domingo, 22 de diciembre de 2019

Hondura y sencillez


La sabiduría discreta


Conozco a personas que han sabido armonizar muy bien estos dos aspectos en su forma de ser. Es un talento que marca una línea de acción. Estas personas son sencillas, humildes, y en algún momento incluso parecen tímidas. Saben conjugar los intervalos de silencio con la comunicación. Tanto es así, que uno se admira cuando de estas personas tan discretas surge un enorme caudal de sabiduría, como un torrente de aguas cristalinas que humedece la sequedad del alma.

Suelen hablar en un tono amable, armonioso y suave, delicado, pero su discurso está envuelto en una jugosa profundidad. Con un lenguaje sencillo saben llegar a lo más hondo del ser, lo justo pero lo suficiente como para removerte las entrañas y tocar fondo.

Con el tiempo, uno va descubriendo que la sabiduría va más allá de acumular conocimientos y expresarlo locuazmente. Una persona sabia, quizás sin tantos conocimientos o sin una retórica fluida, con sencillez y humildad, puede llegar más lejos que esas palabras punzantes que quieren penetrar al otro, haciéndole creer que el conocimiento es más importante que toda una vida masticada, saboreada, asimilada. La vida bien digerida da una visión de la realidad más rica y permite paladear con deleite los pequeños detalles de cada día, que no por ser sencillos dejan de tener profundidad.

Conocer y compartir


Hay momentos que van más allá de un análisis racional de lo que ocurre a tu alrededor. Tu razón quiere fisurar la realidad, como el que practica una cirugía, pero ciertas cosas sólo pueden entenderse desde el corazón. Es entonces cuando pasas del análisis a la contemplación, del conocimiento a la sabiduría y del orgullo a la humildad.

He conocido profesores, intelectuales, empresarios y médicos que son grandes comunicadores. Pueden convertir una clase muy densa, un diagnóstico médico o un informe jurídico en una explicación clara, sencilla y pedagógica. Lo que podía ser un «palo», se hace entendible y puede aprenderse. Cuando uno se aleja de los tecnicismos y se apea de la egolatría intelectual, el traspaso de conocimientos se convierte en una experiencia de compartir, desde lo que uno es y sabe.

Es entonces cuando lo que fluye es más que conocimiento: es vida, es amor, es sabiduría. El núcleo de la comunicación eres tú, tu persona, tu propósito vital. Tu cosmovisión es todo un bagaje que te enriquecido. Con pasos cortos a veces se llega más lejos, y a paso suave a veces se llega antes. El culto idolátrico a la razón nos ha hecho olvidarnos de mirar el mundo, la vida, el otro. Mira la realidad desde el alma; contémplala y maravíllate, sorpréndete, emociónate, simplemente porque es lo que es y tiene un valor enorme. No necesitas diseccionar lo que ves, disfrutarlo es fuente de plenitud. Saber paladear esos sencillos instantes da una dimensión de eternidad a la vida.

Nuestro saber es muy importante, pero lo es mucho más aprender la ciencia del amor, que no es otra cosa que admirarte de lo pequeño y amarlo como una gran aventura.

Ojalá aprendamos a vivir así, con sencillez y hondura, para vigorizar la bondad y la sabiduría. De esta manera, surgirá una paz infinita en nuestro corazón.

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