En la vida humana se dan muchas veces cambios inesperados
que hacen virar las relaciones. Se inicia un proceso de distanciamiento que
quizás al principio no se percibe, pero poco a poco se va acentuando.
Estos cambios psicológicos se dan por alguna razón, primero
en el nivel inconsciente y después en el consciente. Hay algo que no se puede
controlar y tampoco se manifiesta. De ahí los periodos intermitentes de mutismo
acompañado de una fuerte gestualidad que revela que se está cociendo algo
serio.
El silencio se puede mantener durante un tiempo hasta que,
de pronto, la persona estalla, ya no puede contener más el nudo emocional y se
expresa con violencia.
Esto suele suceder cuando la realidad no encaja con sus
ideas y visión del mundo. Se resiste a aceptar lo que ve a su alrededor. Lo que
ve, oye y percibe se sale de sus esquemas mentales y no concibe que el otro piense
y actúe de forma diferente.
Su discurso se aleja del mundo real y puede apelar a valores
religiosos y morales que forman parte de su bagaje: su formación, su visión de
las cosas, su perspectiva unilateral. Esto puede llevarle a un bloqueo con los
demás y a una actitud pugilista en defensa de lo que sabe o cree, a veces con
tal vehemencia que puede limitar o cortar su conexión con los demás.
Desde esta perspectiva, y con la pretensión de poseer la
verdad, está levantando un muro que hace inviable una comunicación fluida y
provechosa. Es entonces cuando empieza a replegarse sobre sí mismo silenciosa,
progresivamente, hasta romper las relaciones humanas y entrar en una fase
totalmente estéril.
Esta distancia nos lleva a separarnos, desaprovechando una
gran oportunidad para saber crecer en la adversidad.
¿Cómo encontrar una salida?
Para una persona que se encuentra bloqueada, cerrada en sus
esquemas y cada vez más aislada de los demás, el primer paso para salir es
aceptar la realidad tal como es y las personas como son, no como quisiera que
fueran.
El otro es un misterio inagotable: no podemos etiquetarlo ni
clasificarlo como un objeto. Aceptar esta dimensión nos enseña a valorar a los
demás por lo que son, únicos y valiosos, igual que nosotros.
El siguiente paso es conectar desde la humildad con los
demás: nunca imponiendo criterios ni sintiéndose superior, sino escuchando y
aprendiendo a dialogar. Se crece en la adversidad y se madura en las
diferencias. El diálogo es más que un intercambio de ideas: es acogida, es
apertura, recepción y contacto humano. Dos personas pueden llegar a quererse
sin necesidad de estar de acuerdo en todo y sin compartir las mismas ideas.
Sólo así dejaremos la puerta abierta para iniciar un diálogo más profundo, a un
nivel que supera las diferencias y nos lleva a una auténtica comunión.
Realismo y humildad. Como decía el papa Benedicto XVI, la verdad absoluta no la posee nadie; en todo caso, es la verdad quien posee a quien la busca sinceramente.
Es ben cert.
ResponderEliminarMuy acertada padre su reflexión, es importante hacernos una autocrítica y intentar vernos desde dentro hacia afuera, seguramente sería más fácil. Intentar imitar a nuestro corazón, hacer que reviva nuestro ser en cada latido, sonreirle a nuestro fallos y, agotarlos, no darles tregua, sólo en esos pequeños preámbulos, obtendremos esas grandes respuestas a tanto daño .
ResponderEliminarLuisa
"...aprendiendo a dialogar". Muy buena frase, somos muchos los que no aprendemos a dialogar, por ende y como premisa, a escuchar por eso se dan menos e interesantes conversaciones para convertirse en monólogos insustanciales o aburridos.
ResponderEliminar¡Escuchar para aprender de los sabios!
"Se puede querer sin necesidad de estar de acuerdo en todo..." y sin entenderse del todo. ¡Qué grande es esto! Pero lo bonito es que, cuando aprendes a escuchar y
ResponderEliminarquieres apreciar al otro, curiosamente entonces lo comprendes mucho mejor. ¡Gracias!