domingo, 15 de marzo de 2020

Tiempo de recogimiento


Frente a la crisis sanitaria causada por el virus Covid-19, y ante la veloz expansión de la epidemia, las autoridades han decretado el confinamiento en nuestros hogares, repitiendo con insistencia que no salgamos de casa salvo por extrema necesidad, para evitar los contagios virales. Sin duda la epidemia tendrá grandes consecuencias sobre la salud, la economía y la vida social y laboral de muchas personas. Estamos en una situación excepcional en la historia. La paralización de todo el territorio nacional afectará a la vida de cada ciudadano.

El estado de alarma nos empuja forzosamente a estar recluidos en el hogar. No quisiera entrar en teorías conspiratorias que corren por las redes sociales, y que afirman que el virus está fabricado en laboratorios por élites que quieren dominar el mundo. Quizás haya algo de verdad en ello. Pero quisiera reflexionar sobre la gran oportunidad que esta situación supone para cada uno de nosotros. La paralización y el tener que permanecer en casa nos obligan a replantearnos nuestras relaciones y formas de hacer y funcionar. En medio de una vida llena de frenesí y estrés, quizás nunca hemos tenido la ocasión de parar en seco nuestro ritmo. Desacelerar esta velocidad vertiginosa es una oportunidad única para dar valor al tiempo, que tantas veces nos falta y queremos exprimir al máximo. Ahora, sin querer, tenemos ese ansiado tiempo para estar en casa, en paz, con los nuestros, para cultivar una convivencia familiar más cohesionada, para dialogar y reflexionar.

Tiempo para  crecer


No es el fin del mundo. Por fin disponemos de mucho tiempo para crecer con nuestros seres queridos. Estar demasiado tiempo fuera de casa debilita los vínculos y a veces incluso hace que se rompan. Ahora es el momento para compartir, planear y potenciar el diálogo interpersonal. Si la pandemia nos obliga a pasar mucho tiempo juntos, ¿acaso no es esto lo que siempre anhelamos?

También es un momento para la lectura, no sólo de evasión, sino de libros que nos ayuden a meditar sobre el sentido de la vida, de los demás, de las cosas. Tenemos tiempo para aprender, para conocer mejor nuestra historia, nuestra identidad, los aspectos filosóficos y religiosos de nuestra cultura, que nos ayudan a comprender mejor la realidad que nos rodea y el porqué de los acontecimientos. Tenemos tiempo, también, para cultivar el valor del silencio: apartarse, recogerse, explorar nuestro desierto interior y, desde esa soledad íntima, descubrir el enorme potencial que tenemos dentro. 

Hemos de aprovechar esta situación para reforzarnos moral, humana y espiritualmente. Todo esto tiene una explicación que no alcanzamos a entender, pero que debe tener un profundo significado. Es un momento para encontrarnos con nosotros mismos, para rezar, meditar y profundizar.

Cuidado de la naturaleza


Otro aspecto de la paralización es la limpieza del medio ambiente. En un mes, la polución ha bajado un 30 %. La naturaleza ruge y tiene sus leyes, el planeta grita, pero la vida saldrá adelante porque así está concebida. La crisis sanitaria nos hará pensar en el cuidado de la tierra, el agua, el aire que respiramos. Todos hemos de contribuir a la salud del medio ambiente, que tenemos que cuidar y custodiar. 

Es verdad que el estado de alarma va a provocar una recesión económica grave, pero estamos tan dependientes de un consumismo frenético y tecnológico que, al final, nos quita la salud y el tiempo. Aprendamos a no hacer tantas cosas y a gastar menos. Esta es una ocasión para dar valor a lo que se es, por encima de lo que se tiene.

Valorar la ternura


Quizás lo más doloroso para muchos será la restricción de los espacios de afecto para evitar y combatir el contagio. Muchas personas, estando sanas, no valoran lo bastante la mirada, el abrazo, la comunicación de corazón a corazón, el tiempo para la intimidad. Hacen dejación de este compromiso para fortalecer los vínculos familiares y conyugales. Ahora, el temor al contagio hará que se valoren mucho más las manifestaciones de afecto y los espacios de ternura.

Todo esto me lleva a otra reflexión. ¿Damos el suficiente valor a la delicadeza, a la cordialidad, a la amabilidad, al respeto por aquellos que son cruciales en nuestra vida y en nuestro crecimiento humano?

Cuando por roces e incomprensiones todo se descuida, y se deja de mimar las relaciones, estamos incubando otro tipo de virus letal. La indiferencia, la apatía, el mutismo, la distancia, ignorar al otro es una pandemia que causa mucho daño y que se propaga por las familias a gran velocidad. Cuántos matrimonios están en la UCI porque fallaron en su momento las defensas del amor. Hoy, quizás muchos están añorando un abrazo, un beso, un apretón de manos que por culpa de este virus no pueden recibir. Pero es una gran oportunidad para que, una vez se recuperen, vuelvan a encontrarse, a abrazarse, a fundirse para activar el fuego del amor. El ser humano necesita de la energía amorosa, y aunque en muchas personas se haya apagado la pasión, quizás todavía quedan pequeñas brasas que pueden volver a encenderse con el soplo de una nueva esperanza. El fuego que un día se apagó puede volver a eclosionar.

El mejor antivirus


No todo está perdido, por mucho pánico que genere la enfermedad. El ser humano tiene dentro un arsenal de amor y solidaridad, como lo estamos viendo en el mundo sanitario estos días. Médicos, enfermeras, celadores, y muchos otros están dándolo todo. Sólo unidos y solidarios podremos combatir la pandemia. No minusvaloremos esos miles de corazones latiendo al unísono. El cosmos tiembla ante tanta generosidad.

No olvidemos que una bondad globalizada es el mejor antivirus que existe: dejar de ver al otro como un ser lejano y convertirlo en hermano es el mejor antídoto o vacuna contra todo tipo de virus. Esta es la mayor fuerza que nos ha dado el Creador.

4 comentarios:

  1. Gracias, muchas gracias. Me ha encantado. me parece muy buena reflexión.

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  2. Preciosa reflexión. Gracias Padre Joaquín! Ánimo!

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  3. Muy buena reflexión gracias Padre Joaquin

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  4. Realmente hermoso y oportuno. Tiene mucho para plantearnos, meditar tranquilos y,sobre todo, poner en práctica.
    P. Joaquin siempre en su línea, siempre profundo. Gracias.

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