Sabemos que la música es una realidad innata en el ser
humano. Forma parte de nuestra vida cotidiana. Sin ella, la vida sería gris o
triste para muchos. El ser humano tiene oídos, no sólo para escuchar voces,
sonidos y ruidos. El ser humano necesita la música para vivir. La música nos
fascina, nos ayuda a dar color y sentido a la vida, pues hay músicas que elevan
y nos hacen sentir bien con nosotros mismos. La música hasta llega a ser
terapéutica. Nos puede inspirar, relajar y emocionar. Hay músicas que afectan a
nuestro estado de ánimo. Una música armónica, bella, puede entrar en nuestra
psique y producirnos emociones hermosas. También puede despertar la búsqueda de
lo trascendente.
La música tiene un efecto pedagógico, capaz de cambiar
conductas y sentimientos. No se puede concebir al hombre sin ese deseo interior
por la música.
Solemos describir al ser humano como animal racional, pero
habría que añadir, homo ludicus,
animal que juega. Le gusta jugar, bailar, cantar, escuchar, conmoverse. Forma
parte de su naturaleza. La música nos lanza a nuevas experiencias estéticas que
nos ayudan a ir descubriendo quién somos. La música puede revelarnos, poco a
poco, nuestra identidad.
No hablo de esa música estridente, metálica y electrónica,
que podríamos llamar rompedora o agresiva. Tampoco me refiero a las músicas
ñoñas o sentimentalistas, demasiado azucaradas, que pueden producir tristeza,
desesperanza o replegamiento sobre uno mismo. Son músicas pobres que nos
empujan a hundirnos en un mar de sentimientos contradictorios. No ayudan a
abrir nuevos horizontes. Todo depende del perfil psicológico de quien escucha,
pero creo que no todo puede llamarse arte.
Muchas músicas provocan una alteración de la conciencia y
cierto tipo de emociones y actitudes. En este estado, la persona puede ser
fácilmente manipulada.
La música es arte cuando produce una profunda emoción
estética, serenidad, bienestar, armonía. La música es belleza cuando nos hace
crecer hacia afuera y no nos aísla. Una música que nos hace salir de nosotros
mismos es arte terapéutico y nos ayuda a expandirnos y a potenciar los buenos
sentimientos.
Existe también la música de la naturaleza, sonidos armónicos
que nos ayudan a penetrar en la realidad: desde el susurro de los riachuelos,
el vaivén de las olas acariciando la arena o el canto de un jilguero, el soplo
del viento sobre tu rostro o el coro de los delfines. Todo esto también produce
un efecto positivo en nuestra psique.
Pero hay otro tipo de música, no producida por instrumentos
ni por los sonidos de la naturaleza. Es una música que requiere algo más que
aislarte para disfrutar de una hermosa melodía. Necesita del silencio,
necesario para que nada ni nadie te distraiga. Silencio, en soledad, que te
permite llegar a una certeza última que tienes en tu corazón.
Tú ante el misterio infinito que te envuelve: tú y tu
Creador. En esa soledad más profunda es cuando empiezas a penetrar en lo más
hondo de ese castillo interior que es tu alma. Allí, en el abismo de tu ser,
suena una música que no oyes con los oídos. Es una vibración que tiene que ver
con lo que tú eres, haces y decides. Esa música interior es realmente lo que
define tu ser. Es tu música.
No suena afuera, se siente adentro y de tal manera que es la
que realmente te empuja a desplegarte en tu totalidad. Esa música suena en tu
aliento, en lo que dices, haces y construyes, en lo que sientes. Es la melodía
que sale de tu corazón.
Tú eres música y tu cuerpo es el instrumento. Pero, como
toda música, necesita de aire para que se produzca sonido y de alguien que lo
toque. Ese alguien no es una energía difuminada, sino alguien que te ha creado
con amor. Alguien que saca de ti las mejores melodías, en forma de acciones
armoniosas.
Ese Alguien, que es bondad y amor, susurra en lo más hondo
de ti para que tu música suene a belleza, a bondad, a verdad. Somos un
instrumento en manos de Dios. Él desea que saques la mejor sinfonía de tu vida,
para el gozo y felicidad de los demás.
Busquemos dentro de nosotros mismos y descubriremos qué
instrumento somos para deleitarnos con la música que suena en nuestro interior.
Sólo así seremos capaces de regenerar nuestra vida y convertirnos en amigos de
nuestro Creador.
Maravilloso! me encanto esto Super! muchas gracias!
ResponderEliminar¡Gracias!
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