A los pies de Montserrat, la montaña majestuosa que se eleva hacia el cielo, como si quisiera tocarlo, nació vuestro amor.
En Olesa de Montserrat, los jóvenes Pedro y Marian se abrían paso en la vida. Pedro, con 18 años, era locutor de radio de una emisora llamada Estudio 43, y se ocupaba de pinchar música romántica que le pedían sus oyentes, especialmente mujeres. Con su voz clara, recia y segura, y con su exquisita amabilidad, cautivaba a muchas personas. Entre ellas a Marian, una adolescente que, entre clase y clase, llamaba para pedirle que pusiera sus canciones preferidas aunque no le diera tiempo a escucharlas, porque debía volver al aula. La voz cálida que escuchaba al otro lado del transistor atrapó el corazón de aquella jovencita soñadora.
Tras reiteradas llamadas al estudio consiguió visitar la emisora. Mirándole, desde el otro lado del cristal, los ojos de Marian chispeaban. Algo nuevo estaba naciendo en su interior, una experiencia nueva que le sabía a miel.
Después de un tiempo de cortejo, Pedro se decidió a pedirle un compromiso e iniciaron su noviazgo. Aquella voz que Marian escuchaba a través de las ondas, matizada por el transistor, ahora resonaba ante ella, viva y directa, sin nada que se interpusiera entre los dos. Pedro también quedó prendado de la sinceridad de los ojos de Marian y ambos se lanzaron a la gran aventura que todavía hoy sigue, con el mismo ardor y el mismo entusiasmo.
Han pasado aquellos años 80 en que el mundo discográfico explotaba, estamos en la era de Internet y el MP3; los jóvenes enamorados ahora son adultos maduros y serios, que han asumido lo que significa el verdadero amor. Han formado un hogar con dos hijos, Alex y Marc , y han descubierto que de ese amor pletórico de los inicios han pasado a un amor de entrega sin límites, de sacrificio y de fidelidad. También habrán conocido el sabor de la renuncia, y han asumido la exigencia que a veces supone alimentar el amor, día a día y para siempre. Es un amor que desafía al tiempo.
Hoy, vienen ante Dios y ante la comunidad para renovar aquel sí que se dieron en aquel mayo del 87, con el firme propósito de seguir amándose hasta el fin. Lo más hermoso es que, 25 años después, la primera ilusión no se ha apagado. Ese amor nacido entre las ondas y alentado a través de un cristal, a los pies de Montserrat, sigue ardiendo, más vivo que nunca. Seguid así, y que el paso del tiempo no os arrebate la alegría del corazón. Hoy, reafirmáis vuestro amor y lo hacéis con el fruto de vuestra unión, vuestros hijos. El mayor bien que podéis darles, con Dios como testigo y ante esta comunidad, es que os volváis a decir sí. El amor de los padres es la primera forma de decirles a ellos que los queréis, también.
Que Dios os bendiga en esta nueva travesía que iniciáis, ahora hasta los cincuenta…
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