Bajo la morera, cuando el día despunta y el cielo clarea,
con una brisa sanadora y un aire muy limpio, respiro dando gracias a Dios por
una persona que sabe transmitir la alegría como algo fundamental en su vida, y
que se dedica a hacer el bien a muchas personas.
Un amigo me había hablado muy bien de ella. Tras varios
intentos de llamada, por fin contactamos por teléfono. De voz clara y fresca,
se comunica con facilidad y en seguida acordamos un día para encontrarnos. Nos
vimos por primera vez en primavera.
Si tuviera que identificarla con una estación del año, sería
justamente la primavera, porque es un estallido de vida y de alegría. Desprende
vitalidad, no solo por su rostro, sus gestos, su mirada y sus labios. Todos sus
poros emanan la bondad que surge de su corazón. Es vital y existencialmente
feliz. Rebosa entusiasmo y se la ve enamorada de la vida, de los suyos y de su
trabajo, de las personas. Por eso, todo lo que hace como terapeuta lo vive como
una vocación, una llamada a una misión de servicio. Sus manos, su corazón, su
aliento vital, ya son terapéuticos porque ha convertido sus talentos y
capacidades en herramientas potentísimas y sanadoras. Desborda vitalidad porque
es alguien que ha decidido dar un sentido hermoso a su vida.
Pero su camino no ha sido siempre fácil. Es una mujer que ha
pasado por experiencias muy densas, algunas durísimas, y esto le ha dado la
capacidad de penetrar hasta lo más hondo del corazón humano y comprender el
dolor y las limitaciones de los demás.
Conoce el vacío existencial, la enfermedad, la angustia y la lucha por
recuperar la paz interior perdida. Sabe llegar hasta lo más frágil del ser
humano porque ha palpado la ruptura del yo más profundo y el renacimiento de la
esperanza. Por esto, además de sus dones sanadores y su fina intuición, sus
terapias son algo más que una aplicación de técnicas o conocimientos. Con ella
el paciente se reencuentra a sí mismo y es invitado a abrazar su realidad con
perdón y bondad. Solo así iniciará el camino de recuperación.
Saber, escucharse, sentirse y ser conscientes del enorme
potencial de autocuración que tenemos es esencial, y así lo enseña en sus
charlas y en grupos de mujeres a las que ayuda. Ya no solo se trata de mejorar
la salud, sino de aprender a disfrutar de la vida tal como es. Los pensamientos
y creencias negativas, el cansancio y el estrés se somatizan y terminan
bloqueando nuestra energía, convirtiéndose en enfermedades diversas. La
verbalización es fundamental: la palabra nos da poder para recobrar la salud o
para perderla, para salir adelante o instalarnos en una tristeza patológica.
Salir de uno mismo y hacer el bien es la mejor de las terapias. Amor, alegría,
compasión, perdón y aceptación son los pilares de la salud y así lo entiende ella.
Vive su vida con pasión. Tiene un carisma especial para escuchar el cuerpo y la mente de los pacientes, no solo desde el oído, sino desde todo su ser, hasta llegar a percibir lo que se mueve en el fondo del alma. Esto le permite aplicar mejor sus métodos sanadores, con amor y creatividad, de manera totalmente personalizada y sin ahorrar en tiempo y en recursos. Su amplia experiencia humana, acumulada después de más de veinte años ayudando a muchísima gente, ha hecho de ella no solo una gran terapeuta, sino una gran mujer, una gran madre, una gran esposa, una gran amiga y una gran educadora. Enamorada de Dios y del bien, es feliz desplegando la vocación que un día descubrió: la de dar con alegría.
Vive su vida con pasión. Tiene un carisma especial para escuchar el cuerpo y la mente de los pacientes, no solo desde el oído, sino desde todo su ser, hasta llegar a percibir lo que se mueve en el fondo del alma. Esto le permite aplicar mejor sus métodos sanadores, con amor y creatividad, de manera totalmente personalizada y sin ahorrar en tiempo y en recursos. Su amplia experiencia humana, acumulada después de más de veinte años ayudando a muchísima gente, ha hecho de ella no solo una gran terapeuta, sino una gran mujer, una gran madre, una gran esposa, una gran amiga y una gran educadora. Enamorada de Dios y del bien, es feliz desplegando la vocación que un día descubrió: la de dar con alegría.
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