Nosotros, los varones, no seríamos sin una madre. Unas
entrañas abiertas expresan la capacidad de dar vida, con un amor inmenso e
ilimitado. Algunos teólogos dicen que las mujeres expresan como nadie la forma
de amar de Dios. Siempre dispuestas, como el propio cosmos, latiendo al ritmo
de vuestra vida interna.
Madres, os felicito porque construís personas desde la más
tierna edad. Engendrar, criar y construir un hogar, desde la libertad y el amor,
os hace a las mujeres muy especiales. La humanidad estaría coja si se perdiera
el torrente creativo de la mujer y su capacidad de amor para que los demás
vivan. Dais sin medida, no sólo por el hecho de ser madres, sino porque sois
mujeres. Vuestra generosidad se despliega en feminidad, ternura, sensibilidad y
fortaleza. Las mujeres no sólo os dais a los varones, sino al mundo entero.
En vuestros corazones intuyo una hermosa grandeza que os
permite adoptar un fuerte compromiso para construir la paz social. Ya desde el
vientre materno los niños perciben esta digna misión: ser agente educativo para
construir una sociedad más armónica y jubilosa, no sin esfuerzo ni sacrificio.
Incluso aquellas que no sois madres biológicas, sois madres
de otra manera, porque la maternidad va más allá de tener hijos. Toda mujer,
fisiológicamente hablando, es una madre en potencia. Su configuración biológica
está orientada a la fecundidad. Por tanto, quiero hacer extensiva mi felicitación
a todas las mujeres del planeta, porque ¡cuántas mujeres están haciendo de
madres de aquellos que no tienen madre! Religiosas, misioneras, aquellas que
deciden adoptar niños, haciéndolos hijos suyos. Una parte de la sociedad debe
estar agradecida por este plus de generosidad, en especial aquellos más desvalidos
que han tenido la suerte de encontrar una mujer que, sin ser madre, los ha
cuidado como si lo fuera. Aquí está la belleza de un amor capaz de entregarse a
sí mismo para que otros tengan vida.
No quiero olvidarme de felicitar a todas las mujeres y
madres de mi familia: hermana, primas, sobrinas, tías… y también a aquellas
amigas que, de alguna manera, han contribuido a mi vocación humana y espiritual.
Pero, muy en especial, quiero felicitar a mi madre, que está en el cielo. Yo soy
feliz en mi existencia gracias a la mujer que un día me parió. Sin ella no sería
quien soy, ni haría lo que hago, porque nunca hubiera existido. Su vida como
mujer hizo posible la mía. Por eso, siempre, la amaré con gratitud.
¡Felicidades, mamá!
Hace unos años escribí esto, dedicado a una gran mujer. Aquí lo podéis leer.
Gracias padre JUAQUIN. Sus bendiciones bien recibidas
ResponderEliminarEs verdad que muchas mujeres, aún no siendo madres biológicas, hacen de madre... ¡de muchos hijos, a veces! Qué hermoso recordarlas a todas. Gracias por este escrito.
ResponderEliminarMe uno a la felicitación que hace el padre Joaquin a todas las madres, sean biológicas o no, las que viven y las que no están con nosotros fisicamente pero sí en el amor que supieron transmitirnos.
ResponderEliminar