No al miedo
Es comprensible que, ante las consecuencias trágicas de la
pandemia del Covid-19 se genere en nosotros preocupación, angustia y
desolación. Nos enfrentamos a una terrible incerteza. ¿Cuándo acabará todo?
¿Cómo estaremos para enfrentar las secuelas gravísimas de esta crisis, tanto en
el campo social como en el sanitario y el económico?
Es verdad que el panorama no es nada halagüeño y nos asaltan
las dudas. Entre ellas, nos inquietan las decisiones poco acertadas que toma el
gobierno, y el temor de que sus medidas no hagan más que agravar la crisis
sanitaria, además de empeorar la situación económica y social. El miedo se
alimenta de errores tras errores, que abren una fisura en la confianza hacia
los que dirigen. La luz se ve muy tenue en el horizonte.
Pero, entre el miedo y el no calibrar la gravedad de la
situación, está la prudencia y la responsabilidad por parte de la ciudadanía y
los gobernantes. Jamás deberíamos caer en el pánico ni instalarnos en el miedo,
aunque forme parte de nuestra naturaleza.
Disidencia ética
En la facultad de teología, cuando cursábamos moral social,
los profesores nos hablaron de una disidencia ética, como una actitud legítima
de la persona, igual que la libertad de conciencia y de expresión. Desde esta
perspectiva, se considera admisible el derecho a la huelga, la manifestación y
la objeción de conciencia, pues no siempre las leyes de un gobierno son acordes
con los valores cristianos.
Una cosa es corresponsabilizarse y otra someterse a los
dictados que se alejan de una ética fundamental. Las decisiones siempre
deberían tomarse teniendo en cuenta el bien real de la persona, y no ideas
políticas que contribuyan a mantener a ciertos grupos en el poder. Esto no debe
asustarnos. Apelo a una crítica constructiva y a no caer ni en la desidia ni en
el victimismo, afirmando que «no se puede hacer nada más» y que eso es tarea de
los políticos. Una disidencia sana y equilibrada puede ser muy constructiva,
porque nadie es inmune a la ambición del poder, como tampoco a la equivocación.
Y esto se suele dar en instituciones políticas, que no toleran opiniones
diferentes y dificultan la libertad de expresión, la capacidad de crítica y el
derecho a opinar distinto. No hablo de una oposición agresiva, pero sí de
aprender a nadar a contracorriente, cuando sea necesario. Entre el silencio y
la crítica despiadada está la responsabilidad de contribuir con nuestra opinión
a mejorar la situación. Por eso es importante que pueda darse una disidencia
con ética, sin miedo paralizante, sin renunciar a la libertad de conciencia
ante el abuso de las manipulaciones políticas y mediáticas.
El miedo puede no sólo confinarnos en casa, sino que puede
llevarnos a un confinamiento mental, y esto sería más grave que el mismo virus,
porque ya no sólo afectaría a nuestras vías respiratorias, sino a nuestra
capacidad de pensar y decidir, a nuestra libertad.
Renacer de las cenizas
No podemos convertirnos en momias sometidas por el miedo. Ni
siquiera el estado de emergencia sanitaria puede ser excusa para atentar contra
nuestra libertad. Serenidad frente al miedo, para mantener el discernimiento y
actuar de manera responsable y coherente. Lucidez frente a la confusión entre
los medios. Confianza ante la incertidumbre. Es verdad que la tragedia es de dimensiones
dantescas y que nos encontramos en una situación sin precedentes desde la II
Guerra Mundial. Pero hemos de creer en la capacidad regeneradora que tiene el
ser humano ante las grandes catástrofes.
En estos días estamos viendo alardes del ingenio y la
creatividad del ser humano. Tarde o temprano, pese a la deficiente actuación de
nuestros gobernantes, se acabará por resolver esta pandemia. Pensemos en las
grandes gestas de la humanidad. Siempre hay héroes que van más allá de lo que
es políticamente correcto. Siempre hay personas que están arriesgando su vida
por el bien de la humanidad y ponen toda su capacidad intelectual y creativa
para resolver conflictos de todo tipo. Toca reinventarse, es una gran ocasión
para sacar lo mejor de nosotros mismos. Podemos, porque tenemos ese potencial. Estamos
diseñados por el Creador para autotransformarnos. Alejad el miedo y aventuraos
a una nueva recreación. La pandemia es una oportunidad para maravillarnos de lo
que somos y lo que podemos llegar a hacer. De una situación límite podemos
abrir nuevos horizontes: la conquista de los más bellos tesoros que el hombre
tiene en su corazón. Somos señores de nuestra historia, podemos convertir
desiertos en vergeles. Podemos renacer de las cenizas.