Recientemente me han comunicado el fallecimiento de una persona entrañable y exquisita. Su nombre es Eudoxia y su origen está en las tierras leonesas. Feligresa fiel, de una sencilla y profunda piedad, nunca se apartaba del templo. Anciana y con el corazón débil, caminaba con dificultad pero sacaba fuerzas para venir a rezar el Rosario cada día. Siempre estaba allí, y me sorprendía que, pese a su edad avanzada, se sabía de memoria todos los misterios y letanías del Rosario. Menuda, pero siempre con una enorme sonrisa en su rostro, se mantenía fiel a esta devoción y a la eucaristía. Era discreta, amable, y comunicativa, cercana y de ojos muy vivos. Un verano, ya al atardecer, me encontré con ella por la calle. Iba elegante y me sonrió, como siempre. Nos alegramos de encontrarnos y hablamos un poco. La conversación era fluida y su rostro se iluminó al tiempo que exclamaba, de manera espontánea: ¡Qué bello es vivir! Le salió del alma, con toda la energía de su frágil corazón.
Esa frase encerraba un profundo significado y me pregunté
cómo una persona mayor, diezmada por los problemas de salud y con grandes
dificultades para moverse, podía decir esto desde lo más hondo de su ser. Una
frase que podríamos atribuir a un joven que vibra ante la vida. La clave de
estas palabras era, no tanto su salud, sino la fuerza de su fe y unas profundas
convicciones religiosas, que la empujaban a ir más allá de sus propios
límites.
Su enfermedad coronaria no la detenía. Aunque tardase más
tiempo, tenía que llegar a su parroquia. Amaba el corazón de Jesús y sacaba la
suficiente energía para no fallar a su cita en el templo.
Esta mujer humilde supo vivir su fe sin que la enfermedad se
lo impidiera. Detrás de su sencillez había mucha sabiduría. Sólo cuando se ama
desde el corazón, la vida puede ser bella, sin importar que uno se sienta
vulnerable, porque lo que da razones para vivir es la capacidad de creer y de
amar.
Quiero agradecer a Eudoxia su testimonio, pues aunque haya
sido muy discreto, a mí me ha hecho un profundo bien. Cuántas personas, desde
su discreción, a veces desde la sombra, simplemente con su saber estar, son
bálsamo y perfume, y aportan suavidad y frescura en medio del ajetreo y la
tensión de la vida pastoral.
Ahora, ella vive una vida bella con mayúscula, y contemplará
un nuevo paraje, en su nueva existencia en el cielo. Ahora, con un corazón
nuevo y siempre joven, podrá escalar la cumbre más hermosa, hasta el corazón de
Dios.
Eudoxia, tus delicados pasos han dejado una suave huella en la vida de la comunidad. ¡Gracias!
Hermosa dedicatoria.
ResponderEliminarD.E.P.
ResponderEliminarLa recuerdo tan bien... ¡Se merece este escrito! Era una persona bellísima, que transmitía mucha bondad.
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