domingo, 29 de octubre de 2023

Un canto a la sencillez

Sara Carrete nació el día 24 de agosto de 1934 en Seara de Quiroga, un pueblecito de la provincia de Lugo. Tenía dos hermanas y un hermano.

Quisiera subrayar dos aspectos clave en su vida: su fidelidad a la Iglesia y su amor a la familia.

Jesús era el centro de su vida. Como cristiana, vivía su fe inquebrantable de una manera sencilla y a la vez profundamente enraizada en su corazón. Siempre firme en sus convicciones, además de tener una sólida fe era una trabajadora incansable. Todo lo que hacía, pensaba y creía se reflejaba en su vida, que vivía con intensidad.

Para su familia era un rayo de esperanza y consuelo. Atenta a las necesidades de los demás, animaba a los suyos y los apoyaba de manera total e incondicional, sobre todo en los momentos difíciles. Siempre estaba allí. Su experiencia humana y cristiana brillaba en estas ocasiones en las que se volcaba por el bienestar de la familia. Sara sabía estar al lado de los suyos, tanto en la primavera como en los inviernos oscuros, aportando siempre luz. Sus sobrinos Rosa, Benjamín y Asunción, así como su cuñada María Isabel, tuvieron una hermosa relación con ella, en su comunicación había gran sintonía y cariño.

Sabía dar un toque especial a todo cuanto hacía. Su sensibilidad dejaba huella en el corazón de los demás. Hoy día se da mucha importancia a lo grande, lo espectacular e impactante. Ella valoraba las cosas que pasan desapercibidas. Descubrió que en lo pequeño hay algo grande y que la vida cotidiana está hecha de cosas pequeñas pero valiosas. Entendía muy bien aquel versículo del evangelio: «Te doy gracias, Señor, porque has escondido estas cosas a los sabios y se las has dado a entender a la gente sencilla» (Lucas 10, 21).

Sara murió el día de San Francisco, el 4 de octubre de 2023. Se fue serena y durmiendo. Su hermana Carmen siempre la atendió con exquisitez. Ella vivió ese trance hacia la eternidad con paz: ardía en deseos de encontrarse con sus padres.

La historia humilde de Sara es desconocida por muchos, pero a los que la conocían nunca los dejaba indiferentes, y no por algo extraordinario que hiciera, sino por su dulzura y su irresistible sencillez. Conquistaba el corazón con su calidez y su capacidad de acogida. Para los suyos fue un regalo y un legado.  

Con su partida, Sara ha dejado un profundo vacío en su familia. El vínculo afectivo que los unía ha quedado dolorosamente rasgado. Alguien a quien querían tanto se les ha ido y el duelo pesa en el alma. Pero, más allá de la tristeza, son conscientes del don de su vida. Agradecen el privilegio de haberla conocido y de haber aprendido tanto de esta mujer increíble que lo dio todo por los suyos.

Este escrito recoge una serie de reflexiones sobre unos hermosos testimonios, tanto escritos como verbales, de su hermana Carmen y de su sobrina, así como del resto de la familia. Vosotros os sentís privilegiados por su legado humano y espiritual. Pero yo quisiera añadir que en los momentos difíciles ella también sintió vuestro calor. Vuestra entrega incansable expresaba el amor mutuo y desinteresado que os unía. Le disteis vuestro soporte y supisteis acompañarla con enorme dulzura.

Amante de los libros y del saber, ahora se abre un nuevo libro ante Sara: las bellas páginas del cielo se despliegan ante sus ojos. Se encontrará con Jesús, su amor y su amigo, en la eternidad. Las páginas de esta historia no tendrán fin.

3 comentarios:

  1. Hermoso y entrañable obituario que muchos quisiéramos recibir el Gran Día de nuestro encuentro con el Santísimo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que buen ejemplo de vida cristiana!!! Para su hermana y familia mi más sentido pesame.

      Eliminar
  2. Un gran testimonio y ejemplo de fe y cristiana coherente

    ResponderEliminar