domingo, 4 de julio de 2021

El valor sagrado de la palabra


No cabe duda de que las palabras forman parte esencial de la comunicación humana. El lenguaje es un salto cuántico en la evolución. Sin esta herramienta, su capacidad de expresión hubiera quedado muy limitada. La capacidad de articular un discurso coherente es propia del Homo sapiens, inherente a nuestra forma concreta de ser. La creación de un discurso abstracto es lo que nos separa del resto de homínidos y nos hace tan singulares.

Un salto evolutivo

El hombre es un ser animal y racional, consciente de su realidad y que se pregunta, se cuestiona, piensa. Es un hombre filosófico. Un aparato fonador le permite conectar el área de comunicación del cerebro con el área que construye pensamientos, y estas con el complejo sistema de cuerdas vocales, que emiten sonidos y voz. Así nace la arquitectura de la palabra. Sin palabras nunca hubiéramos podido ir tan lejos en nuestra evolución.

Pero, más allá de su aspecto funcional, la palabra tiene una relevancia en nuestra vida social, cultural y psicológica. La palabra es potente y tiene una fuerza arrebatadora: con ella podemos construir o destruir, podemos enseñar o engañar. De ahí su enorme importancia. Gracias a ella generamos complicidad y tiramos adelante proyectos. La comunicación es la base de toda relación humana.

Las palabras de los demás nos estimulan, ensanchando nuestro horizonte intelectual. Con las palabras podemos educar, dialogar, componer poesía, filosofar.

El lenguaje es una disciplina que se aplica en diferentes sectores. Una amplia gama de expertos lo utilizan en su proyección social y profesional: periodistas, escritores, literatos, filósofos, maestros, sacerdotes, políticos… Cada uno de estos sectores revela el grado de importancia de la comunicación y el dominio del lenguaje.

Un arma de doble filo

Pero, valorando este plus del que carecen los animales, hay que saber que la palabra es un arma de doble filo. Se puede utilizar para comunicar o informar, pero también para mentir y desinformar. Se puede hacer un uso frívolo del lenguaje y se puede manipular a las personas a nivel moral y psicológico. Es entonces cuando algo tan sagrado como la comunicación se puede convertir en propaganda al servicio de una ideología, apartándose de todo límite ético y del rigor de la verdad y de los hechos. Hoy podemos afirmar que el periodismo está totalmente sesgado, se aparta muchas veces de la realidad y se convierte en correa de transmisión de las ideas de uno u otro partido político.

Quisiera detenerme en otro aspecto, que es el uso literario y poético del lenguaje. Muchos lo utilizan para anestesiar la conciencia y generar emociones y adhesión. Con el lenguaje se construyen realidades que pueden impactar en el interlocutor. Hay toda una ciencia del lenguaje enfocada no tanto a comunicar la verdad, sino a desarrollar técnicas psicológicas que destruyen la capacidad racional del oyente, para conseguir prosélitos de alguna causa. Con el lenguaje se levantan construcciones etéreas, muy bien elaboradas, que van narcotizando al que escucha sin darle margen para reaccionar. Se emplea un lenguaje que apela directamente a las emociones, eligiendo palabras bonitas y expresiones que tocan el corazón. Pero, detrás de estas palabras bellas se esconde a menudo un terrible afán de poder y de control, así como el deseo de labrarse una imagen externa que caiga bien a los demás. La aparente amabilidad y el discurso buenista son dos instrumentos del lenguaje que generan adhesión fácilmente, pero ¡cuánto daño hacen cuando se le quita el sentido auténtico a la palabra para darle una finalidad contraria! Se abusa del receptor, se abusa del poder, se da una prostitución de la palabra cuando está encaminada a seducir en vez de ayudar, haciendo caer a los demás ante su encanto manipulador. Aquí es donde la palabra sufre el peor atentado: vaciarse de su significado y convertirse en un arma peligrosa que genera admiración y sumisión.

Como persona a quien le gusta escribir, y por mi vocación, estoy constantemente utilizando la palabra. Me duele en el alma que se la manche, se la utilice para engañar y se la pisotee. Emplear la poesía para mentir es como el beso de la traición. Cada vez que mal utilizamos las palabras las estamos matando; les estamos quitando el alma. De un corazón malévolo y sucio salen palabras que lo destruyen todo: la literatura al servicio del mal.

Pero hay personas que son ambiguas, que parecen una cosa y son otra. Estos son los que utilizan las más bellas palabras, para esconder la fealdad de su oscuro corazón.

Rescatar la palabra auténtica

Rescatemos el valor sagrado de la palabra para darle el lugar que le corresponde. Las palabras, o dan vida, o son ruidos vacíos.

Las palabras siempre han de apuntar hacia la verdad, o se reducirán a sonidos huecos, llenos de mentira.

¿Cómo recuperar las palabras del secuestro de la ambigüedad? 

Apelando a la coherencia, cuando coincide lo que se dice y lo que se hace, sin ningún tipo de fisura, es cuando queda de manifiesto la autenticidad de un ejemplo de vida llevado hasta las últimas consecuencias. Sólo de una palabra reflexionada, madurada, que se ha macerado con la nobleza del corazón, será cuando los hechos serán fruto de unas profundas convicciones y no habrá ningún tipo de bipolaridad entre las palabras y las acciones. Los dos aspectos, unidos, harán posible una comunicación sincera y fluida, honrada, porque ya ha pasado por el filtro ético, que sana las intenciones ocultas.

Preservar siempre la verdad. En clave cristiana, «la verdad nos hará libres», dice san Juan en su evangelio. La palabra tiene un carácter divino, ella revela el misterio profundo de Dios, que se nos comunica a través de las palabras de Jesús. La capacidad de hablar, de comunicar y transmitir, está en el centro de la teología cristiana. Por tanto, toda palabra es sagrada. Hablar ya no sólo es un rasgo evolutivo de la humanidad, es también un misterio que revela una parte sustancial de Dios. Él es pura comunicación.

Foto: George Milton, Pexels.com.

3 comentarios:

  1. Cuántos problemas y conflictos se derivan de esta "bipolaridad" entre el hacer y el decir, entre el discurso y la intención. Creo que el texto da para un buen examen de conciencia. ¡Es tan fácil hablar sin pensarlo dos veces! Gracias por invitarnos a cuidar la palabra. Jugamos con fuego... jugamos con vida.

    ResponderEliminar
  2. La palabra es tan importante que gracias a ella podemos gozar del privilegio de la comunicación para llegar adonde hemos llegado los humanos que, como bien dices, adelantamos a los otros seres animales mediante la comunicación verbal.
    Si ya lo dijo Juan: Y el verbo se hizo hombre, y el hombre se hizo Dios y Él nos creó a todos... o así lo entiendo yo.

    ResponderEliminar
  3. Si. La palabra es una gran riqueza de la que Dios nos ha dotado. Para ser positivos: cuanto bien podemos hacer usandola para comunicarnos y enriquecernos con la escucha de los demás!!!

    ResponderEliminar