En la universidad de Barcelona pasó unos años inolvidables,
compaginando los estudios con el activismo y conociendo, de primera mano, la
censura de aquellos tiempos y la vigilancia policial del agitado mundo
estudiantil. También viajó con sus amigos, recorriendo media Europa y
explorando los países al otro lado del telón de acero. Cuando terminó la
carrera, se quedó dando clases en la universidad y tuvo la oportunidad de
viajar a los Estados Unidos para estudiar psicología de grupos con el eminente
Carl Rogers. Su formación ampliada le permitió, en los años siguientes,
continuar viajando para compartir su saber y abrir nuevos campos de
investigación a la psicología.
Fue entonces cuando conoció a Manuel, el que sería su
esposo. Ambos ya tenían cierta experiencia de la vida y navegaban en solitario.
Cuando se conocieron, algo surgió entre ellos, una conexión profunda que iba
más allá de lo físico. Desde entonces, ya nunca volvieron a caminar solos.
. . .
Pilar era una mujer que vivía con intensidad la vida. Su
entrega y pasión en el ámbito universitario generó muchísimos contactos, una
auténtica red de amigos que le permitió investigar y difundir los últimos
hallazgos en psicología grupal. Junto con otros psicólogos y su compañero de
batallas, Manuel, compartían su pasión por el estudio de la mente y el ser
humano.
Pilar y Manuel supieron vivir esta doble pasión: se amaron
como esposos y se apoyaron como científicos en su área. Sus libros aportaron
nuevos enfoques a la psicología. Reunieron una enorme biblioteca, de más de
5000 volúmenes, que quisieron dedicar como lugar de estudio y encuentro, creando
el espacio Orego.
El paso del tiempo nunca apagó el deseo de saber en Pilar. Además
de acumular enormes conocimientos sobre psicología de grupos, trató de
difundirlos y aplicarlos en su trabajo. Mujer incansable, verdadero pilar
de sabiduría, supo integrarse en la cultura catalana y en el mundo
universitario, donde obtuvo una cátedra. Tenaz y persistente, con una gran
capacidad de trabajo, su vida era la universidad, pero no olvidaba a los
amigos. Las relaciones humanas y el cultivo de la amistad siempre fueron
prioritarios para Manuel y Pilar. Así, trabaron vínculos con un nutrido grupo
de amigos, también catedráticos, con los que compartían trabajo y viajes, y que
los acompañaron hasta la jubilación. Para Pilar, el grupo era importante no
sólo como materia de estudio, sino como realidad vital. Ella misma creaba
grupos allí donde estaba, con el fin de dinamizar la comunicación entre las
personas y mejorar el trabajo en equipo.
Ya jubilada, se ofreció como voluntaria del comedor social
de su parroquia, San Félix. Formó un grupo y trabajó para que hubiera una mayor
calidad en este servicio humanitario, así como una mayor cohesión entre los
voluntarios. Su vinculación con la parroquia ha sido intensa y comprometida.
También se integró en el grupo de tertulias.
Pilar se preocupaba por la juventud, desposeída de valores y
perdiendo su potencial en una sociedad y una cultura que no ayudan a crecer.
Para ella era muy importante una buena formación intelectual y filosófica, de
la que carecen hoy muchos jóvenes. Le inquietaba que se dilapiden tantas
energías y tanta creatividad.
En su libro Instantáneas, una recopilación de
recuerdos preciosos de su vida, descubrimos a una Pilar amante del arte, de la
música y la danza, del cine, del buen sabor de las cosas. Siempre atenta a
cuanto sucedía a su alrededor, Pilar sabía penetrar en la realidad con la
agudeza de un científico, pero también sabía abandonarse: era una enamorada de
la belleza y su entusiasmo no dejaba a nadie indiferente.
Siendo tan intelectuales, Manuel y Pilar jamás perdieron la
fe: Jesús era para ellos un gran referente que iluminó sus vidas hasta el
final. En los últimos años tuvieron que afrontar el mayor desafío: la
fragilidad del cuerpo y la enfermedad, que fue minando sus vidas. Pero ambos
han sabido irse con sencillez y humildad, dejándose cuidar. Pusieron en
práctica aquello que Manuel había tratado en algunos de sus libros: es
importante cuidar, pero también ser cuidado. En este tiempo de más dolor, sus
amigos siempre han estado atentos y cercanos a ellos (Marisa, Pilar Barón y
tantos otros...), así como su familia, en especial Palmira y Abelardo, hermanos
de Pilar. Oscar Valdez ha sido un gran cuidador, tanto de Manuel como de Pilar,
atendiéndolos y llevándoles la comunión y el consuelo de una compañía amable. Saloua
ha visitado y apoyado a Pilar casi a diario, durante los últimos meses. Y Gloria,
otra voluntaria de la parroquia, ha acompañado a Pilar en sus últimos días, con
extrema delicadeza, rezando con ella y animándola.
Todos, y muy en especial su último grupo, los voluntarios
del comedor social, sentimos su pérdida y la recordaremos mucho, porque ha
dejado en nosotros una huella profunda.
Para mí, conocerla y trabajar con ella ha significado un enorme aprendizaje sobre la realidad humana. Pilar ha sabido dar mucho y lo mejor de sí misma. Agradezco a Dios haber tenido dos feligreses tan magníficos como ella y su esposo Manuel, que supieron formar parte, con humildad y alegría, de esta familia variopinta que compone la comunidad parroquial.
Precioso obituario !muchas gracias! Una discreta vida y desconocida por muchos feligreses
ResponderEliminarUn gran retrato de la profesora, compañera y amiga Pilar, junto de esa gran persona que fue su esposo Manuel. La aportación que realizasteis a todos los que, de una manera u otra, formamos parte de la Parroquia, es digna de daros las GRACIAS por tanta enseñanza de vida .
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