domingo, 11 de diciembre de 2022

Saber acabar

En este mundo tan acelerado y con tantos compromisos y responsabilidades, estamos abocados a hacer y hacer, incluso más de lo que tenemos que hacer, o a veces lo que no debemos hacer. Solemos estirar el tiempo más allá de lo necesario, llegando al límite en cansancio y estrés. Es como si lleváramos un turbo dentro. Nos multiplicamos en tareas, nos cuesta organizarnos y atiborramos nuestra agenda. 
Queremos hacerlo todo a un ritmo acelerado y nunca tenemos tiempo suficiente. Siempre se nos queda corto.

El arte de gestionar el tiempo


Trabajo, fiesta, compromisos con los amigos, con la familia... El deseo de apurar el tiempo es incontrolable: nos invade la sensación de que el tiempo se acaba y queremos exprimirlo.

Pero el día tiene sus horas y sus minutos. Saber gestionar el tiempo ayuda a que el día nos cunda, sin llegar al agotamiento, y sin caer en la frustración porque no lo hemos hecho todo. El control equilibrado y sensato del tiempo es fundamental para una vida ordenada y fecunda.

Se trata de hacer lo que hay que hacer en cada momento: parece sencillo, pero es todo un arte. Cuántas veces perdemos el tiempo en cosas que no son necesarias, y no dedicamos tiempo a aquello que sí lo es.

Escapar hacia ninguna parte


Hemos de saber cómo empezar y acabar una actividad concreta. He podido comprobar que una de las cosas que más nos cuesta terminar son los encuentros y las fiestas. ¡Cuánto nos cuesta dar por finalizada una conversación o un evento festivo! Cuántas personas caen en la verborrea, sin percatarse de que el interlocutor puede cansarse ante su incontinencia verbal. En las fiestas, se pierde de vista el control del tiempo cuando se genera un ambiente de euforia y extroversión, potenciado por la música o la bebida excesiva. No sólo se pierde el control del reloj, sino de uno mismo, y las personas hacen cosas que no harían jamás si estuvieran sobrias. El caos se apodera del grupo y con unas copas de más empieza el delirio. Se pierden los límites, se alarga el tiempo hasta la infinitud y desaparece el sentido de la realidad.

Embriagados, con los ojos turbios y el habla torpe, la incapacidad de ver la situación llega hasta la inconsciencia. Muchos jóvenes, y también adultos, caen en la esclavitud del escapismo. Queriendo liberarse, huyen hacia delante y se lanzan hacia el vacío más oscuro. El fin de semana les brinda la ocasión para emprender un viaje hacia ninguna parte, presos de las sensaciones y las adicciones que van consumiendo su vida. Viven en una bipolaridad constante: de lunes a viernes cumplen con sus exigencias laborales y profesionales; el fin de semana se arrojan a la vorágine. Así se va fragmentando su identidad: de «buenos chicos» a seres enajenados que desconectan de las más mínimas reglas de convivencia.

Es una realidad cada vez más preocupante. Psicólogos y médicos están avisando: si continúan así, los jóvenes estarán diezmando su salud y su futuro. Poco a poco, los excesos irán deteriorando su psique y su organismo, gestando enfermedades degenerativas y otros problemas físicos que afectarán a su vida.

Saber terminar bien


Esto me lleva a la importancia de saber organizar bien las fiestas, de principio a fin. Celebrar un encuentro pide una buena organización, con un tiempo previsto para cada cosa y evitando el descontrol por negligencia. Es tan importante saber empezar como acabar bien para saborear mejor la fiesta y el tiempo que pasamos con nuestros amigos. Una fiesta bien organizada se convierte en un encuentro donde se puede disfrutar de verdad, y donde el centro no son la comida ni la bebida, sino las personas. Una auténtica fiesta nos permite apreciar el regalo de la amistad. Las fiestas no pueden convertirse en un torrente de frivolidad ni en una ocasión para evadirse del mundo real. De la misma manera que hay un tiempo de preparación y montaje, debe haber un tiempo para recoger y dejar el lugar donde se ha celebrado el evento tan bien o incluso mejor que estaba antes. Esto debería formar parte de la planificación de la fiesta.

Una fiesta que acaba bien deja buen sabor de boca y el deseo de volverse a encontrar en el futuro. Ojalá todos aprendamos a dar el justo valor a las cosas y descubramos el tesoro de una vida plena y con armonía.