domingo, 3 de noviembre de 2019

Un patio lleno de flores

En memoria de María Frutos


Recuerdo algunos veranos, cuando me podía escapar de Barcelona para ir a mi querido pueblo de Montemolín. No quería dejar de ver a nadie de mi familia. Deseaba visitarles y en especial a mi tío Rafael, hermano de mi madre, su esposa María y mi colección de primo y primas que, cada vez que volvía, encontraba cambiados y crecidos. Los vi desde niños y adolescentes cómo se iban haciendo adultos.

Cuando los iba a visitar a su casa, tía María siempre me recibía obsequiosa, con delicada atención, y preparaba un buen ágape en aquel patio interior, un hermoso jardín perfumado y lleno de geranios. Vestido de naturaleza, el patio se convertía en el mejor comedor, donde nos reuníamos y compartíamos largas y animadas conversaciones. Alimentábamos el cuerpo, y también el alma.

María embellecía el espacio a su alrededor. Limpio, ordenado, fragante, en su patio se respiraba el cielo. Con su amor regaba las flores plantadas en el jardín de su hogar: sus hijos y nietos. Era jardinera y arquitecta de la convivencia. Trabajaba sin ruido para armonizar la familia y para que no hubiera grietas en las relaciones, no exentas de dolor, a veces. Y todo con suma discreción, serenidad y amabilidad. María todo lo hacía más fácil, aunque en su corazón pudiera sentir la fragilidad y los límites. Como madre, hizo lo posible e imposible para que en su casa reinara la paz y la armonía. Era una delicia estar con ella.

Poco a poco, una enfermedad letal fue aquejándola. Tras algunas operaciones dolorosas, con sigilo y con paz, se fue marchando a pasos delicados. Finalmente, sus ojos se cerraron para siempre.

María ha dejado a la familia un legado impresionante de humanidad, maternidad y amor. El cuerpo se desvanece, pero su alma debió brillar más que nunca al encontrarse con Aquel que hizo posibles los mejores frutos de su vergel, que ella cuidó con tanto mimo. El gran jardinero, Dios, le abrió las puertas del jardín de los jardines, donde ya la debían estar esperando con hermosos ramos de flores su madre Micaela y la abuela Araceli, con el resto de familiares.

En vida fue esposa y madre, tía y abuela, siempre compartiendo los avatares de la familia. Ahora la seguiremos teniendo a nuestro lado, en nuestros corazones y en ese paraíso cuyas flores jamás se marchitan.

5 comentarios:

  1. Me sumo a la personas que, sin duda, estarán rezando por su alma y por llevar alivio y consuelo a sus familiares. Todos sabemos como nos afecta que un familiar, amigo o cualquier ser querido nos deje temporalmente, porque todos hemos pasado por un mismo trance. Un fuerte abrazo de María José y José.

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  2. Muchas gracias primo, me llenan de consuelo tus palabras. Así era ella así era mi Madre. D.E.P por siempre en nuestros corazones.

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  3. Gracias primo!!!tus descripción es perfecta,orgullosos estamos todos de poder haber disfrutado de ella y con ella,y espero que desde su jardín nos cuide.

    Gracias primo! Un abrazo.

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  4. Muchas gracias a vosotros porque siempre que he venido a veros me he sentido muy acogido. ¿Qué prima eres?? Un fuerte abrazo,
    Joaquín

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