Este escrito es mi pequeño homenaje a una gran mujer, Felicidad. Vivió más de un siglo, una vida larga e intensa hasta el final.
Joven culta y valerosa
De jovencita recibió una formación de calidad pedagógica avanzada.
De pequeña estudió en una escuela Padre
Manjón, después pasó a estudiar peritaje mercantil, profesión nada frecuente en
una mujer de aquella época.
En su viaje de novios a Andalucía para conocer a la
familia extensa de su marido estalló la Guerra Civil. Mientras que su marido,
nombrado alférez provisional, era movilizado para ir al frente, ella tuvo que
quedarse en Andalucía con la familia de su marido. El cambio fue brusco y
notable para una persona que provenía de ciudades industriales (Bilbao y
Madrid), pero su amor curtido por la guerra y su capacidad de adaptación hizo
de Felicidad una mujer creativa, valerosa e incansable. En medio de las
vicisitudes, mostró sus mejores dotes, el amor a las personas de su entorno y
la capacidad para comprender al otro a pesar de sus diferencias ideológicas.
Madre y empresaria
Felicidad tuvo siempre claras sus metas. A lo largo de
una existencia azarosa, con numerosos cambios de guion, vivió transmitiendo
pasión por la vida y generosidad sin límites.
Valiente en todo lo que hacía, se esforzó por sacar a
flote diferentes proyectos entre otros. Fundó con su marido una empresa en
Barcelona y todo esto sin dejar de atender a sus hijos y su hogar con mimo y
firmeza. Trabajando a tiempo y a destiempo, se entregó de forma incondicional
para llevar adelante a los suyos.
Su fortaleza interior le otorgó serenidad y confianza en
sí misma, convirtiéndose en un referente para toda la familia.
No olvidó a los más pobres, ofreciéndose como voluntaria
en el Auxilio Social y después en una iniciativa de su parroquia, el Pan de los
Pobres. Creció como madre, educadora y empresaria, con una gran sensibilidad
solidaria. No se puede llevar adelante todo esto sin profundas convicciones,
inteligencia y dotes de organización.
Modelo y educadora
Quiso que todos sus hijos recibieran una sólida
formación, aunque esto implicara renunciar a otras cosas. Su deseo era que
volaran bien alto en sus vidas y se convirtieran en modelo para otros. Sus
hijas siguieron carreras universitarias, quedándose en la universidad donde
desarrollaron la actividad docente e investigadora con reconocimiento de dichas
actividades
Felicidad vivió el paso de siglo con serenidad y lucidez.
En los últimos años ha tenido que luchar con los desafíos de esta época
histórica. De joven vivió la guerra, que cambió el destino de muchas familias.
Se tuvo que adaptar a las duras condiciones económicas y políticas de una etapa
incierta y convulsa. Pero Felicidad supo afrontar con valentía los retos, y no
quiso que su vida ni la de su familia se hundieran en la miseria y en el
anonimato, en medio de una sociedad desorientada y diezmada por la guerra.
Protagonista de su historia
Así, poco a poco, fue trazando el guion de una bella
historia. Fue eficiente empresaria, gran lectora y una gran viajera, cualidades
que la convirtieron en “el pal de paller” sobre el que todos descansaban.
Buscó la excelencia en todo aquello que hacía, procurando
en especial la cohesión de la familia.
Llega a los 104 años con lucidez, hasta el punto que se mantuvo
siempre en contacto hasta con los más jóvenes de la familia, los nietos
directos y políticos y biznietos, a los que escuchaba, aconsejaba y tenía muy
en cuenta. Ello revela que su vida fue la hazaña de una auténtica mujer que
ante todo transpiraba amor, una mujer moderna, fuerte en los momentos que hacía
falta a su familia, que desafiaba al tiempo, alcanzando la cumbre de su
existencia.
Un legado, un tesoro
Hoy, Pilar y Manuel, y el resto de su familia a quienes
trataba con exquisitez, son herederos del mejor legado de Felicidad. Apertura
de mente, bondad, solidaridad hacia los necesitados, ingenio, inteligencia, entrega
generosa, valoración de lo distinto y amor entre todos los miembros de la
familia a pesar de las diferencias existentes. Pero, sobre todo, el amor que
volcó en todos sus hijos (ella nunca ha diferenciado entre los políticos y los
propios), nietos y biznietos. En cuanto a ti, Pilar, puedo decir que has hecho
tuyo ese tesoro de valores, potenciándolos incluso. Tu madre supo construir el
cielo en su hogar. Ahora el cielo es su hogar, un lugar sublime, donde vivirá
para siempre con aquel que marcó su vida. Desde la eternidad, podrá continuar
la historia de amor. Ella y todos los familiares que le precedieron, volverán a
mirarse a los ojos y juntos seguirán su aventura, ya fuera del tiempo, en el
corazón de Dios.
Las madres son un inmenso don de Dios. Para vosotros y para toda vuestra familia, es el mejor regalo que os ha podido hacer durante todos estos años. A partir de ahora, y cuando os sintáis frágiles, nunca dejéis de dar gracias a Dios por Felicidad. Ella ha sido la causa de tanto gozo en vuestros corazones.
Con estima,
P. Joaquín Iglesias
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