Como cada mañana, el sol bañaba el patio, salpicado de
hermosas flores que rompen la dureza del cemento. Entre la higuera, las macetas
de margaritas y los helechos, el sol brillaba por encima de las acacias,
iluminando el patio con un fulgor especial. Mientras estaba contemplando la
maravilla de este jardín urbano recibí una llamada al móvil, comunicándome que
mi madre acababa de morir.
En medio de la belleza exultante, la noticia oscureció mi
corazón. Miré al cielo, compungido, buscando una respuesta al dolor de la
muerte. Después de varios días grises e invernales, hoy lucía un sol matinal
que irradiaba su calor con fuerza. Bajo las acacias recordé mi pasado, mi
infancia y mi adolescencia, y me di cuenta de que ni todos los años
transcurridos, con sus dificultades, ni la misma muerte podían romper los lazos
tan profundos que me unen con mi familia, en especial con mi madre.
Con la mirada puesta en el pasado, recordé tantos momentos
vividos con ella, algunos duros, exigentes, otros cálidos. Siempre con una
lucha constante por reafirmar nuestros vínculos, pues el pasado configura la
identidad personal. Ensimismado en el recuerdo, cuando salí de mi ensueño me
percaté de que una capa de lluvia muy fina caía, en gotas plateadas, y bañaba
mi rostro. Los rayos de sol atravesaban las gotas, resplandecientes como un
nuevo rocío, y la frescura del agua empapaba mis manos. Llovía y hacía sol. El
cielo me enviaba esa dulce lluvia para refrescar y embalsamar mi corazón
dolorido. En el patio, las acacias reverdecían bajo la caricia del agua caída
del cielo.
En aquel momento mi alma, mi mente y mi corazón fueron
conscientes del regalo de mis padres: la existencia. He recibido este don
inmenso por amor, y ni los defectos, ni los límites, ni los problemas son
impedimento para que me dé cuenta de que sin los padres no sería, y que todo lo
ocurrido, bueno y malo, ha sido causa necesaria para que yo naciera.
Abrazar la vida es abrazar los orígenes, el pasado, la
historia y los acontecimientos que han hecho posible que seas lo que eres.
Mirar con gratitud hacia atrás es la única manera de vivir el presente con
plenitud y el futuro con esperanza. Vivir armonizado y reconciliado ayuda a
afrontar todos los desafíos de la vida, por difíciles que sean, creando
vínculos muy fuertes. Esta mañana, mirando al cielo entre las acacias me di
cuenta de que los lazos son más poderosos de lo que creía. Cuando recibí la
noticia empecé a sentir la ausencia de mi madre, como si algo muy arraigado se
desprendiera de mí. Sentí el vacío en mi red emocional, el desgarro, la
desconexión energética. En ese momento, una parte de mí se moría. Había muerto
aquella que me había dado la vida.
Pero su mano protectora no se ha apartado del todo. Es a
partir de ahora cuando puedo aprender a iniciar otro tipo de relación, que pese
a la ausencia no es menos intensa. Es como si estuviera viva de otra manera.
Después de ese momento tan denso me desplacé en seguida al
hospital donde había fallecido. En el trayecto mi imaginación seguía volando,
surcando las profundidades del corazón humano y sus misterios, ahondando en sus
pequeñeces y grandezas, entre los límites que nos hacen frágiles y el amor
generoso que ensancha el corazón. Solo cuando llegas a la meta de la libertad orientada hacia
los demás y hacia el amor es cuando reconoces, con humildad, el don maravilloso
de la existencia. Aunque diminuto ante la grandiosidad del cosmos, el corazón
humano posee más potencia que todo el universo.
Llegué a la habitación donde yacía mi madre. La encontré
inmóvil, serena, envuelta en la sábana. Su cuerpo estaba presente pero el vacío
me invadió. ¿Está, no está? Recé por su alma y mientras lo hacía sentí una
reconexión, un diálogo interior fluyendo en mi mente. Pedí a Dios que abriera sus
entrañas y que la acogiera en el banquete celestial. Que le abriera sus moradas
para que pudiera reencontrarse con los suyos: su esposo Joaquín, sus hijitos
fallecidos a edades muy tempranas, cuando la hambruna y la miseria azotaban los
pueblos, durante la posguerra. La abuela
Araceli y la tita Carmen, dos pilares que aguantaron fuerte los reveses de la
vida, dando estabilidad a la familia. El nieto, Raúl, que como un destello de
luz brilló y se fue apagando en su adolescencia. Sus hermanos Manolo y José,
auténticos supervivientes que sortearon toda clase de dificultades para superar
la carencia y el sufrimiento y llegar a fundar una familia.
Volverás a respirar con ellos el aroma seco del trigo y la
cebada, el olor rancio de la piel de oveja. Allí estarás, una invitada más, con
el traje de fiesta en el ágape donde la alegría es eterna.
No más luchas, no más dolores ni soledad. Ahora solo te
queda acurrucarte en los brazos de un
Dios Padre que solo quiere el disfrute y el gozo de sus criaturas. Antes de
morir te agarrabas a las manos de José, tu yerno, como sintiendo vértigo de
pasar al otro lado. No querías irte, no querías sentirte sola en el viaje hacia
la otra orilla. Ese salto abismal te asustaba.
Pero en pocos segundos te fuiste. Tu cuerpo seguía allí, en
la cama del hospital, pero tu alma cruzó el abismo para encontrarse con la luz,
con el corazón ardiente de Dios.
Cuando te vi, muerta, ya estabas fuera de allí. Seguiste el
itinerario que toda criatura ha de seguir, pasando muchas veces por intrincados
laberintos hasta llegar al culmen, a la razón de su existencia, que no es la
muerte sino el encuentro con Dios. Este es el final de todo hombre: el abrazo
eterno con su Creador.
Antes de dormir salgo al patio. Una luna llena resplandece
en el firmamento claro, sembrado de estrellas. El sol radiante de esta mañana,
las gotas de plata cayendo sobre las acacias, la luna y las estrellas de noche…
El cielo está de fiesta.
Mossèn Joaquín le felicito por haber sabido describir ese dolor intenso que se siente al morir la madre y a la vez hacerlo con una delicadeza de alma que me ha emocionado.
ResponderEliminarYo también perdi a mi querida madre y todos los que hemos pasado por ese trance podríamos decir lo mismo, pero no con tanta belleza.
A nuestras madres nos unen unos lazos tan fuertes que no pasa un solo dia sin recordarla.
Me viene a la mente su voz, su olor característico, sus manos y aquel regazo donde siempre encontraba el calor para ir contarle mis avatares de la vida y llorar los disgustos con una mano en el pelo que me acariciaba y decía "tonta, no es para tanto,y me quedaba tranquila
Mas adelante sus ojos que me miraban algo tristes porque sabia que ella se apagaba y se preguntaba que será de ti? y mi respuesta era: mama no te preocupes yo seguiré haciendo mi vida .. que tonterias dices,..... pero... cuanto la sigo echando de menos!
La verdad es que junto al Padre se ha encontrado con todos los que la precedieron ; padres, hermanos, y a mi querido padre que la dejó 20 años antes.
Que nos espera en la otra vida? Ver a Dios, acurrucarnos en sus brazos y en los de su Santísima Madre y con los que amábamos en la tierra y se fueron antes.
Que grande es tener la Esperanza !!! Que el Señor nos la aumente junto con la Fe y el Amor
Estoy seguro que tu querida madre ha recibido esa cariñosa despedida.
ResponderEliminar