Es necesario aclarar el significado de estas dos palabras para evitar errores dolorosos. El ejercicio equilibrado de la autoridad es una expresión de amor y servicio, con el fin de potenciar y hacer crecer al otro, dando lo mejor de sí mismo. La autoridad requiere convertirse en modelo para el otro, con una conducta intachable, que genere confianza y respeto. Será su estilo de vida el que haga a la persona merecedora de confianza, por su ejemplo y moderación, y no por su intransigencia ni por imponer la obligación de una adhesión ciega a su autoridad.
Exigir con delicadeza es la clave, porque en la
responsabilidad educativa se ha de tener muy en cuenta la libertad del otro. En
ningún caso tiene que estar condicionada su capacidad de análisis, su
pensamiento y sus decisiones. Entre la autoridad y la libertad hay una línea
muy delgada que se ha de respetar. Pisar la libertad es un claro indicador de
que la autoridad puede derivar hacia el autoritarismo. El espacio es corto y
siempre se ha de salvar.
Autoridad y poder
Desde un punto de vista sociológico, el concepto de
autoridad se está poniendo en entredicho por el abuso que se comete al no
respetar los límites. Sin humildad, el ejercicio de la autoridad puede
desencadenar un abuso de poder, con el pretexto de que todo se hace «por el
bien» de la otra persona. Se requiere depurar mucho las intenciones para caer
en la ambigüedad. El abuso de autoridad puede atentar contra lo más íntimo de
la persona: su identidad. Sólo desde la humildad, la discreción y la
delicadeza, limpias de todo afán de poder, se podrá ejercer bien la autoridad.
Un principio ético y filosófico se ha de tener muy claro:
todos somos iguales y nadie está por encima de nadie. A la hora de ayudar,
corregir y exigir, se ha de tener muy presente. Hay una serie de ámbitos:
social, religioso, político, educativo y familiar, donde la tentación del poder
es grande. Son todos aquellos que tengan que ver con el ejercicio de una
responsabilidad con una fuerte carga moral.
En la familia
Los padres pueden intentar modelar a sus hijos según sus
criterios, sin tener en cuenta lo que realmente son y quieren. Tal misión no es
imponer por tradición las cargas familiares, según su trayectoria histórica,
sino hacer que los hijos desplieguen su máximo potencial. El riesgo de generar
clones o moldes de un pasado, sin tener en cuenta su libertad, sus talentos y
su capacidad creativa para abrirse al mundo, puede provocar un trauma que
bloquee emocionalmente sus aspiraciones. Los padres tienen la responsabilidad
de educar a sus hijos, por supuesto, pero esta libertad que les están
administrando, poco a poco, a medida que crezcan, se la tendrán que ir
devolviendo. El sentido de posesión puede dificultar una educación desde la
libertad, el derecho sagrado y natural que va más allá de los lazos biológicos.
El ejercicio de la paternidad implica saber hasta dónde se
ha de ejercer la autoridad con los hijos. Porque llegará su mayoría de edad y
tendrán que asumir sus responsabilidades, decisiones y el uso de su libertad.
Si este traspaso no se realiza correctamente, puede significar una ruptura de
los vínculos familiares, apelando a su mayoría de edad. Se ha de pasar de un
lazo basado en la consanguinidad a una relación filio-parental basada en la
amistad sin perder la otra. Nada se romperá, y para los hijos ya adultos sus
padres siempre serán una referencia moral. Llegar hasta aquí es engrasar una
buena relación que armonizará los vínculos entre las nuevas generaciones
familiares.
Mostrar con humildad los propios valores es básico para
sanar toda relación herida dentro de la familia. Educar es servir desde la
libertad. Sólo así se puede hacer crecer a los demás. El ejemplo de los padres
y su modelo de conducta ante los hijos los preparará a fin de que un día ellos
también puedan educar con acierto a los suyos. La familia es un ámbito
trascendental en la educación de los hijos. Hemos de evitar cualquier tipo de
desvío que pueda dañar el equilibrio psíquico de sus miembros.
Esta tarea es una obligación moral de los padres. Hemos
podido ver en los medios de comunicación casos de familias sumidas en la
tragedia por no apuntalar con solidez sus valores.
En el ámbito religioso
Otro ámbito extremadamente delicado es el religioso. No
entender correctamente el sentido de la obediencia ha llevado a muchas
comunidades a situaciones de conflicto difícil de resolver. A lo largo de la
historia de la Iglesia hemos visto casos lamentables que han trascendido y se
han divulgado por los medios. Pero nadie, y ninguna institución, está exento de
riesgos. Cuando se ejerce un liderazgo en este ámbito la lucidez es clave para
no resbalar hacia una dirección espiritual que cause profundas crisis en
personas que han iniciado un hermoso proceso vocacional. Es una decisión
fundamental para quienes han decidido poner a Cristo en el centro de su vida.
Todo esmero será poco para mantener la frescura de una vocación, dispuesta a
servir para siempre. Es un tema especialmente delicado, porque también se han
dado abusos de autoridad, provocando una brecha vocacional y existencial.
La libertad y la obediencia no tienen por qué estar reñidas.
La obediencia no es sumisión, y la autoridad tampoco ha de ser autoritarismo.
El discernimiento en el campo religioso, y en todos los demás, es fundamental.
“Un principio ético y filosófico se ha de tener muy claro: todos somos iguales y nadie está por encima de nadie”.
ResponderEliminarEsta frase entresacada de tu interesante artículo que tú muy bien analizas, me ha hecho reflexionar sobre la igualdad o superioridad entre los seres humanos.
Este mismo principio se aplica cuando vamos a votar en unas elecciones presidenciales, todos valen lo mismo: el de un incapacitado síquico que el de la persona más sabia; el de un asesino con el de un “santo varón” (la santidad la determina las circunstancias de cada uno); o bien quien presume de no haber leído un libro en su vida con quien haya escrito numerosos y sesudos libros de culto…, podríamos seguir enumerando casos para poner en duda la igualdad entre seres humanos, lo cual no quiere decir (Dios me libre) de pensar que unos tiene derecho a ejercer autoritarismo sobre otros, no. Simplemente que habría que ponernos a todos en tela de juicio para determinar quienes están más capacitados para ejercer… un voto, cargo o dirección por poner solo unos pocos ejemplos y valorarnos de la misma manera que se hacen en unas oposiciones o cuando te examinan para ocupar cualquier trabajo.
Yo opino qua la autoridad es necesaria para la buena relación entre las personas de una familia y de la sociedad. Quien ejerce la autoridad ha de hacerlo tomando las decisiones que favorezcan al buen ambiente entre las personas que tiene bajo su tutela, respetando su libertad si ellas conocen sus límites y asumen las consecuencias de sus decisiones .
ResponderEliminarEn la familia ha de haber consenso entre el padre y la madre y la edad de los hijos. Hay que ayudarles a madurar en tiempos dedicados a conversar y contrastar opiniones.
No es bueno en ningún ámbito ni el autoritarismo, ni la sumisión irreflexiva que supone falta de madurez tanto del que quiere mandar como del que se somete sin reflexionar.
El conentario anterior lo he mandado yo
EliminarCreo que este tema es especialmente importante en los ámbitos familiar, religioso, académico... y sí, también en el social y político. Evidentemente que no todos somos iguales en carácter, formación y altura ética. Pero sí en dignidad como seres humanos. Y en el campo de las relaciones personales, de tú a tú, es donde más daño se puede hacer cuando alguien se cree con el derecho (o el deber) de dominar al otro pasando por encima de su libertad. Siempre pienso en la parábola del hijo pródigo: ¡el padre permite que sus hijos se equivoquen! Le duele, pero no por ello coarta sus decisiones. Y en el buen ladrón: el primero que sube al cielo con Jesús es un bandido crucificado (todo menos un ejemplo de moral y honradez). Para mí, Jesús y el Padre nos ponen el mejor modelo a seguir: el listón es alto, pero no está fuera de nuestro alcance...
Eliminar