Tener la oportunidad de hablar y escuchar a tantas personas me permite conocer en profundidad al ser humano y conectar con aquellos que expresan su sentir más hondo, tanto cuando se sienten invencibles y han sido capaces de superar enormes dificultades como cuando perciben la derrota de una lucha que los ha llevado al límite de sus fuerzas. Hablando con los demás he llegado a tocar la fragilidad, la inseguridad, el miedo, el sentir que se va a la deriva.
En ese momento soy testigo de la vulnerabilidad que
fragmenta todo el ser; es una experiencia que sobrecoge y hace surgir un
torrente de preguntas en mi mente.
¿Qué es lo que lleva a tantas personas a situaciones límite?
¿Por qué unas las superan, saliendo airosas de ese combate? ¿Por qué otras
viven rendidas ante la realidad, arrastrándose en la desesperación y la agonía,
con su capacidad de razonar anulada? ¿Por qué unos pueden y otros no? ¿Qué
explicación hay en esas brechas?
¿Por qué unos sí y otros no?
Hay quienes perciben las experiencias como un gran aprendizaje,
incorporando a su vida nuevos retos y venciendo la inercia, el miedo y la
desorientación. Pero hay quienes, quizás por el resentimiento acumulado que les
impide discernir con lucidez, quedan atrapados en su burbuja interior. No hay
manera de que levanten cabeza, y su debilidad creciente los lleva a una
peligrosa autocontemplación. Evitan hacer frente al gran deseo, a sus
cuestiones existenciales más hondas.
Da vértigo enfrentarse con uno mismo. Podemos tener una
capacidad para definir con agudeza lo que les pasa a los demás, convirtiéndonos
en cirujanos del comportamiento ajeno. Pero somos incapaces de saber qué ocurre
dentro de nosotros. Racionalizamos e investigamos sobre el cosmos y la
inmensidad del universo, y no somos capaces de profundizar en el microcosmos de
nuestro corazón.
Huimos por miedo de esas tormentas que arrecian en nuestro
interior, pero acabamos naufragando en un mar de contradicciones, hasta perder
el rumbo y dar vueltas por un laberinto, sin saber cómo salir.
¿De qué depende deslizarse como un surfista sobre la ola o
ser tragado por ella?
Conocemos los entresijos de nuestra realidad, de los demás,
del mundo. Todos venimos preparados para ganar batallas. Quizás el problema no
sean las armas con las que podemos luchar, sino la ignorancia y la falta de
propósito.
Conocerse
¿Sé quién soy? ¿Conozco el potencial que hay en mí? ¿He
medido mi fuerza para saber si puedo mantener un equilibrio entre las fuerzas
de adentro y las de afuera? ¿Y si el problema es que todavía no he descubierto
el gran arsenal que poseo dentro, ese coraje desconocido que me ayudará a
sortear las flechas enemigas y las propias?
Afírmate con toda rotundidad. Trabaja la voluntad, el
entendimiento, el conocimiento. Aprende hasta dónde puedes flexionar tu arco
para dar a diana en aquellas cuestiones que te inquietan. Apunta al núcleo de
tu existencia.
A la hora de lanzar, es importante tener un buen arco y una
buena flecha, pero más aún lo es la precisión, y más aún tener un buen blanco.
Tener un propósito vital ayuda a sacar fuerzas y puntería para conseguir
aquello que más anhela nuestro corazón. Saber quién eres, qué quieres, y tener
en cuenta lo que necesitas te ayudará a conseguir la meta.
Pero cuando yo no sé quién soy, ni lo que quiero, y carezco
de las herramientas para llevarlo a cabo, entraré en una fase de victimismo. Tendré
motivos para quejarme de todo o de todos. Encontraré excusas de todo tipo para
caer en la trampa de ser lo que no soy y terminar haciendo lo que no me gusta,
distanciándome de mi propósito vital.
Y cuidado, porque muchas personas se esconden detrás de
aquello que socialmente les sale rentable, porque con esto quedan bien y
guardan a salvo su imagen. Temen revelarse tal como son y no soportan sentirse
frágiles ante los demás, descubriendo su auténtico rostro y enfrentándose a su
indigencia existencial.
Pero todos hemos de llegar a tocar fondo: cuando se es
consciente de llegar al núcleo de la vida, es cuando hay que tener las agallas
y la valentía suficiente para reiniciarse y renunciar al viejo paradigma de los
miedos, las excusas, las justificaciones y los resentimientos. Hay que librarse
del peso del pasado, de las mentiras y de echar culpas a otros por nuestra
situación.
Creo que todos tenemos la capacidad innata de
autoregenerarnos. Sólo se trata de querer, pedir ayuda y convencerse de que
podemos salir adelante, siendo señores de nuestra vida y de nuestra historia.
Una vez llegamos aquí, no podemos imaginar el enorme
potencial de bondad creativa que hay en el corazón humano. ¡Nos sorprenderemos
a nosotros mismos! Entonces descubriremos que darse a los demás da sentido
pleno a la vida y nos acerca a aquello que todos queremos y necesitamos: ser
felices y contagiar felicidad.
Salir de este sendero es perder la brújula interior que
todos llevamos dentro y que apunta hacia nuestra plenitud humana. Estar
instalado en el pasado, quejándose del presente y temiendo el futuro es la
aniquilación de la realidad. Hay que despertar de este letargo del pasado que
se come el presente y el futuro. Valentía para ser, dar y amar: esta es la
auténtica clave.
Profundas y sabias reflexiones sobre una de las dudas fundamentales que angustia al ser humano ¿quiénes somos? y asusta mirar la respuesta en el espejo de la verdad sin tener el apoyo del otro y con el silencio de Dios.
ResponderEliminarLas palabras dan vida cuando están llenas de sabiduría inspirada en la bondad.Gracias, Padre
ResponderEliminar¿Por qué unos sí y otros no? Estoy de acuerdo con el autor en que encontrar, o descubrir, el propósito vital de cada cual es la clave. Y sin conectar con nuestra raíz existencial, Dios, es difícil de encontrar... o es fácil perderse en otros seudo-propósitos. Incluso hoy se ensalza el dicho de que "lo importante no es la meta, sino el camino", así que no hace falta buscar metas ni destinos. El caso es irse moviendo, aunque ese movimiento no sea más que dar vueltas en torno al mismo punto. Como dicen los jóvenes, un "rayarse" total. Cuántas personas viven así. Creo que los seres humanos estamos llamados a algo más... ¡Gracias por estos pensamientos!
ResponderEliminarSabias palabras y muy buenas reflexiones.
ResponderEliminarCreo que unos si y otros no, sea por el amor y la positividad. Con amor y actitud positiva, todo se supera y nos engrandece.
Gracias Joaquín.
Un abrazo