Muchas veces me pregunto por el origen del conflicto en la
convivencia entre personas. Es verdad que en las relaciones humanas no es
difícil mantener un equilibrio estable, pues son muchos los factores que
intervienen en la armonía. Factores psicológicos, culturales, familiares y la
propia concepción de la vida que tenga la persona, todo esto marca la relación.
El no conocerse lo suficiente a uno mismo también puede dificultar el iniciar
un proyecto junto a otra persona.
Pero hay una razón lo suficientemente seria que provoca
inestabilidad en la convivencia, y es el desorden. La dejadez, la falta de
responsabilidad, el no saber estar donde hay que estar, todo esto genera
conflicto y problemas.
Necesitamos orden y belleza
Al ser humano, por naturaleza, le gusta lo hermoso, el
color, el buen perfume, la elegancia. Hay un instinto innato que lo inclina
hacia la belleza porque le gusta sentirse bien, en los lugares que frecuenta y
con las personas con quienes está. El orden y la belleza del entorno físico,
así como la higiene y la decoración, son fundamentales para crear un buen clima
en el hogar, en el trabajo o allí donde se esté. La luz, el aroma adecuado, la
ropa idónea, el orden, todo invita al bienestar y deja su huella en la psique.
Un lugar donde todo esté en su sitio invita a la serenidad y favorece la paz
interior.
Todos entendemos la necesidad de la higiene de nuestro
cuerpo. Una piel aseada y un olor agradable facilitan la comunicación
interpersonal, pues el mal olor puede producir rechazo instintivo. El saber
vestirnos con ropa limpia y cómoda, elegante, apropiada a cada ocasión, es un
signo de respeto, hacia uno mismo y hacia los demás. A este nivel, nos queda
muy claro que el orden y la belleza son importantes.
Pero ¿y si pasamos a otro plano, del personal al lugar
físico donde transcurre nuestra vida? Las paredes que nos cobijan son como una
segunda piel. El hogar es un espacio fundamental, nuestro segundo cuerpo, que
también requiere higiene, orden y buen perfume. Todas las cosas en su sitio y
un sitio para cada cosa nos ayudan, no sólo a sentirnos bien en ese espacio,
sino a favorecer una convivencia más armoniosa.
Nuestra casa, nuestros espacios vitales, son un reflejo de
nuestra forma de vivir y hacer. Una casa desordenada y sucia puede estar
revelando una mente confusa, profusa y dispersa. Estoy hablando de otro nivel
de desorden, que es el emocional y espiritual.
Caos espiritual
Estar confundido puede significar inseguridad, duda, no
tener las cosas claras, incapacidad para decidir. Instalarse en la confusión es
preludio de un caos interior, que nos incapacita para tomar decisiones lúcidas.
Todo nos da igual y no importa que las cosas se estropeen y no se reparen. Nos
vamos arrastrando a merced de las circunstancias y las relaciones, como las
cosas, se van perdiendo y deteriorando.
La profusión es el exceso, querer abarcarlo todo, hacer mil cosas
a la vez, estar metido en mil asuntos sin plantearse si todo lo que hacemos
tiene sentido y vale la pena. Saltamos de un sitio a otro y nos embarcamos en
muchos quehaceres; al final, todo sale mal. Hemos gastado una enorme energía
para girar sin una brújula que nos oriente en la dirección correcta. La bulimia
del saber y el afán de hacer por hacer llega a intoxicar nuestra mente y nos
lanza al caos.
¿Y la difusión? Es la dispersión, que nos distrae y, por no
tener claro lo más importante, nos puede llevar a una permanente bruma, sin que
sepamos lo que tenemos que hacer. Los accesorios móviles y las
telecomunicaciones nos están sumergiendo en un estado de continua dispersión,
distrayéndonos con mil cosas atractivas, pero poco trascendentes, que nos
desvían de nuestras auténticas metas y propósitos.
El antídoto
¿Cuál sería el antídoto al caos vital? ¿Cómo salir de esa
penumbra que todo lo desajusta? ¿Cuáles serían las claves para hacer de nuestra
vida un cielo?
Lo que vale para el cuidado personal o de la casa podemos
aplicarlo a nuestra mente. Lo que pensamos y sentimos es lo que hay en nuestra
casa interior, el alma. Si no hay orden y equilibrio en nuestra mente,
viviremos una catarata de confusión. Armonizar los sentimientos, los
pensamientos y el espíritu es tan importante como armonizar nuestra proyección
hacia fuera, hacia los demás. Esto actuará como una potente vacuna contra la
dispersión, el vacío y la desorientación. Para esto necesitaremos la suficiente
distancia entre nosotros y la realidad, es decir, momentos de soledad y
silencio donde poder discernir dónde estamos en cada momento, a nivel personal,
familiar y social.
Necesitamos hacer un parón diario para auditarnos y poner
orden, para establecer unas metas de mejora continua en nuestras vidas. Agendar
y programar las tareas es fundamental para no caer en el caos. En el mundo
empresarial se habla de la ISO, una norma de calidad que ayuda a mejorar los
procesos de gestión, planificación, estrategia, marketing y recursos de la
empresa. Después de un profundo análisis de la realidad, se puede evaluar y
tomar las decisiones correctas. Si esto es importante para mejorar la
productividad empresarial, ¿no es más importante aún para mejorar nuestra vida,
nuestra capacidad de crecimiento personal y nuestras relaciones?
Para llevar una vida sana, equilibrada y armoniosa, el ser
humano debe cuidar lo esencial de su existencia. Cuidar a las personas que
viven a nuestro lado, cuidar los espacios y cuidarnos a nosotros mismos nos
ayuda a vivir con armonía y plenitud. De lo contrario, el desorden y el caos
nos precipitarán hacia el abismo.
Armonizar la existencia
El primer libro de la Biblia, el Génesis, empieza cuando
Dios crea los cielos y la tierra. Pero lo primero que hace es poner orden en el
caos. Y poco a poco, ve que todo lo creado es bueno, y muy bueno. Finalmente,
nos crea a nosotros, los seres humanos, a su imagen y semejanza. Somos la
cumbre más bella de la creación, Himalayas de existencia, señores del tiempo y
del espacio, custodios de todo lo creado. Pero, al mismo tiempo, somos una
creación que balbucea, que debe crecer y llegar a su plenitud, y estamos
sometidos a muchas contradicciones internas.
Es necesario distinguir entre nuestra biología (el cuerpo
material) y nuestra alma (la realidad espiritual) para armonizar nuestra
existencia; así separamos lo oscuro de la luz. Es necesario contener los mares
interiores de nuestra psique en el suelo firme de nuestra realidad de cada día.
Es necesario discernir para conocer y poder elegir. Cada ser de la creación
tiene su lugar: aves, peces, animales y plantas. También en nuestro mundo
interior cada cosa debe tener su tiempo y su lugar.
Aprendamos del Creador, que todo lo hizo bello en el cosmos.
Él no se precipita y ha puesto cada estrella y cada planeta en su posición, con
su movimiento, a su distancia y lugar justo. El universo, tal como es, hace
posible la vida. El curso de los planetas favorece nuestra existencia.
Aprendamos a poner orden y belleza en nuestra vida, física y espiritual. Del
mismo modo, aprendamos nosotros a estar en nuestro sitio, allí donde debemos
estar. Hemos de estar en nuestro lugar para que nuestra vida sea plena, gozosa
y siga su ritmo hacia el encuentro definitivo con Aquel que nos ha creado. Él
todo lo ha soñado para la felicidad de su criatura. Vivir en armonía con los
demás, en el medio nos rodea, es el anhelo de todo ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario