domingo, 17 de mayo de 2020

Miedo a la libertad



La libertad es consustancial al ser humano. Y me atreveré a decir que la persona se realiza, crece y se proyecta cuando hace uso pleno de su libertad. Desde un punto de vista ético, atentar contra ella es reducir a la persona en algo que le es sagrado. Nada ni nadie, ni estructuras, ni gobiernos, ni ideas, ni todo el poder del estado, puede impedir su ejercicio: esto es el máximo respeto a la dignidad del hombre.

Quitar la libertad a alguien es matar la esencia de su propia identidad. Ningún ser humano tiene la potestad para impedir su uso con pleno derecho. Ninguna formación política ni religiosa puede arrogarse esa capacidad. Nadie está por encima de nadie. Todos somos iguales y libres.

Nuestra cultura occidental tiene su origen en la religión judeo-cristiana, en la filosofía griega y en el derecho romano, afirmando con rotundidad el respeto sagrado hacia el hombre y su libertad. Si es propia de nuestra naturaleza, ¿por qué temerla?

¿Por qué temen a la libertad?


Podríamos decir que todo tipo de poder, tanto político como religioso, teme a la libertad, porque sabe que esta es más fuerte que el dominio que pueda ejercer. El que ocupa un puesto de poder, tiende a controlar a los demás para evitar perder su rango. Quien está fuertemente ideologizado, tiende a sospechar de la libertad de los demás, porque pueden discrepar de sus ideas. Esto lo vemos en los regímenes totalitarios, que hacen todo lo posible por reducir o anular el derecho a la libertad de expresión y de acción.

¿A qué temen las personas que tienen poder?

Cuando se prueba la miel del poder, uno se siente como un semidiós, que puede decir y hacer lo que le venga en gana, sin limitación alguna, con toda inmunidad moral y legal. Puede manipular a las gentes y obligarlas a cumplir todos sus decretos, doblegando su voluntad y quitándoles la seguridad jurídica para defenderse. Vivir la experiencia de sentirse como un dios es la peor droga. El poder es como la cocaína pura: enajena al que la consume y genera una adicción que siempre pide más. Llega un momento en que está tan enganchado que ya no puede pasar sin él. Poco a poco, se le irá necrotizando el corazón, la mente y, finalmente, el alma, hasta convertirse en un cadáver viviente, a merced de las fuerzas que manipulan y dictan su voluntad. La adicción es tan letal que lo transforma en un auténtico monstruo, perdiendo toda referencia moral. El poder destruye a los que se oponen a él y acaba destruyendo a los que lo ejercen. Esta es su lógica. Jugar a esto es la peor de las enfermedades.

Por otra parte, el poderoso vive pendiente de que nadie le arrebate el trono, y a los que cree que pueden amenazarlo, si no puede deshacerse de ellos, los difama o los critica, elaborando bulos y mentiras para debilitarlos socialmente. La libertad siempre es una barrera para el adicto al poder. El otro se convierte en un peligro que a toda costa hay que destruir. Es un impedimento que le estorba tomar su droga. Se descompone, como un drogadicto en síndrome de abstinencia. Sí o sí, necesita de esa miel. De la dulzura pasará a la hiel del miedo, la inseguridad, la desconfianza, hasta llegar a la locura. El miedo le genera una violencia incontrolada, y puede llevarlo a cometer daños irreparables, que en un extremo podrían causar la muerte del enemigo. No me refiero sólo a la muerte física, sino a la muerte de su dignidad.

El miedo genera adicción, violencia y, finalmente, destrucción. Lleva a la persona a querer poseerlo todo y controlarlo todo, porque no quiere perder nada.

Este miedo una patología mental que puede haberse desarrollado durante el crecimiento de la persona, o debido a un trauma de la infancia. Su origen puede ser una demanda de afecto, escucha, acogida, dulzura que no se le dio. Y ahora obliga a todo el mundo, con violencia, a que le dé lo que no tuvo.

O puede ser lo contrario: le han dado de todo en su infancia, sin límites pedagógicos ni morales, y ahora cree que tiene derecho a todo, incluso a usar y manipular a los demás para conseguir lo que quiere.

La semilla que nunca muere


La historia nos revela que los que ostentan el poder tienen miedo, con toda la fuerza destructiva que poseen. Ponen en marcha sus influencias y mecanismos jurídicos y mediáticos para anular los derechos y las libertades de los demás. Pero hay quienes nunca renunciarán a la libertad y a la verdad, que es lo que se opone a la esclavitud y a la mentira, como el miedo y la cobardía se oponen a la valentía y a la autenticidad.

El uso responsable de la libertad pondrá en jaque mate al poder. Porque sabe que al final nunca podrá matar del todo la libertad, ni siquiera una vez muerta la persona, porque las semillas de la libertad son algo más que un concepto ideológico. Son la esencia que nos define, y al final derrotarán al poder. Las semillas de la libertad se expanden de manera viral por todo el mundo y en cada conciencia. Renunciar a ella es renunciar a ser persona. Sin libertad nos convertimos en seres sin alma, fácilmente dominables, frágiles, sin rumbo, sometidos y ciegamente obedientes, a cambio de una falsa seguridad y protección, para mantenernos doblegados y arrodillados ante el poder.

No hemos de tener miedo a aquel que tiene miedo de nuestra libertad. En el fondo, es una lucha contra la esclavitud, entre el bien y el mal, pero sobre todo es una lucha contra aquello que no nos deja crecer como personas. Estamos llamados a sacar todo el potencial que tenemos dentro. Nada ni nadie puede arrebatarnos ese deseo innato. Sólo desde nuestra libertad llegaremos a ser lo que queramos, aunque en esa lucha nos encontremos cara a cara con la crudeza del poder disfrazado de buenismo y amabilidad. Será un trago fuerte, que tendremos que sorber. El único camino hacia la auténtica libertad será un arma tan potente que acabará disipando el miedo de todos los poderosos. Sólo ella, la libertad, puede asegurar un cambio de rumbo en la historia.

8 comentarios:

  1. Y así es padre, el camino hacia Jesús, es el único hacia nuestra libertad, a pesar de lo que algunas personas creen. Jesús es libertad y vida.
    Un abrazo muy fuerte padre
    Ana María

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  2. Sigo al hilo de sus palabras: “Pero hay quienes nunca renunciarán a la libertad y a la verdad (…)”.

    Los cristianos que dieron su vida por no renunciar a la libertad de creer y seguir la doctrina de la Verdad que, para ellos y nosotros, representa la enseñanza que nos legó Cristo, es un claro ejemplo de vencer superando el miedo institivo que tenemos todos y Dios nos ha dotado para bien preservar la vida hasta que Él, no otro, lo decida.

    Uno de los mejores poetas en lengua castellana que escribió sobre la libertad fue Miguel Hernández. Al poema me remito:

    Para la libertad, sangro, lucho, pervivo
    para la libertad, mis ojos y mis manos
    como un árbol carnal, generoso y cautivo
    doy a los cirujanos.

    Para la libertad siento más corazones
    que arenas en mi pecho: dan espumas
    mis venas y entro en los hospitales,
    y entro en los algodones
    como en las azucenas.

    Porque donde unas cuencas vacías
    amanezcan, ella pondrá dos piedras
    de futura mirada, y hará que nuevos brazos
    y nuevas piernas crezcan en la carne talada.

    Retoñarán aladas de savia sin otoño
    reliquias de mi cuerpo que pierdo en
    cada herida, porque soy como el árbol talado
    que retoño aún tengo la vida.

    Un cariñoso saludo.

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    1. Grande Miguel Hernández.
      Gracias por recordarnos este gran poema.

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  3. Gracias Padre Joaquín. La libertad humana conlleva la responsabilidad. Para actuar de manera responsable, se ha de tener moral. Para tener moral, hay que buscar en el interior del ser humano la bondad, la justicia, la caridad, para actuar correctamente. Pero el humano ha de buscar en Cristo estos dones, que son una manifestación del AMOR de Dios en nosotros. Dios, de donde venimos y a donde hemos de volver. Jesús, perfecto Dios, se ha hecho perfecto Hombre para enseñaros a todos a vivir en plenitud través del amor y trabajo cotidiano de cada persona en su medio habitual. Nos enseñó que a través de la caridad que se ocupa con amor, respeto y compasión del más necesitado, somos más libres, y más felices.
    Deseando poder regresar a la Parroquia para celebrar en familia comunidad y nuestra Fé.

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  4. Qué hermoso poema y comentarios. Me uno a ellos. Sin libertad, perdemos lo más íntimo y sagrado, lo que nos hace más humanos... y más semejantes a Dios. Sin libertad, tampoco el amor es posible.

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  5. Que buena reflexión Joaquín.
    De los políticos mejor no hablar, casi todos están en política por negocio y lo único que quieren y tienen es dinero pero LA LIBERTAD la perdieron, no son libres para actuar como debieran porque si lo hacen... Se les acaba el chollo.

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  6. Gracias Joaquín, sin valentía no hay libertad. Es muy valiente que hayas escrito sobre la libertad en estos momentos en los que nos hemos dejado llevar por tantas palabras de falsos expertos. Cuando en realidad la verdad está siempre allí, bajo un rayo de luz, junto al camino. Un abrazo, Alejandro

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  7. ¡Muchas gracias por vuestros comentarios! Me gusta que participéis y comentéis. Esto ayuda a dar más difusión a estos escritos. Si os gustan, ¡os animo a seguir! Un abrazo.

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