domingo, 26 de enero de 2020

Resistiendo el vendaval


Días atrás se anunciaba en los medios de comunicación una terrible borrasca que azotaría toda la Península. Vientos huracanados, lluvias persistentes, hielos y nieve a poca cota de altura; carreteras cortadas, colegios cerrados, cortes de luz y pueblos aislados. En Teruel, la nevada ha cubierto toda la ciudad, así como en Zaragoza, y en algunos lugares los ríos se han desbordado. Este es el paisaje sombrío de estos días, sin contar los destrozos causados por la tormenta. Los daños han sido cuantiosos, pero quizás el más cruel ha sido la pérdida de vidas humanas.

Un panorama triste se cierne sobre la geografía española. También Barcelona ha sufrido la embestida de un vendaval que ha arreciado sobre la ciudad. En nuestro entrañable y sencillo patio, se han dejado sentir las consecuencias del temporal inclemente. El viento ha arrancado de cuajo un olivo joven, plantado hace ocho años. En poco tiempo había crecido mucho, más de cuatro metros, pero los fuertes vientos arremolinados han podido con este tierno árbol, que empezaba a dar bellas ramas y sombra. La lucha sin cuartel contra el huracán ha segado su vida. Esta tarde, al salir al patio, me lo he encontrado tumbado en el suelo.

Me ha dado pena verlo abatido, arrancado de sus raíces. En cambio, la morera ha resistido con toda su fuerza al viento que arrecia sin piedad, como si se tratara de una lucha a vida o muerte. Los fuertes golpes que han flagelado sus ramas no la han hecho desfallecer. Es impresionante ver cómo aguanta la lucha, sola como un gladiador en un anfiteatro romano, ante el viento agresivo que sacude sus ramas, balanceándolas a un lado y a otro como latigazos. El huracán no le da respiro, pero ella hace acopio de fuerzas y resiste ante el brutal enemigo, defendiéndose hora tras hora. Su tronco recio da fuerza a sus ramas, y será el preludio de su victoria. Fiel a su lugar, enraizada en este hermoso patio, la morera se muestra invencible. Cuando la toco, me parece sentir su respiración, muy interna, latente bajo la corteza áspera y fría. Pero, por dentro, la savia sigue viva.

Este invierno la morera ha tenido que librar otra batalla. Pero ahí sigue, valiente, firme, sin doblegarse. Sabe muy bien que forma parte, no sólo de un lugar, sino de una historia muy larga, la historia de esta parroquia, cuyo patio embellece.

Volverá la primavera y llegará el verano. Entonces se mecerá en la suave brisa y nos regalará momentos apacibles bajo su sombra.

En la vida hay momentos de calma, de paz y de alegría. Vivimos acontecimientos que ensanchan nuestro corazón y nos deleitamos con experiencias hermosas que nos llenan de plenitud. A veces sentimos que volamos, crecemos y saboreamos las mieles de la vida: amor, amistades, propósito vital… En esos momentos sentimos un enorme gozo, las expectativas se cumplen y sentimos que vamos conquistando la cima. Pero ¿estamos preparados para afrontar reveses y situaciones difíciles? Hay veces en que, no sabemos por qué, todo se tuerce. ¿Estamos preparados para gestionar las grandes borrascas de nuestra vida? ¿Estamos preparados para resistir y combatir los oleajes que se levantan ante nosotros, dejándonos exhaustos? Enfermedades, dolores del alma, soledad, la traición de un amigo, la ruptura con el cónyuge, un trato injusto en la familia o en el trabajo, la pérdida de un empleo o de recursos materiales, una fuerte herida emocional, causada por alguien cercano, la pérdida de un ser querido, un accidente inesperado que ha diezmado tu vida… Esos vientos huracanados nos llevan al límite y nos hacen sentir que estamos en medio de una ola a punto de devorarnos. Cuando ocurre todo esto, se produce algo extraordinario. La vida te pone a prueba para que demuestres la capacidad increíble de respuesta que hay en ti y puedas superar cualquier tipo de embestida.

Mirando a la morera, en su combate tenaz contra el viento, me quedaba atónito. En medio de grandes sacudidas, permanecía fuerte y erguida. El aire doblaba sus ramas, a punto de romperse, pero inexplicablemente, aguantaban. ¿Qué le permitió vencer estas ráfagas de viento que soplaban con todas sus fuerzas, saliendo airosa de la dura batalla?

Resistencia


Observo su aspecto y veo que en ella hay una fuerte resistencia. En el hombre, diríamos que un corazón potente y unos músculos tonificados le hacen capaz de aguantar hasta el límite el dolor de tantos golpes. En la vida, si queremos vivir con pasión, hemos de fortalecer nuestro espíritu y sólo podremos hacerlo si aprendemos a gestionar dudas, incertidumbre y situaciones inesperadas. Cuando somos capaces de asumir estas dimensiones del ser humano y entendemos que estamos concebidos para vivir esta doble realidad, de gozo y sufrimiento, podremos integrar todos los contratiempos. Cuando vayamos madurando, humana y espiritualmente, es cuando nos estaremos preparando para cualquier circunstancia.

La morera me enseña que, si una persona está firme, con toda su experiencia humana acumulada y con certezas sobre las que creer y hacer, estará preparada para conseguir cualquier meta que se proponga. Será capaz de resistir las inclemencias de afuera y de adentro. Resistir es creer en aquello que eres y en lo que estás haciendo.

Flexibilidad


También observaba en la morera la elasticidad de sus ramas, que se doblaban sin romperse. Qué importante es tener agilidad mental y empatía en las relaciones humanas. La dureza puede romper o abortar proyectos y relaciones. Una falta de visión de conjunto puede provocar daños innecesarios. Ser flexible ante los demás y tener la mente abierta permite sobrevivir en los momentos difíciles. Saber cabalgar sobre el lomo de los vientos que arrecian, aunque te hagas algún rasguño, hará que no te rompas por dentro. Hay que tener la agilidad de sortear el huracán.

Raíces


La tercera cosa que observé son las raíces profundas de la morera. Es un árbol resistente y flexible porque saca un vigor inagotable de sus raíces. La hondura del terreno y la profundidad de la raíz le permitieron resistir, sin que en ningún momento hubiera el menor temblor en su tronco. Con una base sólida, agarrada con todas sus fuerzas, se mantenía como si nada hubiera pasado. La furia del viento era letal, pero sus raíces le bastaban para que todas sus ramas aguantasen lo insoportable.

¿Cuáles son las raíces de la persona? ¿En qué terreno se hunden? Si están bien clavadas en su corazón, permanecerá de pie, pese a la riada de problemas que pueda azotar su vida. Sobre todo, la certeza de que vives por alguien y para alguien. La fuerza del amor es la raíz más gruesa que te hace conectar con la vida, con el suelo de tu existencia, con la realidad de lo que eres y lo que quieres llegar a ser. Tus raíces son tus valores, lo que crees y amas, tu visión de la vida, tus metas, tus sueños. Y, para mí, una visión trascendente de la vida. Son mis convicciones más profundas, mi realidad, mi pasado, mi familia, todos aquellos tesoros que me han hecho ser lo que soy y hacer lo que hago. Una persona con recios principios soportará los vaivenes de la vida, y no sólo eso, sino que de todo sacará una gran lección que todavía le hará vivir con más intensidad, incluso en los momentos de fuertes tormentas. Si estás enraizado en lo que eres y vives, y sobre todo en lo que crees y en lo que piensas, saldrás victorioso de todos los combates. Si, además de creer en ti mismo, crees en una fuerza amorosa que sostiene tu vida, hasta en los peores momentos de tu noche interior, nada malo te abatirá. Si la fuerza de lo humano y lo divino se une, si Dios está en tus raíces más profundas, nada te tumbará.

domingo, 19 de enero de 2020

La pólvora de los correveidiles

Una de las lacras que más enfrentamientos produce entre las personas son los correveidiles. Han existido siempre, desde las comunidades más pequeñas hasta los grandes imperios, como el romano, donde había profesionales pagados cuya misión era difundir bulos, medias verdades y calumnias a fin de desacreditar al adversario político de una u otra familia. El rumor se utilizaba como arma letal para destruir a un enemigo en las arenas políticas. Sus víctimas podían ser personajes públicos, pero también empresarios acaudalados o líderes religiosos. Hoy, esta actitud malévola sigue siendo una realidad, y su objetivo es el mismo: destruir al otro.

Esta perniciosa actitud fomenta los celos, el miedo, las inseguridades, la envidia y la competitividad.
¿Qué hay detrás de esta actitud? Creo que nos encontramos ante un grave conflicto interior. A menudo, la causa es no soportar que otra persona sea mejor que nosotros —o nos parezca mejor—, y pueda hacernos sombra. Esto nos lleva a convertirla en enemigo, y al enemigo hay que destruirlo como sea, llevándolo a situaciones límite. No son necesarias las armas de fuego, basta poner en marcha todo un mecanismo mental y psicológico que lo irá hundiendo.

El atacante utilizará todas sus armas, situándose siempre entre la verdad y la mentira, aunque no le importe la verdad como concepto ético. Lo que persigue no es esclarecer los hechos, sino poner en cuestión la credibilidad del otro. Intentará meterse en su pasado, en sus vínculos familiares, en cualquier hecho que pueda motivar una crítica o distorsionar la realidad. Confundirá, generará dudas, opiniones negativas y toda clase de sospechas. El fin es matarlo socialmente, manchando su fama y su dignidad ante los demás. Quien promueve un rumor contra otra persona se convierte en un homicida psicológico, que usa sus armas más letales: una lengua malévola, un corazón lleno de odio y una mente retorcida. Si a esto le acompañamos una personalidad enfermiza, el conflicto está servido.

Estas personas sacarán de los demás todo tipo de confidencias para utilizarlas en contra de su enemigo. Lo triste es que esto funciona bajo una capa de aparente amabilidad. Harán correr el rumor de manera viral, incluso utilizando las redes sociales. Es increíble cómo la gente entra en este juego. Se pone en marcha un mecanismo tan atrayente que se olvidan los límites éticos y el respeto a la dignidad de la víctima. Un porcentaje altísimo de la sociedad vive inmerso en los correveidiles: medios de comunicación, redes sociales, familias, empresas y hasta comunidades religiosas.

Ante esta lacra social tan extendida, ¿qué podemos hacer? He aquí algunos consejos.
  • Nunca hablar mal de nadie a otros.
  • Nunca prestar oído a quien hable mal de un tercero.
  • No utilizar a terceras personas como torpedos para impactar contra la persona criticada.
  • Si puedes, aunque suponga un riesgo, manifiesta tu desaprobación ante las críticas, conservando una actitud prudente y a la vez firme ante cualquier intento de manipulación para implicarte en la maniobra.
  • Si se reitera esta actitud, aléjate de los criticones, aunque esto suponga que inicien un ataque contra ti por la espalda.

No podemos tolerar que la sociedad se convierta en un gran rebaño de animales carroñeros, que viven de la basura y la podredumbre que se acumula en los corazones. El rumoreo se vuelve adictivo y destruye las relaciones humanas, llevando a una sociedad enferma que vive y disfruta con el sufrimiento ajeno.

Esto lo vemos en los enfrentamientos familiares, en los círculos de amigos y en todo tipo de grupos. En las redes sociales circula metralla viral, y la pólvora del odio se esparce con los efectos de una bomba atómica. Todos los odios juntos tienen el mismo impacto: quitar vida, dignidad, libertad, buena fama y alegría. Es alarmante el grado de degeneración al que se está llegando.

En el lenguaje periodístico se habla de las noticias falsas o fake news. Estas noticias inventadas, que son mentiras o verdades distorsionadas, se difunden como arma ideológica para generar opinión, atacar y confundir.

Es necesario hacer un ejercicio de profunda honestidad con uno mismo y afrontar las propias contradicciones. Esto puede sanar tu corazón y ayudarnos a reenfocar tu vida. Sólo así conseguirás la paz que tanto deseas, en el fondo de tu ser. Una paz contigo mismo, abrazando lo que eres, no lo que no eres; aceptando al otro tal como es, y no como quieres que sea; aceptando el mundo como es, y no el mundo ideal que imaginas. Así, de esta manera, no te inquietarás por nada, vivirás y te sumergirás en la realidad. Se disipará la tendencia frívola a convertirte en un propagador de críticas y comentarios que no llevan a nada, sino a ir perdiendo el sentido más hondo de tu existencia. La vida es demasiado hermosa como para vivir instalados en la mentira y en los rumores patológicos, que huelen a azufre y nos envuelven en un ambiente oscuro que lentamente nos va perdiendo. Cuando uno necesita de ese ambiente perturbador se está enganchando a una terrible energía. El mal hace estragos en su corazón y lo aleja de la bondad. Su actitud diabólica lo arrastra a un abismo. Recuerdo las palabras contundentes de un sacerdote amigo: «Nunca hables mal de nadie, a nadie, jamás de los jamases. Si no quieres que se divulgue algo, no lo digas, ni siquiera lo pienses. Seguro que de esta manera evitarás rumores.»

Yo añado: «y no caerás en las redes de los pirómanos que disfrutan lanzando pólvora y enturbiando con sus correveidiles la vida de tantas buenas personas».

domingo, 5 de enero de 2020

Adictos al control


Muchas veces me planteo por qué las relaciones humanas se agrietan, se debilitan y finalmente se rompen. Las relaciones son buenas y nos hacen crecer como personas. La cuestión es que toda relación tiene sus límites, marcados por el respeto, la prudencia y el equilibrio. Una de las razones más serias que provoca el alejamiento es no guardar la distancia adecuada con aquellos que conviven con nosotros y con quienes nos relacionamos cada día: familia, cónyuge, amigos, compañeros de trabajo, etc. El roce diario, si no se lleva bien, puede llegar a tensionar la convivencia.

Ciertas personas viven constantemente pendientes de lo que hace el otro y quieren saberlo todo, ya no sólo de las personas más inmediatas, sino del vecino del rellano, de la señora que se encuentran en el mercado o de la gente que vive en su bloque o en su barrio. También están pendientes de la vida de los personajes públicos: cantantes, actores, periodistas, contertulios, participantes de programas sensacionalistas o los que aparecen en las revistas del corazón. Se alimentan de historias ajenas, normalmente desde una actitud crítica y a veces despiadada. Se llenan la vida de lo que dicen y hacen los otros, como si no tuvieran vida propia, o no les bastara con la suya. ¿Acaso la tienen vacía? ¿Les faltan metas, propósitos o relaciones gratificantes? Lo cierto es que estas personas van de un lado a otro, cambiando de dirección, son inestables emocionalmente y tienen dificultades para adaptarse a los demás. En el fondo, aunque muestren mucha seguridad, están muy acomplejadas y son inseguras. Tienden a distorsionar la realidad porque se les hace difícil aceptar su propia situación, vacía de sentido, y suelen meterse en líos.

¿Por qué se alejan de la realidad? Quizás no aceptan que otras personas sean más listas, más guapas o se expresen mejor que ellas, que tengan una vida llena e incluso feliz. Les molesta y van acumulando mucha rabia por dentro. El resentimiento bloquea su crecimiento humano y espiritual, y necesitan responder con agresión, aunque sea verbal, ante sus propias contradicciones. Sobre todo, buscan justificarse e imaginan formas de seguir sobreviviendo en su burbuja irreal, alimentadas por un oxígeno artificial que las hace vivir siempre amargadas y atacando a los demás. Flotan entre lo que quieren ser y lo que no son; entre lo que quisieran tener y no tienen. La rabia contenida va marcando su vida hasta hacer de ellas supervivientes emocionales. Y esto las empobrece humana y moralmente.

Es entonces, cuando se produce el descontrol de su vida interior, cuando se obsesionan por controlar a los demás. Si no saben dónde están, qué hacen y qué dicen, se angustian y se disparan, hasta llegar a reacciones violentas que amenazan romper una relación normal. Podríamos hablar de una patología psicológica, que necesita de un abordaje terapéutico que les ayude a hacer una introspección y buscar las causas reales de tales comportamientos.

Últimamente he hecho otras observaciones. Esto no sólo sucede en ambientes cotidianos y sencillos, como parece indicar cierta visión sociológica. También sucede en los estratos académicos, en el mundo empresarial, político y religioso. Detrás del afán de control puede haber un hambre de poder sobre los demás, y esto pasa mucho en las instituciones educativas y de todo tipo, incluidas las religiosas. Ciertas personas creen que tienen derecho a saberlo todo del otro: qué hace, qué piensa, dónde está, con quién está, de qué habla… El ansia de saber puede llegar a interferir con las vidas ajenas e incluso entrometerse en su intimidad, con la excusa de ayudarles. No soportan no saber nada y malinterpretan la prudencia del otro en su comunicación.

Quien controla, o quiere controlar, siempre está imaginando que se le oculta algo, y piensa mal del otro. ¿Dónde está el límite en las relaciones humanas?

Está en la libertad. Si en aras de algo bueno creo que tengo el derecho de pisar un gramo de la libertad del otro, me estoy equivocando. Sólo cuando hay confianza y respeto puede producirse una apertura que facilite una comunicación fluida y que ayude al otro a crecer. Cuando esto se produce, no hará falta preguntar nada: la otra persona, fruto de la libertad y de la confianza, me hará partícipe de todo cuanto vive, porque le saldrá solo. La amistad sincera es un espacio donde fluye una relación interpersonal alegre. Es entonces cuando cada momento, experiencia y diálogo se armoniza. Del control se pasa a la libertad, del miedo y la ansiedad se pasa a la paz y a la serenidad, y de esta a la alegría de compartir con los demás no sólo el tiempo, sino los deseos y sueños. Aprendemos y descubrimos el tesoro que hay en el corazón del otro. El vacío se convierte en luz y todo adquiere sentido. El corazón se llena de vibraciones y se expande ante el amigo.