Todos anhelamos alcanzar cumbres en nuestra vida. Deseamos
hacer realidad nuestros sueños. Queremos desafiar lo imposible y llegar a hacer
posible lo que más deseamos en nuestro corazón. En definitiva, queremos
conquistar la felicidad, levantar la bandera de nuestros éxitos y sentirnos
casi inmortales.
Deseamos acariciar el cielo y jugar con las estrellas,
danzando ante el inmenso cosmos envuelto de misterio. Queremos rozar la
inmensidad y surcar, como un ave, el horizonte de nuestra historia. Sabemos que
tenemos un enorme potencial y llegar lo más lejos posible es un reto que nos
empuja a lanzarnos al vacío como los parapentes que vuelan sobre el abismo, con
la certeza de que podrán elevarse aprovechando el aire que los impulsa hacia
arriba.
Pero ¿qué se necesita para volar alto en la vida? ¿Qué
podemos hacer para evitar que el miedo nos paralice? ¿Qué osadía necesitamos
para atrevernos?
Los grandes atletas, para ganar fuerza en la carrera,
necesitan coger impulso. Cuando se trata de correr la maratón de tu vida
también necesitas tomar impulso desde lo más interior de ti mismo. Necesitas
explorar los recovecos más profundos de tu alma y atreverte a encontrar el
núcleo esencial de tu vida: tus propósitos, tus esperanzas. Sólo puedes volar
muy alto cuando sabes bucear hasta lo más hondo de tu océano interior, viajando
a través de tus propias sombras con serenidad, para familiarizarte con tus
límites, miedos y penumbras. Pero allí adentro también encontrarás a tu niño
interior, con el peso de una historia personal que necesitas aceptar si no
quieres empequeñecer tu realidad.
Cuanto más te introduzcas en tu castillo interior, más te
acercarás a la profundidad de tu corazón, donde ya no llega la luz del
exterior. Será aquí cuando tendrás que librar tu gran lucha. La proeza será no
detenerse ante el miedo a la oscuridad más terrible.
Cuando llegues al núcleo de tu ser y experimentes esa
desnudez y esa total tiniebla, estarás preparado para iniciar el camino de
retorno hacia la superficie de tu vida, hacia a la luz, hacia la inmensidad del
firmamento de tus sueños.
Cuántas personas se han quedado atrapadas, anquilosadas en
su pasado, sin poder desencadenarse de sus lastres, retorciéndose en un relato
victimista. Les da vértigo asumir y aceptar su realidad, y quedan encapsuladas
en su vacío interior, sin luz y sin esperanza, sin metas. Pero aquel que sea
capaz de lidiar con sus fantasmas íntimos y desafiar sus miedos dará lo mejor
de sí, porque se habrá liberado de su autocondena. Rotas las cadenas de la
culpa y de la tiranía de uno mismo, ya no necesitará un parapente para cruzar
los abismos y lanzarse hacia el vacío. Ya no tendrá miedo. Sabrá atrapar los
cometas y llegará a descubrir paisajes maravillosos. Sentirá que los límites
humanos y la fuerza de la gravedad, que tira hacia abajo, no lo van a detener,
porque habrá conseguido su gran hazaña: salir de sí mismo para ir al encuentro
de los demás. Nada le detendrá, porque el impulso que surge de lo más hondo de
su ser le hará reconocer que es mortal, pero con aspiraciones trascendentes. La
pequeñez y la basura que pueda tener adentro no le impedirán reconocer su
grandeza.
No tengas miedo a llegar a lo más hondo de tu océano
interior. Sólo desde esa profundidad podrás alzar el vuelo como nunca lo has hecho
y alcanzar parajes desconocidos. Descubrirás que lo más importante no es lo que
ves ni lo que tienes, ni siquiera tus logros. Lo más importante eres tú, un ser
extraordinario que ha tenido la gallardía de vivir experiencias antagónicas que
forman parte de tu vida. Abrazarás la luz y la claridad, el miedo y la alegría,
el desconsuelo y la esperanza, el nudo de tu existencia, tu fragilidad que se
vuelve fuerte cuando integras toda tu realidad.
Somos capaces de volar sin alas, sin el temor de caer hacia
el abismo. Somos poquita cosa, pero nuestros anhelos son grandes y esta es la riqueza
del ser humano, poseedor de una energía vital que lo hace capaz de ir más allá
de sí mismo.
Lo de llegar alto en la vida ya nos indica, de alguna u otra forma, que alguien está por encima, en la cima, en la cúspide, en lo más alto. Esto es, precisamente, lo que ocurre en nuestra sociedad, que está configurada de forma piramidal, fuertemente jerarquizada, donde unos pocos dirigen y, en ocasiones, fiscalizan de forma muy poco ética a los de abajo. Dicho esto, no creo mucho en toda esta jerarquía. Sé que es la configuración social que habita entre nosotros, y cambiarla es muy difícil, aunque no imposible. Considero que es mucho mejor la horizontalidad (apoyo mutuo, solidaridad, altruismo y colaboración entre iguales) que la verticalidad (los de arriba, que son pocos, tienen casi todo el poder y manejan, a veces con demasiada firmeza, a los de abajo).
ResponderEliminarEs importante decir que también van a influir en lo que pensemos sobre qué es llegar alto en la vida la percepción que tengamos sobre lo útil (y necesaria) o no de la profesión en cuestión, nuestros gustos personales, nuestra vocación, las influencias de la familia, la clase social a la que pertenezcamos, los amigos y la escuela, lo que nos transmiten los medios de comunicación, la política, el dinero que podamos obtener dedicándonos a un trabajo determinado, cuánto nos vayan a reconocer… Aquí, parece ser que, para muchos, haber llegado a lo más alto es haber conseguido dinero, un cierto (o mucho) prestigio social, propiedades (coches de gama alta, casas, viajes de lujo, comida cara…), tengan o no estudios reglados (con esto último, aquí ya entraríamos en otra vía de discusión: la de la preparación académica). Por suerte, no todos tienen la misma opinión. Existen otras perspectivas muy distintas a la dominante.
Es evidente que el ser humano necesita de una vivienda digna, de comida, de vestimenta… Pero de ahí a pensar que es necesario poseer todo tipo de cosas materiales, muchas de ellas superfluas, hay un trecho bastante grande. Para otras personas, ser alguien en la vida es, simplemente, que les conozcan, que les reconozcan, ser famosos. O sea, gentes que necesitan de la adulación y del reconocimiento casi constante de los otros. Aquí podríamos entrar en el ámbito de la psicología y la psiquiatría, lo que nos llevaría a escribir un montón de páginas, incluso libros.
Mi meta de llegar alto es simple, estar con mis hijos, con mis nietos y las personas que amo, es sencillo y difícil a la vez, llegar alto, una meta complicada la mayoría de veces, en tu escrito has expresado muy bien las barreras que nosotros mismos nos creamos y que son las mas difíciles de superar, gracias por este escrito
Hola, José Antonio. Gracias por tus reflexiones. Sí, "volar alto" en realidad es volar profundo, hacia lo más auténtico de nosotros mismos, hacia nuestra vocación. Muchas veces la pretensión de alcanzar "alturas" socialmente reconocidas es un renunciar a ser lo que somos y quedarse en la superficialidad de lo que nos inculca la sociedad, como bien señalas.
ResponderEliminarUn abrazo,
Joaquín
Cuantas veces intentamos volar alto y no podemos ? Solo nos falta la mano de El que nos ayude a mantenernos en esa dimension de la paz, sinceridad y amor. Muchas veces el pasado nos arrastra hacia abajo y cuesta arrancar el vuelo. Aprender a liberarnos de lo que nos impide volar es la solucion para hacerlo.
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