Han pasado 365 días más que, para muchos, han supuesto cambios profundos en nuestras vidas. Hemos tenido momentos de todo: alegría, emoción, tristeza y esperanza. Hemos saboreado cada día vivido en este año que se va. El mundo está convulsionado, generándonos una profunda incerteza. Los oleajes sacuden a la sociedad: pandemia, guerras, crisis económica y un hondo desasosiego en muchas familias. Las consecuencias del covid han dejado huellas en el corazón de muchos, mientras los mandatarios y las corporaciones han utilizado dicha coyuntura para tomar medidas moralmente cuestionables. La falta de ética política ha causado una fuerte desconfianza en las instituciones. A la enorme inseguridad se han sumado decisiones que han afectado a la libertad personal. Algunos profesionales parecen haber olvidado su código deontológico, vendiéndose a los poderes políticos y económicos. Todo esto ha generado un profundo desconcierto en la sociedad.
A esto se le añaden aspectos personales y familiares: para
algunos todo lo ocurrido ha traído un panorama muy sombrío y muchos han caído
en una enorme depresión. Pero, así y todo, aunque las tormentas han sacudido
con mucha fuerza, el ser humano está creado para sortear todos los oleajes, ya
sean provocados por nosotros mismos, o cuando otros son los causantes de situaciones
dolorosas en nuestra vida. Es el misterio que envuelve al ser humano:
enfermedades inesperadas, accidentes o fallecimientos de personas queridas.
Pero incluso para esto tenemos el potencial espiritual para
afrontar cualquier adversidad, asumiendo los procesos personales de cada uno. Estamos
preparados para asumir estas contrariedades. Y hoy ha de ser un día en que
hemos de mirar hacia atrás dando gracias a Dios porque hemos podido llegar a la
meta del último día del año, algunos quizás arrastrándose, o con mucho dolor en
el alma. Pero hemos llegado. Todo lo aprendido ha de ser una lección para la
carrera que empezamos en el nuevo año que se nos abre, con un enorme potencial
de sorpresas.
Hagamos que no nos pesen los días que se suceden. Hagamos
que cada día sea una gran oportunidad para crecer e ir descubriendo hacia dónde
tenemos que focalizar nuestra vida para sacar lo mejor de cada cual.
Tenemos un año más para ser mejores y para saborear ese don
tan maravilloso que es la vida, los hijos, los amigos, las propias capacidades,
descubrir el gran tesoro que hay en cada persona. Sólo amando es como se vive
plenamente y los días se convierten en grandes hitos. Hemos de redescubrir el
propósito vital, que tiene que ver con salir de nuestra zona de confort y emprender
nuestra misión en el mundo, es decir, pasar de la subsistencia a un estallido
de vida, saboreando cada minuto y cada segundo que tiene el día. Esto es: vivir
con intensidad.
Gracias mossèn Joaquin Feliz año para usted también! Gracias a Dios por estos días que nos ha regalado para poder amarle a El y a los demás por amor a El. Y miremos adelante. Cada dia es una nueva oportunidad para crecer en amor a Dios, hacer bien el trabajo, perdonar, y llevar con alegría el dolor que en mayor o menor grado siempre hay en la vida.
ResponderEliminarGracias padre Joaquín por su reflexión de cada día, este 31 de diciembre cambiaron los planes, yo siempre digo si Dios quiere haré tal cosa, pues mi esposo fue hospitalizado el 31 en la noche y mi hija enferma, todo fue para la Gloria de Dios, por entendí que no son nuestros planes, ahora mi esposo ha mejorado y veo muy claramente que bella es la vía, es un don de Dios Feliz nuevo año
ResponderEliminarDeseo que tu esposo y tu hija se pongan bien. ¡Mucho ánimo! Es bonita tu capacidad de ver las cosas desde Dios.
EliminarQué palabras más indicadas para empezar el año. A veces, más que hacernos muchos propósitos, quizás deberíamos centrarnos en esto: vivir intensamente cada momento, intentando, en toda ocasión, dar lo mejor de nosotros. Sin olvidar el propósito vital que nos mueve... ¡Gracias y feliz año!
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