martes, 10 de agosto de 2021

La bondad y la alegría se abrazan

Como bien sabéis muchos de vosotros, mi vinculación con Badalona viene del largo tiempo que estuve allí. Fueron diecisiete años, densos y activos, en la parroquia de San Pablo, lugar donde ejercí mi tarea pastoral como rector de la comunidad.

Este periodo supuso para mí un gran crecimiento humano y espiritual, ya que tenía un reto acuciante: consolidar un nuevo proyecto. En esa etapa pude ampliar mi formación con una intensa experiencia pastoral. Di todo lo que pude, pero también es cierto que recibí mucho más de lo que esperaba. Sobre todo, de buenos feligreses que pasaron a ser grandes amigos.

Ellos me abrieron no sólo las puertas de su casa, sino las de su corazón. Me quedé con lo mejor de muchos de ellos y hoy, después de once años de haber marchado de allí, el vínculo de amistad sigue vivo con muchas personas que me acompañaron durante mi labor pastoral. Hoy sigue encendida esa llama de aprecio que siento por tantos amigos de Badalona y de la comunidad de San Pablo.

En este escrito quiero hablar de dos grandes amigos que estuvieron muy cerca de mí, mostrando un sincero aprecio y ayudándome en momentos clave. Se llaman Carmen y Manolo, y son un matrimonio encantador que desprende bondad.

Alegría sabia

Carmen es alegre, servicial y entregada. De carácter abierto y expansivo, muy cariñosa y cercana, es una mujer sencilla y trabajadora, actualmente abuela de dos nietos; dedica una parte de su tiempo a cuidarlos y atenderlos. Ella es el pilar de la familia, que sostiene y mantiene unidos a los suyos con su enorme atención y delicadeza. Si tuviera que subrayar algo de ella sería su manera de ser, tan jovial, alegre y espontánea. Carmen sabe crear un buen clima allí donde esté. Lleva en su sangre la vitalidad y un vigor que la hace vibrar siempre. Es de esas personas que viven la vida con intensidad. Genera empatía con los demás, sabe comunicarse y es emocionalmente estable. Vive su día a día con ilusión, disfrutando de todo lo que hace. Sabe «pasarlo bien», como ella dice.

Otro aspecto que quisiera destacar de ella es su capacidad organizativa. Lleva su casa con mente clara y práctica, y sabe gestionar su economía y sus tareas domésticas con eficiencia. El orden para ella es fundamental. Esa inteligencia innata le sirve para intuir las situaciones y aconsejar a los suyos con lucidez, aunque siempre desde la humildad y el respeto, sin interferir más allá de lo que le toca. En todo aquello que pueda afectar a la estabilidad de la familia, sabe percibir con claridad y dar a diana, planteando las cuestiones que puedan mejorar la calidad de las relaciones familiares. Es generosa con todos, pero sabe estar en su sitio, y eso no siempre es fácil. Carmen consigue equilibrar perfectamente el amor por su esposo, por su hijo, su nuera y los nietos. Es un ejemplo de madre y esposa a imitar.

En la parroquia, su cercanía dio vida y alegría a mi trabajo pastoral. Ha sido un regalo haberla conocido, porque desprende color y luz allí donde está. Sabe convertir la vida en una fiesta, pese a las dificultades. Nunca la he visto rendida ni abatida. Ha apostado por vivir intensamente.

Bondad servicial

Manolo, su marido, en contraste, es como un lago de aguas serenas, donde la luz del cielo puede penetrar en profundidad. Es un hombre discreto y amable, de pocas palabras, pero siempre atento a la hora de escuchar. Desde su silencio reflexivo, capta todo cuanto sucede a su alrededor. Es un hombre de principios sólidos, que sabe decir lo justo y conveniente en el momento adecuado, y también callar cuando quiere evitar interferir. Muy trabajador, es una persona que sabe estar. También es un pilar sólido de su familia, siempre disponible para lo que haga falta. Dedica mucho tiempo a la familia, facilitando el engranaje del funcionamiento de la casa y ocupándose de sus tareas como abuelo. Su presencia amable hace que cualquier persona se encuentre bien a su lado.

El valor evangélico de la amistad

Carmen y Manolo llevan 40 años casados. El matrimonio es una auténtica roca firme, donde se sostiene toda la familia. Pasar con ellos unas horas es una delicia: la alegría de Carmen y la bondad de Manolo suenan como una hermosa melodía que llega al alma y la llena de música, deleitando el corazón. Su compañía es un arroyo fresco que regenera la convivencia. Para mí es un don haberlos conocido a los dos y siempre agradeceré a Dios esta amistad que surgió durante mi trabajo en la parroquia de San Pablo.

Jesús daba mucha importancia a los amigos, además de su misión evangelizadora. Sabía parar, descansar y pasar un tiempo con sus amigos de confianza, como los tres hermanos de Betania, Marta, María y Lázaro. Jesús tenía un lugar preferente en el hogar y en el corazón de sus amigos. Creo que los sacerdotes también hemos de aprender a confiar en las personas que nos rodean y disfrutar del regalo de la amistad que Dios siempre nos brinda en nuestro camino.

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