La palabra puede causar un dolor inmenso, abrir grietas
irreparables y sembrar distancias. Cuando se usa para romper, herir, manipular
u odiar, deja de ser un medio para construir y se convierte en un instrumento
de destrucción. Entonces, ya no contribuye a nuestro crecimiento.
La palabra es sagrada y, como tal, debería estar siempre
orientada hacia el bien. «De lo que está lleno el corazón, habla la boca». La
palabra refleja lo que somos por dentro: si hay violencia en nuestro interior,
sus efectos pueden ser letales.
Lo mismo ocurre con la escritura. Al escribir, podemos
abordar temas y relatar historias que eleven la vida de las personas, que
nutran la psique y el corazón. Pero también podemos convertir la escritura en
un arma cargada de sesgo y manipulación. Las palabras pueden herir tanto como
los gritos, las discusiones o la violencia verbal.
Los ataques, ya sean hablados o escritos, desgarran a quien
los recibe. Pero en la escritura el daño puede ser aún mayor, pues la pluma,
cuando es afilada por el rencor, se convierte en un bisturí implacable. Un
grito puede surgir sin control, pero una frase escrita con intención
destructiva ordena el pensamiento y canaliza el resentimiento con precisión. La
pluma, en manos de una persona resentida, se transforma en un arma letal que
apunta a donde más duele, con el propósito de destrozar.
Incluso puede disfrazarse de benevolencia, justificando la
agresión con la excusa de que es "por el bien" del otro, cuando en
realidad solo canaliza un fuego interior que no se domina. Un grito impacta por
su estridencia, pero la palabra escrita penetra hasta el tuétano. El silencio
de un escrito puede ser más atronador que un grito descontrolado; la suavidad
de las letras, más mortífera que la rudeza de la voz.
Por eso, tanto al hablar como al escribir, debemos preguntarnos si estamos construyendo o destruyendo, si nuestras palabras harán crecer al otro con amor o si, por el contrario, sembrarán ruinas en su interior.
Padre Joaquín,que reflexión más sincera,he sido víctima de la palabra y también del silencio, aunque en este escrito no veo el silencio, también es otro lenguaje que también hiere en lo profundo del alma,pero si la palabra es sagrada,tenemos que pensar muy bien las palabras con las que nos comunicamos porque son heridas difíciles de curar,solo con Dios y su corazón hará la obra
ResponderEliminarGracias p.Joaquin es una reflexión hecha con el alma y que razón tiene.
ResponderEliminarGracias Pe Joaquin!! Cuanta sensibilidade y que enseñanza! A nosotros alerta para lo que vamos escribir y mucho nos fortalece ante las malas palabras que a nosotros puedan ser dirigidas! Gracias!
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