaya que nos permitirá captar mejor el panorama, con perspectiva, con paz. Podremos ver nuestra vida en su conjunto y comprender mejor el sentido de las cosas.

Otro remedio para mejorar la retina son las inyecciones con ciertos fármacos que inhiben el crecimiento de vasos sanguíneos. Trasladando la imagen a la vida interior, podríamos decir que también necesitamos inyecciones de una medicina que nos ayude a limpiar la visión del alma. ¿Cuál es esta medicina? De la misma manera que una inyección te la tiene que poner un médico, este remedio no viene de ti mismo: lo necesitas recibir de los demás. Un amigo, un consejero, tu cónyuge, un sacerdote… Alguien que te quiera y se preocupe por ti puede ayudarte en los momentos de duda, dolor u ofuscación. No te cierres en ti mismo. No te aísles ni creas que tu visión es la única y la correcta. Los demás, aquellos que te quieren, son tu mejor medicina. Habla, comenta, pide consejo… y sobre todo escucha. Abrirse a los demás puede aclarar tu visión.

Finalmente, para ayudar a regenerar tu retina es importantísima la alimentación. Tomar frutas y verduras frescas, llenas de antioxidantes y nutrientes, renueva los tejidos y ayuda a la curación. ¿Cuál es nuestro alimento en el plano espiritual? La oración es importante. La compañía de los demás también. Hay otra fuerza poderosa que otorga vista clara: amar a los demás. La clarividencia del amor nos ayuda a ver las cosas en su proporción justa.

Los cristianos, además, tenemos un don inagotable: el mismo Cristo. Dios hecho pan se nos da como alimento curativo que puede sanarnos y devolvernos no sólo las fuerzas y el ánimo, sino una percepción lúcida de la realidad. Recordemos los dones del Espíritu Santo, esos regalos que Dios otorga con los sacramentos y la oración. Sabiduría, ciencia, inteligencia… son medicina para los ojos del alma que podemos obtener si los sabemos recibir con sinceridad y fe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario