Sin dejar de valorar la importancia de la formación en
cualquier disciplina, creo que hemos de estar alerta ante la soberbia
intelectual. No somos sólo un cerebro, una materia gris que dirige nuestra
vida; no podemos entronizar la razón despreciando otras facultades. En el
proceso del aprendizaje entran en juego muchos factores: creativos,
emocionales, de motivación y de intuición. También cuenta la experiencia
adquirida.
Otras formas de inteligencia
El aprendizaje empieza a partir de una profunda admiración
por todo lo que te rodea. Los niños son un ejemplo: quieren explorar el mundo,
todo los fascina y les atrae. Admirarse trasciende la propia inteligencia. Hay
personas que no han tenido la oportunidad de ir a la escuela o a la universidad,
por razones económicas, cargas familiares o por trabajo. Algunas incluso han
rechazado ir, porque el sistema educativo no les convence. No han adquirido sus
conocimientos dentro del marco establecido; se han convertido en autodidactas
de la disciplina, arte o ciencia que más les gustaba. Otras personas, sin tener
tiempo ni ocasión de formarse, han adquirido, en cambio, una rica experiencia
humana, espabilándose en la vida. No sabemos cómo, pero su cerebro funciona.
Los psicólogos hablan de diferentes tipos de inteligencia,
además de la racional y abstracta. Así, podríamos decir que muchas personas que
no han logrado adquirir un título académico están llenas de sabiduría. Son
maestras de la vida, expertas en el arte de comprender el corazón humano.
Muchas de ellas son pilares de su familia, pues saben cuidar las relaciones,
cuidar la casa, cuidar a los suyos. ¿Existe una ciencia del hogar? Estas
personas, muchas veces mujeres, saben armonizar la convivencia, aliviar las
tensiones, limar diferencias. Su entrega las hace doctoras en la ciencia de la
familia. Nadie les otorga un título, pero sin ellas, el mundo perdería algo
importante.
El saber como refugio
Como hemos reducido el saber al conocimiento y al
aprendizaje intelectual, muchos tienden a minusvalorar a estas personas que no
han tenido la oportunidad de ganar un título. En el fondo, han caído en la
trampa de idolatrar el intelecto; construyen una peana con sus conocimientos,
para despertar admiración y demostrar lo que saben y lo que valen. Es una forma
de autoidolatría. Sin eso, no serían nada. Si no demuestran lo que saben, creen
que nadie los valorará o quizás no serán queridos. Por eso necesitan
deslumbrar. La raíz de esta actitud es, en el fondo, una profunda necesidad de
ser amados.
Conozco a personas muy preparadas que no dejan de dar
lecciones. En cambio, son incapaces de aprender de alguien, y menos aún de
alguien que, según ellas, no tiene su mismo nivel de formación. ¡Nadie tiene
que enseñarles nada! Lo saben todo... al menos, de su disciplina.
Hoy se habla mucho de la inteligencia emocional. Personas
con una gran formación intelectual a menudo carecen de ella. Han adquirido muchos
conocimientos teóricos, pero les cuesta aterrizar en la realidad. Y la realidad
les viene tan grande que tienen dificultades para manejar situaciones
familiares, emocionales y complejas. Les cuesta tomar decisiones. Su empacho de
conocimientos no les ayuda. La única escapatoria que tienen es huir y
encerrarse en sí mismas. Son incapaces de conectar con los demás y se meten en
su torre de marfil, su propio mundo alejado de la realidad.
En ese refugio, adquirir más conocimientos puede convertirse
en una adicción, en vez de ser un puente que las conecte con los demás.
Maestría vital
Cuando uno va más allá de sus capacidades cognitivas y se
abre a los demás, empieza a adquirir un conocimiento del corazón, junto con la
experiencia humana que transforma el saber en sabiduría. Cuando te abres,
incluso a aquel que parecía que no podía enseñarte nada, empiezas una nueva
carrera. Doctorarse en sencillez es la gran asignatura pendiente. Cuando
aprendes que la gente humilde quizás no pueda enseñarte grandes pensamientos
abstractos, pero sí puede compartir contigo el tesoro de su bagaje humano, su
trabajo, sus sufrimientos, sus luchas y esperanzas, empiezas a doctorarte en la
escuela de la vida.
Este es el gran reto de nuestra cultura: descubrir la dignidad de la persona, más allá de su condición y nivel intelectual. Es el desafío de una sociedad que ha de aprender a valorar cada ser humano por el simple hecho de existir, único y valioso.
Me ha gustado y le doy toda la razon valorar a cada persona en su dignidad es una meta que hemos de luchar por adquirir y siempre es la humildad la escucha y el deseo de aprender !muchas gracias !!!
ResponderEliminarSi nos atenemos a la etimología, inteligencia significa “saber escoger”. Es decir, aquella "persona capaz de elegir la mejor opción para resolver un problema" es, etimológicamente hablando, inteligente.
ResponderEliminarResumo una frase tuya que lo amplía: "La dificultad de algunos de tomar decisiones para manejar situaciones familiares, emocionales y complejas". Y por más títulos que se tenga el resultado ya lo vemos en ciertos políticos -seres- o políticas -actuaciones- que dirigen el país y el fracaso al no saber tomar una decisión inteligente en una situación compleja que calificaría J.A. Marina, como "una inteligencia fracasada" que desarrolla en su interesante obra de homónimo título donde añade: "La inteligencia es la facultad psicológica mediante la cual los hombres resuelven problemas nuevos…y los plantean.”
Afirmas que hay "diferentes tipos de inteligencia, además de la racional y abstracta". Efectivamente los expertos enumeran hasta ocho: lingüística, lógico-matemática, cinético-corporal, musical, espacial, naturalista, interpersonal e intrapersonal y Daniel Goleman introdujo la novena, la emocional, que posee la mayoría de las madres respecto a sus hijos.. y algún marido.
Mi duda surge cuando la inteligencia del "homo sapiens" la tiene por naturaleza o la adquiere por conocimiento/experimental. Lo cierto es que todos nacemos inteligentes con mayor o menor grado, pero... esta ¿se amplía con estudios, o bien con experiencia social?
Creo que todo influye pues como decía un buen amigo mío, ya fallecido, cuya inteligencia no me ofrecía la menor duda, hay personas que su experiencia la multiplican no por muchos años sino por uno solo... por lo que queda igual que antes. In memoriam.
La gran Universidad de la VIda
ResponderEliminar¡Gracias por vuestros comentarios y aportaciones!
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