Sara Carrete nació el día 24 de
agosto de 1934 en Seara de Quiroga, un pueblecito de la provincia de Lugo. Tenía
dos hermanas y un hermano.
Quisiera subrayar dos
aspectos clave en su vida: su fidelidad a la Iglesia y su amor a la familia.
Jesús era el centro de su
vida. Como cristiana, vivía su fe inquebrantable de una manera sencilla y a la
vez profundamente enraizada en su corazón. Siempre firme en sus convicciones,
además de tener una sólida fe era una trabajadora incansable. Todo lo que
hacía, pensaba y creía se reflejaba en su vida, que vivía con intensidad.
Para su familia era un
rayo de esperanza y consuelo. Atenta a las necesidades de los demás, animaba a
los suyos y los apoyaba de manera total e incondicional, sobre todo en los
momentos difíciles. Siempre estaba allí. Su experiencia humana y cristiana
brillaba en estas ocasiones en las que se volcaba por el bienestar de la
familia. Sara sabía estar al lado de los suyos, tanto en la primavera como en
los inviernos oscuros, aportando siempre luz. Sus sobrinos Rosa, Benjamín y
Asunción, así como su cuñada María Isabel, tuvieron una hermosa relación con
ella, en su comunicación había gran sintonía y cariño.
Sabía dar un toque
especial a todo cuanto hacía. Su sensibilidad dejaba huella en el corazón de
los demás. Hoy día se da mucha importancia a lo grande, lo espectacular e
impactante. Ella valoraba las cosas que pasan desapercibidas. Descubrió que en
lo pequeño hay algo grande y que la vida cotidiana está hecha de cosas pequeñas
pero valiosas. Entendía muy bien aquel versículo del evangelio: «Te doy
gracias, Señor, porque has escondido estas cosas a los sabios y se las has dado
a entender a la gente sencilla» (Lucas 10, 21).
Sara murió el día de San
Francisco, el 4 de octubre de 2023. Se fue serena y durmiendo. Su hermana
Carmen siempre la atendió con exquisitez. Ella vivió ese trance hacia la
eternidad con paz: ardía en deseos de encontrarse con sus padres.
La historia humilde de
Sara es desconocida por muchos, pero a los que la conocían nunca los dejaba
indiferentes, y no por algo extraordinario que hiciera, sino por su dulzura y
su irresistible sencillez. Conquistaba el corazón con su calidez y su capacidad
de acogida. Para los suyos fue un regalo y un legado.
Con su partida, Sara ha
dejado un profundo vacío en su familia. El vínculo afectivo que los unía ha
quedado dolorosamente rasgado. Alguien a quien querían tanto se les ha ido y el
duelo pesa en el alma. Pero, más allá de la tristeza, son conscientes del don
de su vida. Agradecen el privilegio de haberla conocido y de haber aprendido tanto
de esta mujer increíble que lo dio todo por los suyos.
Este escrito recoge una
serie de reflexiones sobre unos hermosos testimonios, tanto escritos como
verbales, de su hermana Carmen y de su sobrina, así como del resto de la
familia. Vosotros os sentís privilegiados por su legado humano y espiritual.
Pero yo quisiera añadir que en los momentos difíciles ella también sintió vuestro
calor. Vuestra entrega incansable expresaba el amor mutuo y desinteresado que
os unía. Le disteis vuestro soporte y supisteis acompañarla con enorme dulzura.
Amante de los libros y
del saber, ahora se abre un nuevo libro ante Sara: las bellas páginas del cielo
se despliegan ante sus ojos. Se encontrará con Jesús, su amor y su amigo, en la
eternidad. Las páginas de esta historia no tendrán fin.
Hermoso y entrañable obituario que muchos quisiéramos recibir el Gran Día de nuestro encuentro con el Santísimo.
ResponderEliminarQue buen ejemplo de vida cristiana!!! Para su hermana y familia mi más sentido pesame.
EliminarUn gran testimonio y ejemplo de fe y cristiana coherente
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