domingo, 5 de septiembre de 2021

¿Por qué se rompen las relaciones?


La psicología humana es muy compleja. Ahondar en la psique requiere tener en cuenta múltiples facetas de la realidad de la persona: sus ancestros, su familia más inmediata, sus relaciones, su educación, sus valores y su propia visión de la realidad.

Un factor crucial para mantener unas relaciones sanas y equilibradas es la comunicación. Es fundamental tener la capacidad de escuchar y saber generar empatía con el otro, amoldándose a su carácter, reconociendo y alegrándose por sus fortalezas, sus logros, el rico potencial que lo define tal y como es. Pero también hay que aprender a aceptar sus límites y debilidades, su temperamento e incluso sus equivocaciones. Entender cómo es el otro y ser comprensivo con sus errores facilita el diálogo.

Nadie es perfecto, ni totalmente maduro. La estabilidad de las relaciones depende mucho de crear un marco adecuado y sincero para ir creciendo juntos. Esto favorece la convivencia y es necesario para no caer en el tedio, sino todo lo contrario. La complicidad hará que la vida interpersonal sea un oasis donde disfrutar de la mutua compañía en la dimensión emocional y afectiva. En las parejas es importante que se dé esta sintonía para que su vida se convierta en un ámbito de confianza, donde compartir lo más íntimo. Saberse querido forma parte de la estabilidad de la persona y de su proyecto conyugal.

Pero, para que esto sea así, se ha de tener muy claro que la relación implica compartir toda una vida con la persona con la que se ha decidido caminar, para siempre. Aquí está el meollo de la cuestión.

Las crisis, un desafío

Todos conocemos casos, incluso dentro de nuestra familia. Muchas relaciones han empezado muy bien, con una clara convicción y con responsabilidades asumidas. Se suponía una unión duradera, pero con el tiempo se ha ido deteriorando y al final se rompe. Habría que analizar cada caso y su entorno, y ver si realmente se han dado los pasos necesarios para asegurar la cohesión de la pareja. Quizás no hubo suficiente reflexión, o el tiempo necesario para discernir. Quizás durante la relación no ha habido espacios para corregir los desvíos que van surgiendo en el itinerario hacia la madurez.

Cuando por parte de los dos se asume que habrá dificultades, normales, que no tienen por qué agrietar las relaciones, los problemas que surgen forman parte de la dinámica del crecimiento. A veces es bueno pasar por ellos para aprender a resolver lagunas y ahondar en su origen; con el tiempo superar estas crisis puede consolidar aún más la relación. Son retos que se presentan y que enseñan, una tormenta que, si se maneja bien, no tiene por qué llevar al naufragio del hogar.

Pero ¿qué ocurre cuando todo cae, por la razón que sea? Entonces empiezan las grandes desazones, los enfrentamientos, la crisis que irá rompiendo la relación y complicando la convivencia del día a día, hasta el punto de que en muchas parejas se cae en la más absoluta incomunicación y en la ignorancia del otro.

Soledad y ruptura

Es entonces cuando la convivencia se convierte en un mero compartir el espacio habitado, sin afecto, sin intimidad. No hay diálogo, se inicia un proceso de violencia verbal y psicológica y todo está a punto de resquebrajarse. En algunos casos se llega a la violencia física.

Las emociones y los vínculos afectivos desaparecen. Surge una terrible soledad y un sentimiento de ruptura interior. Algo ha muerto. Estallan las grandes disputas y el ambiente en el hogar se hace insoportable. La guerra ha empezado y la familia es un barco naufragando en medio del oleaje.

El problema empeora cuando, en el matrimonio, uno de los dos está totalmente incapacitado para nuclear el problema y evitar hacer más daño. Es incapaz de discernir y guardar una distancia adecuada para evitar roces. Esto ocurre entre muchas personas mayores que empiezan a tener problemas cognitivos, dificultando aún más su resolución.

Los dos se convierten en víctimas y maltratadores a la vez, el uno contra el otro. En ocasiones, el que parece ser la víctima es el que maltrata más. La aparente víctima emplea estrategias de venganza psicológica para enredar al otro en un bucle que le hace imposible salir. Es entonces cuando la víctima se convierte en maltratadora y busca herir al otro para causarle el mayor daño posible. Cuando esto sucede, se da la muerte definitiva de las relaciones.

Cuando se llega al nivel de la supervivencia, a veces lo único que queda es alejarse del conflicto para evitar los enfrentamientos y no hacer más daño.

¿Por qué se ha llegado a este extremo? Pienso que quizás el problema esté en los mismos inicios de la relación. Los grandes conflictos no surgen de la noche a la mañana; la mayoría llevan años, incluso décadas, gestándose.

Decidir con cabeza y corazón

Cuando uno se decide por una persona, tiene que poner entre paréntesis las emociones, los sentimientos, las sensaciones de bienestar. Hay que controlar los impulsos del corazón para que la decisión se tome con la cabeza. A veces es difícil parar ese torrente de emociones, pero será decisivo para la elección definitiva, pues evitará dar un mal paso que puede acarrear grandes problemas y sufrimiento en el futuro.

Esta reflexión puede parecer muy fría. Cuando se acumulan tantas emociones parece imposible detenerlas. Pero rebajar un poco la temperatura de la pasión puede ayudar a acertar en la elección.

La razón nos ayudará a plantearnos ciertas cuestiones vitales. Esta relación, ¿me conviene? ¿Le conviene a la otra persona? ¿Seré capaz de hacerla feliz siempre? Si sufrimos dificultades o enfermedad, ¿sabremos amarnos y cuidarnos? ¿Compartimos algo más que la atracción física, algo duradero por lo que vale la pena luchar? ¿Me veo creciendo y envejeciendo junto a esta persona?

Razón y corazón han de ir juntos; la razón no puede ir sola, pero tampoco el corazón. Armonizar estos dos polos es fundamental para levantar cualquier proyecto sólido y duradero. No podemos llevar adelante nada sin pasión, pero, sin cabeza, el proyecto puede estrellarse.

Los cimientos de la relación

El problema es cuando se construye un edificio muy complejo sin tener en cuenta las diferentes variantes y sin un fundamento que sostenga el peso de la estructura. ¿Qué necesitan estos cimientos parar poder aguantar los vaivenes y el desgaste propio de las relaciones?

Cuando se decide dar el paso definitivo en una relación, hay que tener en cuenta todo lo necesario para iniciar este ilusionante proyecto. En una hermosa construcción, el sí para siempre es el pilar fundamental que sostiene la energía vital y amorosa. La fuerza de esta profunda convicción hará que el edificio arraigue en el suelo y pueda crecer. Este sí para siempre que un día os dijisteis os ayudará a trascender de los altibajos emocionales para mirar hacia arriba y pasar un estadio más espiritual.

Desde esta altura trascendida, podremos contemplar con gratitud todo lo vivido y dar sentido y densidad a nuestra convivencia, cada día.