Hace unos meses que enviudó. Su marido, después de vivir sesenta
y cinco años juntos, falleció, dejando en el corazón de la esposa un profundo
vacío. En pleno duelo, la soledad pesa y ella vive en silencio el sabor amargo
de una ausencia que, en su interior, sigue siendo presencia viva.
Pero el recuerdo, por vivo que sea, es solo recuerdo. No
puede reemplazar la mirada dulce y el tacto delicado, la complicidad de un
gesto. La añoranza de su ternura se le hace insoportable y en su pecho golpean
los porqués. La memoria corre por su mente, ¡desearía inmortalizar tantos
momentos de su vida! Los días se le hacen interminables como si el tiempo se
detuviera. Cierra los ojos, buscando en sus recuerdos más tiernos los momentos
que fortalecen su corazón.
Llora desconsolada, con lágrimas que no solo salen de sus
ojos sino de lo más hondo de su alma. Resbalan por sus mejillas y me conmueve
verla. Quizás busca consuelo, más que respuestas, ante tanto vacío y dolor. Su
mirada quiere saber… y yo callo, reteniendo mi emoción.
Cuando el dolor es tan desgarrado y denso no encuentro
palabras para consolar. Solo me acerco y la acompaño. Rezo por ella, para que
Dios alivie su peso cuando el sufrimiento se manifiesta en su mayor crudeza.
Ante el dolor lo único que puedo hacer es hacérmelo mío y darle calor y sosiego,
sin decir nada. Le tomo las manos, la abrazo, le digo, con mi gesto, que estoy
con ella y que lo siento.
Pocas veces he sentido tan de cerca el dolor de una viuda,
en el que se palpa de manera tan viva el amor que profesaba a su esposo. ¡Qué
grande debió ser este amor, que nunca envejeció, ni siquiera en los últimos
días, antes de su muerte! Un amor fuerte como un roble, de apariencia suave,
pero rotundo en su compromiso.
Él era su mundo, su cielo, su horizonte. Hoy vive con la
ausencia de esa luz que brilló para ella. Compungida, llora y reza en silencio
a Dios, pidiéndole fuerza para seguir adelante. Llora en su casa y lucha por
asimilar el flujo de tantos recuerdos. Cuando la relación ha sido tan intensa y
hermosa, el duelo pide tiempo. Poco a poco el dolor se irá calmando y los
recuerdos se irán viviendo de otra manera. La ausencia ya no será tan
insoportable y se dará otra forma de comunicación. De la agonía de la soledad
pasará a una serena complicidad, incluso hablará con él, porque sabe que la
espera al otro lado de la barrera de la muerte. De la tristeza y el desconsuelo
pasará a vivir con la esperanza del reencuentro. Ya no le faltará el aire y se
preparará para su abrazo definitivo en el más allá.
La
experiencia del dolor nos ayuda a entender que el sufrimiento es inherente al
amor. Cuando se sufre por amor estamos más cerca de entender el dolor de Cristo
en la cruz. Su amor se expresó hasta el límite, dando su vida. Cristo en la
cruz redime el sufrimiento y le da un sentido trascendente. El destino final de
la criatura humana no es la muerte, sino la vida y la resurrección. Por eso,
por muy dura que sea la separación, el amor y la vida son más fuertes. La
historia que se inició hace 65 años continuará, porque la promesa de un
reencuentro en el cielo hará eterno el amor de estos esposos.
Seguro que esta señora con tu silencio sintió mucho más consuelo.
ResponderEliminarPues no había otra cosa que decir, todo estaba dicho y sentido…
Que podemos hacer ante este hecho, que sea la Oración lo más perfecto.
Esta Alma Amorosa Mujer por amar tanto, su corazón recibirá lo más sagrado.
Con tu presencia y acompañamiento… que más bonito que eso, para poder llorar en Paz
y recibir asosiego…como en casa, tú casa, la casa de Dios, nuestro Padre Celestial.
Y con esa Paz recibirá toda la fortaleza que ahora parece tambalear por tan alto desgarro a calmar.
Que las separaciones sean de lo que sean son muy dolorosas y que por saber sabe, al igual que todos nosotros que aquí estamos de paso.
Y que la vida igual que la muerte es el Puente de un tránsito.
Que la misma muerte recibe un niño cuando nace en el parto.
Que Dios ya nos da ejemplos en la Naturaleza de que nada se muere, que todo se transforma
Igual que el gusano en mariposa, para luego volar y ver desde lo alto aquello que antes le era negado.
Me solidarizo con esta mujer y el fallecimiento de su marido.
Muchas gracias Joaquin.
Un gran saludoi