domingo, 23 de febrero de 2020

El fundamento sólido del amor


La inmensa mayoría de las personas anhelan, en lo más hondo de su corazón, un amor pleno y gozoso. Desean experimentar con la persona amada la certeza de un amor para siempre, viviendo juntos y apasionadamente cada día, saboreando las delicias de una entrega sin límites y sintiendo que alcanzan una experiencia auténtica y sublime. Un amor así es un camino de descubrimiento de los tesoros que albergan las profundidades del corazón y, a la vez, un vuelo por las inmensidades del alma. Los susurros, las miradas, los abrazos y los sueños van tejiendo el tapiz de una realidad que va más allá de las palabras.

Pero a veces, y sin saber por qué, en poco tiempo todo queda volatilizado. De haber tocado el cielo, la persona se precipita hacia el abismo y cae en una profunda tristeza. El néctar jugoso del amor se disipa. Las olas del corazón se agitan; las miradas pierden brillo, los abrazos se truncan y el desaliento se apodera de la persona. La luz de su alma se apaga y un sentimiento de soledad invade su vida. Se siente perdida, abandonada, traicionada, abatida. Le falta el aire. Había llegado a cotas muy altas y hermosas, y ahora todo se derrumba. La traición es un puñal que llaga los corazones.

¿Por qué se rompe una relación?


Me pregunto cómo puede romperse algo tan sublime. ¿Cómo es posible que todo desaparezca? ¿Era tan real? ¿Y si las emociones, mal canalizadas, han llevado a la persona a sentir algo que sólo era fruto de sus deseos? ¿Hubo algo auténtico? ¿Fue todo un juego de la química cerebral? Esos sentimientos huracanados, esas emociones desbordadas, ¿pudieron anular la razón, la objetividad, la reflexión? ¿Supo hacer silencio para valorar si aquello respondía a la realidad, o no era más que una respuesta a lo que deseaba su corazón? ¿Y si se hizo una idea errónea del otro, porque tenía miedo a la soledad, al vacío, a la indiferencia y a la falta de afecto? ¿Y si no fue más que una película, producida por una serie de factores que se sumaron? ¿Hubo la suficiente lucidez para situar las cosas en su justa medida?

O tal vez sí, todo empezó como una hermosa realidad, pero les dio miedo la entrega total y definitiva. O simplemente se dejaron llevar por los condicionamientos y los comentarios, que generaron inseguridad y desconfianza. Para las personas demasiado influenciables pesa mucho la opinión de los demás. O quizás descubrieron demasiado tarde su incapacidad de amar y darlo todo.

Lo cierto es que muchas veces, un día soleado se convierte en un terrible temporal que deja diezmada la esperanza y llena de desconsuelo a la persona. La oscuridad se ha comido la luz.

Dolorosa lección


Como toda experiencia humana, también esta puede ser digerida y se puede aprender de ella una dolorosa lección. Cuántas personas se lanzan a una relación que no ha madurado lo suficiente. No han valorado si realmente era lo que deseaban. Da mucho reparo racionalizar las relaciones y descubrir si aquella persona es la que te conviene. Un fuerte apego emocional puede llegar a ser la causa de que todo se precipite. Hay que amar con el corazón, pero también con la cabeza.

El ser humano lleva una brújula interior que lo orienta hacia su plena felicidad. Pero puede haber falsas indicaciones que lo lleven hacia otro lado, hacia un abismo o hacia un falso paraíso, lleno de buenas sensaciones pero que sólo sean eso. De ahí la necesidad de asegurarse que la brújula funcione, para no perderse en señales engañosas. Será necesario que ante ciertas seudo-realidades afinemos bien, y para esto hay que dejar que la mente y el corazón hablen, sin miedo.

La persona tiene una última intuición, un olfato para saber leer entre líneas lo que siente, vive y cree. Es un sexto sentido que te ayuda a descubrir ya no sólo lo que deseas, sino lo que es mejor para ti.

Cuando veas de verdad, después de someter a un profundo raciocinio lo que realmente anhelas, desecharás sensaciones que respondían a tus necesidades, pero no a la realidad, y, por el contrario, después de haber depurado el corazón y la mente, te reafirmarás.

La base es la amistad


Toda relación que se inicia necesita tiempo. Una vez has renunciado a la posesión, al control y a las maniobras sutiles para someter al otro, ganarás en paz y serenidad. El amor nunca puede coartar la libertad del otro, el derecho a su espacio es fundamental.

Tampoco se puede basar el amor solamente en el flechazo emocional, que puede hacer perder la cabeza. El equilibrio, la armonía y el respeto mutuo son aspectos muy importantes para que las relaciones maduren.

Pero lo que vertebra de manera sólida el amor es una gran amistad. Una relación basada en la mera respuesta química es garantía de un fracaso. Un profundo compañerismo, una amistad y un aprecio sinceros, son los fundamentos del amor auténtico, que puede llevar a un compromiso definitivo para iniciar un noviazgo y caminar hacia un futuro matrimonio. Después de recorrer el itinerario que lleva a culminar ese deseo tan genuino, que es compartir la vida con alguien a quien quieres de verdad, depuradas y sanadas las intenciones y las actitudes, estarás preparado para vivir lo que todos anhelan en lo más hondo de su corazón: la gran aventura del amor.

sábado, 15 de febrero de 2020

Orden en el caos

Muchas veces me pregunto por el origen del conflicto en la convivencia entre personas. Es verdad que en las relaciones humanas no es difícil mantener un equilibrio estable, pues son muchos los factores que intervienen en la armonía. Factores psicológicos, culturales, familiares y la propia concepción de la vida que tenga la persona, todo esto marca la relación. El no conocerse lo suficiente a uno mismo también puede dificultar el iniciar un proyecto junto a otra persona.

Pero hay una razón lo suficientemente seria que provoca inestabilidad en la convivencia, y es el desorden. La dejadez, la falta de responsabilidad, el no saber estar donde hay que estar, todo esto genera conflicto y problemas.

Necesitamos orden y belleza


Al ser humano, por naturaleza, le gusta lo hermoso, el color, el buen perfume, la elegancia. Hay un instinto innato que lo inclina hacia la belleza porque le gusta sentirse bien, en los lugares que frecuenta y con las personas con quienes está. El orden y la belleza del entorno físico, así como la higiene y la decoración, son fundamentales para crear un buen clima en el hogar, en el trabajo o allí donde se esté. La luz, el aroma adecuado, la ropa idónea, el orden, todo invita al bienestar y deja su huella en la psique. Un lugar donde todo esté en su sitio invita a la serenidad y favorece la paz interior.

Todos entendemos la necesidad de la higiene de nuestro cuerpo. Una piel aseada y un olor agradable facilitan la comunicación interpersonal, pues el mal olor puede producir rechazo instintivo. El saber vestirnos con ropa limpia y cómoda, elegante, apropiada a cada ocasión, es un signo de respeto, hacia uno mismo y hacia los demás. A este nivel, nos queda muy claro que el orden y la belleza son importantes.

Pero ¿y si pasamos a otro plano, del personal al lugar físico donde transcurre nuestra vida? Las paredes que nos cobijan son como una segunda piel. El hogar es un espacio fundamental, nuestro segundo cuerpo, que también requiere higiene, orden y buen perfume. Todas las cosas en su sitio y un sitio para cada cosa nos ayudan, no sólo a sentirnos bien en ese espacio, sino a favorecer una convivencia más armoniosa.

Nuestra casa, nuestros espacios vitales, son un reflejo de nuestra forma de vivir y hacer. Una casa desordenada y sucia puede estar revelando una mente confusa, profusa y dispersa. Estoy hablando de otro nivel de desorden, que es el emocional y espiritual.

Caos espiritual


Estar confundido puede significar inseguridad, duda, no tener las cosas claras, incapacidad para decidir. Instalarse en la confusión es preludio de un caos interior, que nos incapacita para tomar decisiones lúcidas. Todo nos da igual y no importa que las cosas se estropeen y no se reparen. Nos vamos arrastrando a merced de las circunstancias y las relaciones, como las cosas, se van perdiendo y deteriorando.

La profusión es el exceso, querer abarcarlo todo, hacer mil cosas a la vez, estar metido en mil asuntos sin plantearse si todo lo que hacemos tiene sentido y vale la pena. Saltamos de un sitio a otro y nos embarcamos en muchos quehaceres; al final, todo sale mal. Hemos gastado una enorme energía para girar sin una brújula que nos oriente en la dirección correcta. La bulimia del saber y el afán de hacer por hacer llega a intoxicar nuestra mente y nos lanza al caos.

¿Y la difusión? Es la dispersión, que nos distrae y, por no tener claro lo más importante, nos puede llevar a una permanente bruma, sin que sepamos lo que tenemos que hacer. Los accesorios móviles y las telecomunicaciones nos están sumergiendo en un estado de continua dispersión, distrayéndonos con mil cosas atractivas, pero poco trascendentes, que nos desvían de nuestras auténticas metas y propósitos.

El antídoto


¿Cuál sería el antídoto al caos vital? ¿Cómo salir de esa penumbra que todo lo desajusta? ¿Cuáles serían las claves para hacer de nuestra vida un cielo?

Lo que vale para el cuidado personal o de la casa podemos aplicarlo a nuestra mente. Lo que pensamos y sentimos es lo que hay en nuestra casa interior, el alma. Si no hay orden y equilibrio en nuestra mente, viviremos una catarata de confusión. Armonizar los sentimientos, los pensamientos y el espíritu es tan importante como armonizar nuestra proyección hacia fuera, hacia los demás. Esto actuará como una potente vacuna contra la dispersión, el vacío y la desorientación. Para esto necesitaremos la suficiente distancia entre nosotros y la realidad, es decir, momentos de soledad y silencio donde poder discernir dónde estamos en cada momento, a nivel personal, familiar y social.

Necesitamos hacer un parón diario para auditarnos y poner orden, para establecer unas metas de mejora continua en nuestras vidas. Agendar y programar las tareas es fundamental para no caer en el caos. En el mundo empresarial se habla de la ISO, una norma de calidad que ayuda a mejorar los procesos de gestión, planificación, estrategia, marketing y recursos de la empresa. Después de un profundo análisis de la realidad, se puede evaluar y tomar las decisiones correctas. Si esto es importante para mejorar la productividad empresarial, ¿no es más importante aún para mejorar nuestra vida, nuestra capacidad de crecimiento personal y nuestras relaciones?

Para llevar una vida sana, equilibrada y armoniosa, el ser humano debe cuidar lo esencial de su existencia. Cuidar a las personas que viven a nuestro lado, cuidar los espacios y cuidarnos a nosotros mismos nos ayuda a vivir con armonía y plenitud. De lo contrario, el desorden y el caos nos precipitarán hacia el abismo.

Armonizar la existencia


El primer libro de la Biblia, el Génesis, empieza cuando Dios crea los cielos y la tierra. Pero lo primero que hace es poner orden en el caos. Y poco a poco, ve que todo lo creado es bueno, y muy bueno. Finalmente, nos crea a nosotros, los seres humanos, a su imagen y semejanza. Somos la cumbre más bella de la creación, Himalayas de existencia, señores del tiempo y del espacio, custodios de todo lo creado. Pero, al mismo tiempo, somos una creación que balbucea, que debe crecer y llegar a su plenitud, y estamos sometidos a muchas contradicciones internas.

Es necesario distinguir entre nuestra biología (el cuerpo material) y nuestra alma (la realidad espiritual) para armonizar nuestra existencia; así separamos lo oscuro de la luz. Es necesario contener los mares interiores de nuestra psique en el suelo firme de nuestra realidad de cada día. Es necesario discernir para conocer y poder elegir. Cada ser de la creación tiene su lugar: aves, peces, animales y plantas. También en nuestro mundo interior cada cosa debe tener su tiempo y su lugar.

Aprendamos del Creador, que todo lo hizo bello en el cosmos. Él no se precipita y ha puesto cada estrella y cada planeta en su posición, con su movimiento, a su distancia y lugar justo. El universo, tal como es, hace posible la vida. El curso de los planetas favorece nuestra existencia. Aprendamos a poner orden y belleza en nuestra vida, física y espiritual. Del mismo modo, aprendamos nosotros a estar en nuestro sitio, allí donde debemos estar. Hemos de estar en nuestro lugar para que nuestra vida sea plena, gozosa y siga su ritmo hacia el encuentro definitivo con Aquel que nos ha creado. Él todo lo ha soñado para la felicidad de su criatura. Vivir en armonía con los demás, en el medio nos rodea, es el anhelo de todo ser humano.

domingo, 2 de febrero de 2020

Calma tras la tormenta

Hoy el cielo amaneció despejado. El día clarea con más intensidad y el sol, cada vez más alto, brilla sobre los árboles y alcanza los rincones de sombra que hace un mes no quedaban iluminados. Es un día claro, de temperatura suave, que invita a caminar. Salgo de paseo y respiro la fragancia del amanecer. El aire está limpio y me ensancha el corazón. Hace una semana estábamos inmersos en el temporal, sufriendo las consecuencias de los fuertes vientos. Después del oleaje y el vendaval, que causaron tantos daños y destrozos, aún puedo ver en los parques árboles arrancados de raíz y otros inclinados sobre la tierra. En la playa las arenas, empujadas por las olas, llegaron a cubrir el asfalto de las calles, dejando un panorama de devastación. El mar enfurecido se lleva por delante todo cuanto encuentra; las máquinas excavadoras trabajan despejando de arena el paseo marítimo, y todavía se ven restos de maderas y despojos arrastrados por la tormenta.

Pero hoy el día es bello y apacible, y el aire tibio invita a pasear. El mar está calmado, y la línea del horizonte es de un limpio azul celeste. La gente toma el sol y los niños juegan entre las dunas de arena amontonada, que han formado un paisaje singular en la playa. El contraste me hace pensar que en la vida todo se regenera, que nada está perdido y que siempre hay un mañana para volver a empezar. La luz disipa las sombras, el llanto se vuelve alegría, un huracán da paso a una mañana clara y después del invierno llega la primavera. Todo cambia, todo se recicla, todo vuelve. No todo acaba en la desesperación ni en la agonía. Detrás de un cielo lleno de nubes siempre hay un sol a punto de aparecer e iluminar todas las oscuridades. Aunque sintamos que estamos en medio de una tormenta, soportando lluvias torrenciales; aunque pasemos momentos de desespero y angustia, siempre hay una luz, una esperanza. Aprendamos a vivir en los límites de nuestro esfuerzo frente a los peligros. Siempre ocurre algo inesperado que hará que «todo acabe bien». Aunque sintamos que la tierra se abre a nuestros pies, después de una fuerte embestida viene la calma.

La vida sigue abriéndose camino. Aprendamos a tener esperanza. Aunque los daños ocasionados hayan sido muchos, incluso vidas humanas, estar vivo y saber vivir cada día es un reto, una lucha, una tensión entre el esfuerzo y la calma. Vivir es sortear las dificultades, afrontar situaciones inesperadas, abrazar esa doble dimensión, tensión y sosiego, calma y lucha. Esto es, al fin y al cabo, lo que nos hace crecer y madurar, sabiendo dónde está nuestro lugar en medio de este combate que es la vida. Si sabemos abrazar la realidad, iremos descubriendo que podemos vivir este binomio.

La meteorología siempre oscila entre el anticiclón y la borrasca, igual que en nuestra vida. Tanto en la familia, como en la sociedad, los conflictos se suceden: enfrentamientos entre vecinos, grupos, partidos o empresas. Es parte de nuestra psique, cambiante y bipolar. De un estado de tranquilidad saltamos al conflicto. En estos días asistimos a un terremoto político que, en el fondo, es una cuestión de poder. El poder arrastra las personas a las peores turbulencias. Luchas sobre la identidad, sobre el nacionalismo, sobre la legalidad… Todo esto levanta un vendaval que roba la paz a muchas familias, llegando a enfrentarlas. Cuando la persona está manipulada emocionalmente, su psique se hace muy vulnerable. 

Pero, incluso en estos momentos de turbulencias externas, no podemos renunciar a la calma y a la alegría interior que nada ni nadie nos puede quitar. Para ello hemos de vivir de una manera trascendida, que nos ayude a dar valor a las cosas en su justa medida. Veremos que las borrascas se suceden, pero lo importante es saber cómo actuar en cada momento. Nunca olvidemos que, aunque no veamos salir el sol por el horizonte, siempre está, detrás de las nubes. Si no es hoy, mañana habrá un amanecer en que lo veremos surgir con fuerza. Por muy tremendos que sean nuestros diluvios internos, agarrémonos a la barca de la vida. Aunque haya días de tinieblas, que la luz brille siempre en tu mente y en tu alma.