domingo, 30 de octubre de 2022

Me siento vacío


«Estoy vacío.» Escucho estas palabras de unos labios balbuceantes, en un rostro de ojos vidriosos. En ellos leo desesperanza. Son palabras que salen de un corazón roto, cargado de tristeza. Más dramático es todavía saber que no son de un adolescente que busca su lugar, sino de un hombre de cincuenta años, que camina por la existencia sin propósito ni estabilidad. Sobrevive esperando algo que nunca llega, y la realidad le da vértigo.

Me pregunto de dónde nace ese gemido tan hondo, ese dolor que transforma su cara, ese vacío que le hace lanzar un grito ante una sociedad que no le ofrece respuestas ni motivaciones para vivir. Está en una edad en la que se supone que llega la plenitud de la madurez y, sin embargo, siente que el tiempo va pasando y que lo soñado se le escapa como agua entre los dedos. Con una sensación de impotencia, la soledad lo va engullendo, precipitándolo hacia el vacío. Ya no sólo padece un dolor emocional, sino existencial. ¿Vale la pena vivir así?

Tengo ante mí a un hombre deshecho, que se mueve con torpeza y pronuncia con dificultad esas pocas palabras, parcas pero densas en emoción. Lo veo absolutamente perdido. Afrontando problemas familiares, con enormes dificultades para acceder al mercado laboral, y quizás arrastrando un pasado de rupturas sentimentales, parece incapaz de seguir adelante y huye hacia ninguna parte. En vez de afrontar su compleja situación personal, recurre a la bebida para anestesiar su dolor.

Lo dramático es que la anestesia apenas le hace olvidar y alejarse de la cruda realidad. Al cabo de unas horas, de nuevo volverá a encontrarse ante su propio espejo, avergonzado y culpable. La adicción al alcohol no hace más que complicar su problema, porque le añadirá diversas patologías, algunas tan graves como la cirrosis y la degeneración neurológica. La huida siempre es una carrera en círculo: no va a poder escapar, siempre regresará al mismo lugar. La angustia lo empujará a seguir huyendo, hasta que una sobredosis lo paralice totalmente.

¿Cómo hacerle ver, cuando esté sobrio y tenga momentos de lucidez, que no puede vivir echando las culpas a los demás? Puede achacar su situación al pasado, a su educación, a la familia y a la sociedad, incluso a sus propios límites. No digo que esto no pueda condicionar a una persona, pero no tanto como para hacerla caer en un victimismo que le impida afrontar con valentía su propio destino.

Es verdad que se necesita el apoyo de amigos, y a veces incluso de profesionales, para poder salir de estas situaciones. Pero también es cierto que el éxito para salir depende únicamente de la propia voluntad y libertad. Cada uno es señor y arquitecto de su historia, y no hay limitaciones ni condicionamientos que puedan truncar algo innato que todos tenemos dentro: el deseo inagotable de vivir y anhelar la felicidad. Esto forma parte de nuestra naturaleza. Fuimos concebidos para ejercer una soberanía sobre nuestro yo más profundo, llamados a la vocación de dar y amar.

Quizás esta sea la clave de tantos problemas: descubrir el valor sagrado de la propia vida. Y descubrir que su sentido no es solamente conservarla y defenderla, sino ofrecerla a los demás. Cuantas personas no salen de su hoyo porque viven centradas en sí mismas y en su dolor. Su herida parece más grande que su ser, y esto es un error del que necesitan salir cuanto antes.

Cuando llegas a sintonizar con los valores más profundos que te definen, te das cuenta de que todos los paliativos que utilizas para sobrevivir en el fondo te alejan de tu propia identidad. Un ser amado con una hermosa vocación y reconocer que la trascendencia todo lo envuelve son las claves para no apoyarte en muletas que te hacen vivir cojeando y a cámara lenta. Apóyate en los sólidos pilares que configuran tu existencia. Atrévete a entrar en tu castillo interior y te asombrarás de lo que hay en ti. Te darás cuenta de que no puedes vivir sin los demás: familia, amigos, Dios. Cuando te despliegues hacia el otro es cuando tu alma florecerá y el corazón se te iluminará. Será entonces cuando ya no te sentirás vacío: tu corazón estará repleto de gozo porque habrás descubierto en ti la enorme energía transformadora que te hace ser una persona abierta a Algo más grande que tú mismo.