Sí, así era Juanita, una mujer sabia que supo lidiar con la viudez y con una enfermedad oncológica que le llevó a plantearse toda su vida. Mujer de aspecto sencillo, con ojos muy vivos, tuvo que iniciar una nueva etapa cuando, enferma y desahuciada, se retiró a un pueblecito cerca de Barcelona, en el campo, para pasar sus últimos días. Tenía cuarenta y dos años y le habían dado pocas semanas de vida.
Pero allí, lejos de todos y de todo, en contacto con la
naturaleza, como una ermitaña, empezó su curación. Un día cayó en sus manos un
libro de salud natural. Los tratamientos farmacológicos no le habían servido y
veía su muerte inminente, de manera que no perdía nada si probaba a seguir las
indicaciones de aquel libro. Cambió de dieta, ordenó sus horarios, caminó por
el campo, respiró hondo y comenzó a encontrarse bien, consigo misma y con su
cuerpo. De manera rápida y sorprendente, al cabo de un mes regresó del campo y
volvió a su casa enteramente sana y pletórica de energía. Ya no necesitaba más
una mujer que le hiciera la limpieza, y se incorporó a su trabajo, junto con su
marido, llevando un bar. Cuando volvió a ver a sus médicos fue para despedirse.
No tenía rastro de enfermedad. La paciente que habían dado por perdida estaba
sana.
Su tenacidad y su fuerza de voluntad la llevaron a vencer el
cáncer. El tiempo que pasó en el campo fue crucial para dar un reenfoque a su
vida. Desde entonces, el cuidado de la salud fue primordial para ella. De
enferma pasó a ser una amante de la vida. Las personas que la conocían
comenzaron a preguntarle, y así es como Juanita, sin pretenderlo, se convirtió
en una gran consejera para muchos. Carecía de títulos académicos y formación
médica, pero se instruyó cuanto pudo en aquello que le preocupaba, y el mejor
aval fue su propia vida: Juanita vivía lo que predicaba, y era un ejemplo de
persona sana y equilibrada. Ella insistía en la importancia de armonizar
cuerpo, mente y alma. Aconsejaba desde la sencillez y desde su propia
experiencia a quienes le pedían ayuda. Mantenía sus principios, muy sólidos y
exigentes en su planteo de medicina natural, pero al mismo tiempo era delicada
y atenta con los demás: sabía animar, estimular y acompañar a las personas que
le pedían consejo.
Su deseo de estar bien y ser útil, sin causar molestias a
nadie, fue el motor de su voluntad y lo que le permitió mantener sus hábitos
sanos hasta edad muy avanzada. Se convirtió en una anciana sabia, que supo sacar
de la enfermedad la gran lección de su vida.
Vivía de forma muy sobria, cuidando su alimentación y sus
emociones, y con un propósito vital que había descubierto tras su enfermedad:
ayudar y cuidar a los demás. En su longeva vida contribuyó a mejorar la salud
de muchas personas.
Cuando sufrí mi lesión ocular me ayudó mucho con sus pautas
dietéticas. Yo había sufrido una hemorragia en la retina a causa de la
hipertensión y el colesterol elevado. Ella, con delicada exigencia, me dio una
serie de consejos y recomendaciones y así logramos mejorar sustancialmente mi
patología ocular y, de paso, mi salud en general. Fue asombroso lo que llegué a
mejorar, y hasta mi oftalmólogo, hoy, se sorprende de la evolución que he
tenido.
Juanita se convirtió en mi consejera durante el proceso de
recuperación de mis ojos. Le estaré eternamente agradecido por su dedicación e
interés. Sin dejar las visitas a los facultativos y los tratamientos a los que
me he sometido, su intervención fue el complemento más eficaz a la terapia.
Falleció el 7 de julio a las 12 del mediodía. Tenía 92 años,
le habían dado cinco semanas de vida y sobrevivió cincuenta años más. Cuando su
hijo Jordi me lo comunicó, me entristeció saberlo, pues para mí ha sido una
auténtica perla que se cruzó en mi camino.
...
Juanita cautivaba por su sencillez y discreción. Mujer
menuda y ágil, con su mirada despierta traslucía el tesoro que llevaba en su interior.
Siendo una mujer muy humilde, acumuló gran sabiduría y la supo compartir. Para
mí, era la gran doctora de lo pequeño. Su lenguaje amable ya era terapéutico en
sí. Cuando la conocí no me dejó indiferente. En seguida conectamos, y creció un
profundo aprecio entre nosotros. Tras quedar viuda, vivió sola muchos años;
sabía estar con gente y en soledad. Todo cuanto tuviera relación con la salud
le interesaba. No imponía sus conocimientos a nadie, pero sí los ofrecía,
porque conocía la importancia de cuidarse. Tenía una frase que repetía a
menudo, uno de sus principios: la sangre ha de estar siempre limpia y
oxigenada, porque es la clave de la salud. Daba mucha importancia al sistema
vascular y al buen estado de venas, arterias y capilares, pues por ellos corre
el fluido vital que alimenta todas las células del organismo. Una sangre limpia
de grasas y de toxinas es crucial para la salud. La sangre contaminada genera
mucha inflamación en el cuerpo, produciendo enfermedades crónicas. Y ¿qué
contamina la sangre? Sobre todo, una mala alimentación, causa y origen de
muchos problemas de autoinmunidad y deterioro.
Autodidacta, devoraba libros sobre salud y medicina natural,
y tuvo muchos amigos médicos y terapeutas. Su experiencia vital y su formación
la convirtieron en una referente para muchas personas de su entorno. Tiene en
su haber la recuperación de la salud de unas cuantas. Yo soy testigo y prueba
de esta verdad. En un momento decisivo de mi vida, en que me jugaba la salud de
mis ojos, ella fue clave en mi recuperación.
Otra cosa que solía comentar es que en cada uno de nosotros
hay un médico, y que la curación se tiene que dar en complicidad entre
pacientes y médicos. Si se da esta complicidad, la gente podrá mejorar mucho.
Acoger puede ser más potente que un fármaco o una terapia. La dimensión anímica
juega un papel fundamental, que trasciende lo puramente químico como
tratamiento exclusivo.
Para ella, la buena alimentación, la buena higiene y unas
buenas relaciones sociales eran los pilares de la salud.
Hay un ejército de gente sencilla que sabe mejorar el mundo
y que, aparte de la clase médica con sus avances científicos, puede aportar una
experiencia profundamente sanadora.
Tu salud está en ti, decía ella. Eres el dueño de tu vida.
Lo que tú decidas es fundamental. El médico puede ser un gran aliado, pero la
elección está en tus manos. Tú eliges vivir o morir.
Son frases hermosas que tengo muy presentes. Juanita me
recuerda que una persona coherente y despierta puede hacer más que un médico
apalancado que sólo busca su ganancia.
Vivir es el gran don que tenemos que cuidar, si queremos que
nuestra vida tenga sentido.
Gracias, Juanita, por tus torrentes de sabiduría. Desde la
sencillez de tu corazón, ¡cuánto bien hiciste a tantos!
Yo también la conocí. Era admirable, y llena de bondad. Para mí, un ejemplo a seguir.
ResponderEliminarImpresiona lo que puede llegar a conseguir la fuerza de voluntad y la fe en Cristo.
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