Hoy el cielo amaneció despejado. El día clarea con más
intensidad y el sol, cada vez más alto, brilla sobre los árboles y alcanza los
rincones de sombra que hace un mes no quedaban iluminados. Es un día claro, de
temperatura suave, que invita a caminar. Salgo de paseo y respiro la fragancia
del amanecer. El aire está limpio y me ensancha el corazón. Hace una semana
estábamos inmersos en el temporal, sufriendo las consecuencias de los fuertes
vientos. Después del oleaje y el vendaval, que causaron tantos daños y
destrozos, aún puedo ver en los parques árboles arrancados de raíz y otros
inclinados sobre la tierra. En la playa las arenas, empujadas por las olas,
llegaron a cubrir el asfalto de las calles, dejando un panorama de devastación.
El mar enfurecido se lleva por delante todo cuanto encuentra; las máquinas
excavadoras trabajan despejando de arena el paseo marítimo, y todavía se ven
restos de maderas y despojos arrastrados por la tormenta.
Pero hoy el día es bello y apacible, y el aire tibio invita
a pasear. El mar está calmado, y la línea del horizonte es de un limpio azul
celeste. La gente toma el sol y los niños juegan entre las dunas de arena
amontonada, que han formado un paisaje singular en la playa. El contraste me
hace pensar que en la vida todo se regenera, que nada está perdido y que
siempre hay un mañana para volver a empezar. La luz disipa las sombras, el
llanto se vuelve alegría, un huracán da paso a una mañana clara y después del
invierno llega la primavera. Todo cambia, todo se recicla, todo vuelve. No todo
acaba en la desesperación ni en la agonía. Detrás de un cielo lleno de nubes
siempre hay un sol a punto de aparecer e iluminar todas las oscuridades. Aunque
sintamos que estamos en medio de una tormenta, soportando lluvias torrenciales;
aunque pasemos momentos de desespero y angustia, siempre hay una luz, una
esperanza. Aprendamos a vivir en los límites de nuestro esfuerzo frente a los
peligros. Siempre ocurre algo inesperado que hará que «todo acabe bien». Aunque
sintamos que la tierra se abre a nuestros pies, después de una fuerte embestida
viene la calma.
La vida sigue abriéndose camino. Aprendamos a tener
esperanza. Aunque los daños ocasionados hayan sido muchos, incluso vidas
humanas, estar vivo y saber vivir cada día es un reto, una lucha, una tensión
entre el esfuerzo y la calma. Vivir es sortear las dificultades, afrontar
situaciones inesperadas, abrazar esa doble dimensión, tensión y sosiego, calma
y lucha. Esto es, al fin y al cabo, lo que nos hace crecer y madurar, sabiendo
dónde está nuestro lugar en medio de este combate que es la vida. Si sabemos
abrazar la realidad, iremos descubriendo que podemos vivir este binomio.
La meteorología siempre oscila entre el anticiclón y la
borrasca, igual que en nuestra vida. Tanto en la familia, como en la sociedad,
los conflictos se suceden: enfrentamientos entre vecinos, grupos, partidos o
empresas. Es parte de nuestra psique, cambiante y bipolar. De un estado de
tranquilidad saltamos al conflicto. En estos días asistimos a un terremoto
político que, en el fondo, es una cuestión de poder. El poder arrastra las
personas a las peores turbulencias. Luchas sobre la identidad, sobre el
nacionalismo, sobre la legalidad… Todo esto levanta un vendaval que roba la paz
a muchas familias, llegando a enfrentarlas. Cuando la persona está manipulada
emocionalmente, su psique se hace muy vulnerable.
Pero, incluso en estos momentos de turbulencias externas, no podemos
renunciar a la calma y a la alegría interior que nada ni nadie nos puede
quitar. Para ello hemos de vivir de una manera trascendida, que nos ayude a dar
valor a las cosas en su justa medida. Veremos que las borrascas se suceden,
pero lo importante es saber cómo actuar en cada momento. Nunca olvidemos que,
aunque no veamos salir el sol por el horizonte, siempre está, detrás de las nubes.
Si no es hoy, mañana habrá un amanecer en que lo veremos surgir con fuerza. Por
muy tremendos que sean nuestros diluvios internos, agarrémonos a la barca de la
vida. Aunque haya días de tinieblas, que la luz brille siempre en tu mente y en tu alma.
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