Este escrito ha sido motivado por el 50 aniversario de bodas de Carmen y Vicente, un matrimonio miembro de la comunidad de la parroquia de San Félix.
En Roma
comenzamos a saborear el gozo de vuestro 50 aniversario matrimonial. Aquellos
bonitos días, llenos de luz, anticiparon la fiesta de un compromiso de unión
conyugal, especialmente en aquella cena del último día, tan llena de música y
sorpresas. Todos estábamos contentos por aquel sí que os disteis hace 50 años,
ante el sacerdote y ante Dios.
Cuánto
amor hay cuando ni el tiempo, ni el cansancio, ni los defectos del otro han
podido eclipsar vuestro matrimonio. Pese a las dificultades obvias en toda
relación estrecha, vuestro amor sigue bien vivo.
Habéis
levantado una familia y convertido vuestra casa en un auténtico hogar, con
entrega y sacrificio. Vuestro amor, fuerte como una roca, todo lo aguanta, todo
lo resiste. Porque lo bonito es quererse también cuando las olas zarandean la
barca del proyecto familiar.
Los inicios de una historia de amor
Jóvenes
llenos de vida, Carmen, con 16 años, y Vicente, con 18, se abrían al mundo,
inquietos por vivir como todos los adolescentes. Se conocieron en el casino del
Poblenou. Y desde aquel día, en aquella hora y en aquel lugar, iniciaron una
apasionante aventura que dura hasta hoy, sesenta años después.
Su
matrimonio se celebró el día 24 de septiembre de 1962 en la parroquia de Sant
Francesc d’Assís, del Poblenou. Ese día, con un firme sí, comenzó la definitiva
historia de amor iniciada cinco años antes. El sí que se dieron era la promesa de algo hermoso: ante Dios y el sacerdote, cristalizaron su
voluntad de amarse para siempre, desafiando el paso del tiempo.
Llegó la
alegría de ver nacer a sus cuatro hijos: Vicente, Eva, María y David. La
presencia de los niños hizo vibrar su hogar. Se volcaron en su cuidado y
formación, con absoluta entrega. Fueron unos años de intenso trabajo educativo,
lleno de amor, para ayudarles a llegar a la edad adulta.
Carmen
era tejedora y regentó varios comercios. En casa, supo cómo tejer las hebras de
una convivencia armónica, hilando la historia de una familia y convirtiéndola
en algo sólido y duradero.
Vicente
trabajó 16 años en la lonja de pescado, después compaginó este trabajo con su
empleo en la Nissan, donde estuvo 20 años.
Los dos
trabajaron incansablemente para tirar adelante a su familia.
La vinculación con la comunidad
La
comunidad de la parroquia de San Félix se suma a vuestra alegría en este
momento crucial de vuestra vida como matrimonio y familia. Vuestro sí renovado
es un testimonio de madurez cristiana. Ahora, más que nunca, es necesario ver
matrimonios que, después de 50 años, desean continuar su aventura de amor.
Sabéis
que esta es la lógica del amor: crecer y crecer, sin cesar, hasta la eternidad.
Nada os ha detenido. Ni los vaivenes ni las vicisitudes, ni los momentos
oscuros en que la estrella que iluminaba vuestro corazón parecía ocultarse,
nada ha podido venceros. Vuestro amor ha brillado siempre por encima de las
nubes, iluminando el firmamento de vuestro hogar.
En
vuestro itinerario nunca os habéis olvidado de la dimensión eclesial que supone
ser un matrimonio cristiano. Desde hace mucho tiempo los dos estáis colaborando
en la vida de la parroquia. Quiero hacer una especial mención de vuestra
generosidad y disponibilidad. Me consta que los anteriores sacerdotes siempre
han estado agradecidos y hoy, en este día tan hermoso, quiero de todo corazón
agradeceros vuestra dedicación a la parroquia.
Que Dios
os dé salud y os bendiga y os proteja, a vosotros y a vuestra familia. Que,
aunque el paso del tiempo os vaya quitando vitalidad, no os falten las fuerzas
para seguir amándoos hasta el final de vuestros días.
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