Frente a la crisis sanitaria causada por el virus Covid-19,
y ante la veloz expansión de la epidemia, las autoridades han decretado el confinamiento en nuestros hogares, repitiendo con insistencia que no salgamos de
casa salvo por extrema necesidad, para evitar los contagios virales. Sin duda
la epidemia tendrá grandes consecuencias sobre la salud, la economía y la vida
social y laboral de muchas personas. Estamos en una situación excepcional en la
historia. La paralización de todo el territorio nacional afectará a la vida de
cada ciudadano.
El estado de alarma nos empuja forzosamente a estar
recluidos en el hogar. No quisiera entrar en teorías conspiratorias que corren
por las redes sociales, y que afirman que el virus está fabricado en
laboratorios por élites que quieren dominar el mundo. Quizás haya algo de
verdad en ello. Pero quisiera reflexionar sobre la gran oportunidad que esta
situación supone para cada uno de nosotros. La paralización y el tener que
permanecer en casa nos obligan a replantearnos nuestras relaciones y formas de
hacer y funcionar. En medio de una vida llena de frenesí y estrés, quizás nunca
hemos tenido la ocasión de parar en seco nuestro ritmo. Desacelerar esta
velocidad vertiginosa es una oportunidad única para dar valor al tiempo, que
tantas veces nos falta y queremos exprimir al máximo. Ahora, sin querer,
tenemos ese ansiado tiempo para estar en casa, en paz, con los nuestros, para
cultivar una convivencia familiar más cohesionada, para dialogar y reflexionar.
Tiempo para crecer
No es el fin del mundo. Por fin disponemos de mucho tiempo
para crecer con nuestros seres queridos. Estar demasiado tiempo fuera de casa
debilita los vínculos y a veces incluso hace que se rompan. Ahora es el momento
para compartir, planear y potenciar el diálogo interpersonal. Si la pandemia
nos obliga a pasar mucho tiempo juntos, ¿acaso no es esto lo que siempre
anhelamos?
También es un momento para la lectura, no sólo de evasión,
sino de libros que nos ayuden a meditar sobre el sentido de la vida, de los
demás, de las cosas. Tenemos tiempo para aprender, para conocer mejor nuestra
historia, nuestra identidad, los aspectos filosóficos y religiosos de nuestra
cultura, que nos ayudan a comprender mejor la realidad que nos rodea y el
porqué de los acontecimientos. Tenemos tiempo, también, para cultivar el valor
del silencio: apartarse, recogerse, explorar nuestro desierto interior y, desde
esa soledad íntima, descubrir el enorme potencial que tenemos dentro.
Hemos de aprovechar esta situación para reforzarnos moral,
humana y espiritualmente. Todo esto tiene una explicación que no alcanzamos a
entender, pero que debe tener un profundo significado. Es un momento para encontrarnos
con nosotros mismos, para rezar, meditar y profundizar.
Cuidado de la naturaleza
Otro aspecto de la paralización es la limpieza del medio
ambiente. En un mes, la polución ha bajado un 30 %. La naturaleza ruge y tiene
sus leyes, el planeta grita, pero la vida saldrá adelante porque así está
concebida. La crisis sanitaria nos hará pensar en el cuidado de la tierra, el
agua, el aire que respiramos. Todos hemos de contribuir a la salud del medio
ambiente, que tenemos que cuidar y custodiar.
Es verdad que el estado de alarma va a provocar una recesión
económica grave, pero estamos tan dependientes de un consumismo frenético y
tecnológico que, al final, nos quita la salud y el tiempo. Aprendamos a no
hacer tantas cosas y a gastar menos. Esta es una ocasión para dar valor a lo
que se es, por encima de lo que se tiene.
Valorar la ternura
Quizás lo más doloroso para muchos será la restricción de
los espacios de afecto para evitar y combatir el contagio. Muchas personas,
estando sanas, no valoran lo bastante la mirada, el abrazo, la comunicación de
corazón a corazón, el tiempo para la intimidad. Hacen dejación de este
compromiso para fortalecer los vínculos familiares y conyugales. Ahora, el
temor al contagio hará que se valoren mucho más las manifestaciones de afecto y
los espacios de ternura.
Todo esto me lleva a otra reflexión. ¿Damos el suficiente
valor a la delicadeza, a la cordialidad, a la amabilidad, al respeto por
aquellos que son cruciales en nuestra vida y en nuestro crecimiento humano?
Cuando por roces e incomprensiones todo se descuida, y se
deja de mimar las relaciones, estamos incubando otro tipo de virus letal. La
indiferencia, la apatía, el mutismo, la distancia, ignorar al otro es una
pandemia que causa mucho daño y que se propaga por las familias a gran
velocidad. Cuántos matrimonios están en la UCI porque fallaron en su momento
las defensas del amor. Hoy, quizás muchos están añorando un abrazo, un beso, un
apretón de manos que por culpa de este virus no pueden recibir. Pero es una
gran oportunidad para que, una vez se recuperen, vuelvan a encontrarse, a
abrazarse, a fundirse para activar el fuego del amor. El ser humano necesita de
la energía amorosa, y aunque en muchas personas se haya apagado la pasión,
quizás todavía quedan pequeñas brasas que pueden volver a encenderse con el
soplo de una nueva esperanza. El fuego que un día se apagó puede volver a
eclosionar.
El mejor antivirus
No todo está perdido, por mucho pánico que genere la
enfermedad. El ser humano tiene dentro un arsenal de amor y solidaridad, como
lo estamos viendo en el mundo sanitario estos días. Médicos, enfermeras,
celadores, y muchos otros están dándolo todo. Sólo unidos y solidarios podremos
combatir la pandemia. No minusvaloremos esos miles de corazones latiendo al unísono.
El cosmos tiembla ante tanta generosidad.
No olvidemos que una bondad globalizada es el mejor
antivirus que existe: dejar de ver al otro como un ser lejano y convertirlo en
hermano es el mejor antídoto o vacuna contra todo tipo de virus. Esta es la mayor
fuerza que nos ha dado el Creador.
Gracias, muchas gracias. Me ha encantado. me parece muy buena reflexión.
ResponderEliminarPreciosa reflexión. Gracias Padre Joaquín! Ánimo!
ResponderEliminarMuy buena reflexión gracias Padre Joaquin
ResponderEliminarRealmente hermoso y oportuno. Tiene mucho para plantearnos, meditar tranquilos y,sobre todo, poner en práctica.
ResponderEliminarP. Joaquin siempre en su línea, siempre profundo. Gracias.