domingo, 3 de noviembre de 2024

En memoria de Pilar González


Pilar nos ha convocado y desde la parroquia de San Félix queremos manifestar nuestra profunda gratitud, primero por haberla conocido. Recuerdo ese día, el 19 de septiembre de 2010, hace catorce años. Ella se interesó mucho por el nuevo cura que tomaba posesión de la parroquia. Era una mujer inquieta, muy abierta. Después de la celebración nos saludamos amigablemente y comentó que había quedado muy contenta de conocer al nuevo párroco. Ese fue el inicio.

Agradezco a Dios haberla conocido porque, ¿qué puedo decir de Pilar? Una mujer apasionada, entregada, servicial. Supo encajar perfectamente en esta parroquia, ofreciendo todo su saber. Inquieta intelectualmente, con una enorme formación académica en psicología de grupos, impartió su conocimiento al grupo de voluntarios del comedor social. Fue una experiencia muy interesante. También estuvo en el consejo pastoral de la parroquia.

Su presencia ya era un valor en sí. Era una mujer activa, no quería quedarse en casa. Participó en el grupo de tertulias y organizó varias charlas. Y mantuvo conversaciones intensas con los voluntarios del comedor, cuando se quedaban un ratito a comer juntos.

Por eso quiero agradecer, como rector, que Pilar haya pasado aquí un tiempo largo y haya dejado su estela. Era una persona que vivía su vida como una auténtica vocación.

También quiero agradecer que tanto ella como Manuel, su esposo, confiaran en mí para la publicación de algunos libros. Entre ellos, Los templos vacíos, de Manuel, e Instantáneas, un libro fresco y precioso que habla de momentos clave de la vida de Pilar, en pinceladas.

Pilar supo sintonizar su amor a las ciencias con su fe. Para ella no era un problema conjugar su enorme capacidad intelectual y su inquietud filosófica con la sencillez en la fe. Sabía estar como una más entre los feligreses, y me gustaba esta normalidad en ella.

Pilar ha dejado un testimonio en esta parroquia. Y, por lo que veo, también en el mundo académico ha dejado una huella profunda entre sus alumnos y en su entorno. Pilar mordía la vida. Su inquietud la llevó a viajar y a ser innovadora en la investigación psicológica.

Sé que es inevitable evocar recuerdos. También era alguien con una enorme personalidad. Defendía sus ideas con vehemencia y empuje. Creía en lo que hacía, vivía y sentía.

. . .

Jesús dice: «Que no tiemble vuestro corazón». Es inevitable que el corazón tiemble cuando alguien muy querido se va. Con él se va la amistad, todo lo que significaba esa persona. Pero Jesús dice que irá a prepararnos un sitio, y cuando vuelva, nos llevará consigo. ¡Qué esperanza nos da! La muerte no es caos, no es vacío, no es absurdo. No es oscuridad y sinsentido, al contrario. Justamente la muerte es el tránsito a una nueva Vida con mayúscula, una vida llena de luz. Así nos ha concebido Dios: no para que muramos y ya está. Es necesaria la transformación para dar un salto y proyectarnos hacia la trascendencia. Qué paz saber que él, cuando se fue, dijo: «Me voy, pero estaré siempre con nosotros».

Ella se ha ido, pero Jesús ya le ha buscado un sitio, una morada preciosa, una estancia junto a Dios, en la eternidad.

«Yo soy el camino», dice Jesús. Es un camino apasionante que Pilar supo vivir con su amor a la ciencia y a la fe.

«Yo soy la verdad.» «La verdad os hará libres.» Pilar era una persona realmente libre. Cuando quería algo, se lanzaba con fuerza y tenacidad. Su verdad, detrás de la psicología de grupos, era el deseo de que los grupos mantuvieran una unidad, sintonizaran, crecieran. Ella aplicaba esta dimensión gregaria de la humanidad a los grupos que formaba, tanto en la empresa como entre amigos, en la iglesia y en la universidad.

La verdad es también unidad, y ella, en su grupo, lo llevó a la práctica.

«Yo soy la vida.» Pilar la ha vivido intensamente, porque más allá de la ciencia, sabía que todo está sostenido por el Creador que ha hecho posible su existencia. Incluso todo aquello que podía dar, porque era una mujer privilegiada, pues sabía comunicar extraordinariamente bien, era un carisma muy especial de ella.

Una vida intensa, apasionada, bella, generosa. Pilar estallaba de plenitud. Ahora, está viviendo la Plenitud en mayúscula. Aquí la vivió entregándose, ahora está allí, disfrutando quizás de una cierta calma, porque su vida fue trepidante; de la paz interior con Aquel que es la fuente de su esencia, de su vida. Me decía esto: «Yo no soy sin Dios, todo me lo ha dado.» Todo el saber, el amor por todo lo que ha hacía vibrar: filosofía, cosmología, ciencia.

Tanto la comunidad como yo estamos muy agradecidos por haber conocido a Pilar y a su familia. Nos ha dejado un legado y ahora disfruta de la presencia amorosa de Dios en la eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario