Cuántas veces hemos escuchado esta frase: «si tú quieres, puedes». Expertos en psicología empresarial la utilizan como parte de su discurso, orientado a ensanchar las posibilidades de un trabajador, estimulándolo para que alcance sus objetivos con tenacidad. Estos planteos, venidos de América, han inundado nuestra cultura empresarial. Es tan importante ampliar la formación como dotarse de herramientas con el fin de aumentar la calidad en el trabajo.
No cabe duda que la psicología humanista está permeando toda
nuestra cultura y relaciones humanas. La actitud positiva ante el mundo ayuda
mucho a sacar lo mejor de uno mismo. Diferentes corrientes psicológicas y
filosóficas inciden en este aspecto: descubrir el potencial que tiene dentro el
ser humano, con dinámicas y terapias que ayudan a tomar consciencia de todo el
arsenal que hay en su corazón para crecer y dejar salir la mejor versión de sí
mismo.
Quisiera añadir unos matices para completar este discurso.
Más que la voluntad
Cuando decimos «querer», ¿a qué nos referimos? Querer tiene
que ver con la voluntad, es decir, estar dispuesto a asumir aquello que deseas
para lograrlo. Si decimos que el querer depende de la voluntad, nos referimos a
un valor fundamental de la filosofía escolástica. Voluntad es esfuerzo, tener
claro lo que se quiere, autoexigencia y dominio de sí. Forma parte de un
discurso y de una cosmovisión de la realidad que define los valores propios.
Pero al «querer» hay que añadirle algo más que esfuerzo y voluntad por alcanzar
una meta. Considero crucial introducir este elemento, que tiene que ver con la
consecución. Se podría añadir o reformular la frase: «si amas, puedes». Querer
y amar pueden ser sinónimos, pero en este caso hay una diferencia. Si a la
voluntad y al esfuerzo le ponemos amor; si abrazamos aquello que deseamos con
todas las fuerzas, no cabe duda de que será más fácil conseguirlo. Cuando el
amor entra en juego, nada se nos resiste y la meta se puede hacer realidad.
Poder para qué
Si analizamos la otra parte de la frase, «es poder», es
evidente que se refiere a la consecución de lo que deseas. Se dice que «todo lo
que tú desees, lo puedes conseguir». ¿Es realmente así? ¿No suena a pensamiento
mágico? Ciertas corrientes seudo-psicológicas se sustentan en esta creencia y
muchas personas la siguen, aunque no alcancen sus objetivos y vivan en una
permanente frustración.
Cuando en el «sí, quiero», se introduce un elemento de
poder, hay que estar al tanto, porque no todo lo que se puede hacer es
correcto. Hay unos límites éticos. Quizás habría que hacer una depuración de
intenciones. ¿Qué queremos, en el fondo? ¿Es realmente bueno conseguir lo que
nos estamos proponiendo?
Alcanzar la meta y quedarse ahí es insuficiente. Cuando al
poder se le da una apertura más allá de uno mismo, y en ese logro se construye
algo más que los propios sueños, algo que beneficie a otras personas, entonces
el esfuerzo ha valido realmente la pena. Será entonces cuando el poder que nos
ha hecho alcanzar la meta estimule a otros a ensanchar sus horizontes. Culminar
aquello que uno desea, desde la humildad y el servicio, convierte nuestras
acciones en un poder que se transforma en vocación, en un estilo de vida que
construye vínculos, lazos y proyectos. Podríamos pasar del «querer es poder» a
otra frase: «amar es dar vida». Es decir, cuando amas lo que deseas, generas un
torrente de vida alrededor. Hacer que todos tengan metas, propósitos, esto es
empoderar a las personas para que vibren y abracen con intensidad su existencia
y la de los demás.
Sólo así los sueños dejarán de tener fronteras, porque serán
sueños desde el realismo de lo que eres y lo que no.
No podemos volar, pero sí hacer volar nuestra creatividad.
Aunque sólo podamos caminar o correr, dentro de ese límite hay un universo
infinito, que es nuestra alma. El ser humano tiene la capacidad de viajar más
allá de su propia galaxia personal y darse cuenta del enorme potencial que
tiene, ya no sólo humano, sino espiritual, desconocido para muchos.
La fuerza interior que emana de nuestra alma, es decir, el poder que nos da Dios, nos catapultará hacia esa última meta que todos deseamos en el fondo: llegar a ser uno con Aquel que ha hecho posible nuestra existencia.
"Querer y amar pueden ser sinónimos", efectivamente lo son, pues así lo contempla la RAE. Pero, sigues diciendo: "Si a la voluntad y al esfuerzo le ponemos amor..." ¡Qué gran vocablo! Amor. La varita mágica que debería impregnarlo todo para que los proyectos fuesen realidades humanísticas y vocaciones plenas.
ResponderEliminarSin embargo esta cultura, que vino de América (del norte, se entiende) no ha "permeado" toda nuestra cultura, pues si no me equivoco o se equivocó quien hizo aquella estadística que en España un 80% aproximadamente de la población no "quería" el trabajo que estaba realizando y, dentro de ese 80%, un 20% no solo no lo quería sino que lo odiaba.
¡Qué gran país hubiera sido España, si el porcentaje se invirtiera y un 80% "amáramos" (más intenso que querer)lo que estamos realizando...! Entonces el trabajo se transformaría en "vocacional", como el de algunas profesiones (que las hay) como la sacerdotal, que "sacrifica" o reprime parte de los deseos para ayudar a los demás.
¡Buen descanso vacacional!
Estimado Mn Joaquín! uno de los textos más bellos y verdaderos que he leído. y en este momento de mi vida, fue como una señal de Dios!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus bendiciones y sabiduría!
Saludos cordiales ! Tereza Bevan