En memoria de María Frutos
Recuerdo algunos veranos, cuando me podía escapar de
Barcelona para ir a mi querido pueblo de Montemolín. No quería dejar de ver a nadie
de mi familia. Deseaba visitarles y en especial a mi tío Rafael, hermano de mi
madre, su esposa María y mi colección de primo y primas que, cada vez que
volvía, encontraba cambiados y crecidos. Los vi desde niños y adolescentes cómo
se iban haciendo adultos.
Cuando los iba a visitar a su casa, tía María siempre me
recibía obsequiosa, con delicada atención, y preparaba un buen ágape en aquel
patio interior, un hermoso jardín perfumado y lleno de geranios. Vestido de
naturaleza, el patio se convertía en el mejor comedor, donde nos reuníamos y compartíamos
largas y animadas conversaciones. Alimentábamos el cuerpo, y también el alma.
María embellecía el espacio a su alrededor. Limpio,
ordenado, fragante, en su patio se respiraba el cielo. Con su amor regaba las
flores plantadas en el jardín de su hogar: sus hijos y nietos. Era jardinera y
arquitecta de la convivencia. Trabajaba sin ruido para armonizar la familia y
para que no hubiera grietas en las relaciones, no exentas de dolor, a veces. Y
todo con suma discreción, serenidad y amabilidad. María todo lo hacía más
fácil, aunque en su corazón pudiera sentir la fragilidad y los límites. Como
madre, hizo lo posible e imposible para que en su casa reinara la paz y la
armonía. Era una delicia estar con ella.
Poco a poco, una enfermedad letal fue aquejándola. Tras
algunas operaciones dolorosas, con sigilo y con paz, se fue marchando a pasos
delicados. Finalmente, sus ojos se cerraron para siempre.
María ha dejado a la familia un legado impresionante de
humanidad, maternidad y amor. El cuerpo se desvanece, pero su alma debió
brillar más que nunca al encontrarse con Aquel que hizo posibles los mejores
frutos de su vergel, que ella cuidó con tanto mimo. El gran jardinero, Dios, le
abrió las puertas del jardín de los jardines, donde ya la debían estar esperando
con hermosos ramos de flores su madre Micaela y la abuela Araceli, con el resto
de familiares.
En vida fue esposa y madre, tía y abuela, siempre compartiendo los
avatares de la familia. Ahora la seguiremos teniendo a nuestro lado, en nuestros
corazones y en ese paraíso cuyas flores jamás se marchitan.
Me sumo a la personas que, sin duda, estarán rezando por su alma y por llevar alivio y consuelo a sus familiares. Todos sabemos como nos afecta que un familiar, amigo o cualquier ser querido nos deje temporalmente, porque todos hemos pasado por un mismo trance. Un fuerte abrazo de María José y José.
ResponderEliminar¡Gracias por vuestro mensaje! Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias primo, me llenan de consuelo tus palabras. Así era ella así era mi Madre. D.E.P por siempre en nuestros corazones.
ResponderEliminarGracias primo!!!tus descripción es perfecta,orgullosos estamos todos de poder haber disfrutado de ella y con ella,y espero que desde su jardín nos cuide.
ResponderEliminarGracias primo! Un abrazo.
Muchas gracias a vosotros porque siempre que he venido a veros me he sentido muy acogido. ¿Qué prima eres?? Un fuerte abrazo,
ResponderEliminarJoaquín